" AÑO DEL BICENTENARIO, DE LA CONSOLIDACIÓN DE NUESTRA INDEPENDENCIA, Y DE LA CONMEMORACIÓN DE LAS HEROICAS BATALLAS DE JUNÍN Y AYACUCHO "

viernes, 6 de abril de 2012

POMPA Y RIQUEZA DE LA SANTA FE


Las celebraciones de la Semana Santa en la Lima de antaño se caracterizaron por su fastuosidad, exhibición de riqueza y esplendor, mezclados con la fe .Era una movilización de 150 mil personas de los más de 200 mil limeños. Un Cristo montado en un burro, vivo, ingresaba a la Plaza Mayor entre medio centenar de imágenes o alegorías de santos, vírgenes, y cruces, seguidos de numerosos Judas; monstruosas cabezas, serpientes y gigantes, que representaba espíritus del mal, en un bullicioso desfile de colores, velos y hasta guiños de tentadoras tapadas que conseguían novios. De allí el dicho: “matrimonio y mortaja del cielo bajan”.

El lujo y la pompa tenían un brillo especial pues decenas de frailes y sacerdotes de más de 60 iglesias y parroquias limeñas, salían a las calles acompañados de dos pajes, esclavos, vestidos de etiqueta, provistos de un “tapasol” y una cajita de plata, recorriendo casa por casa, pidiendo limosna para el Santo Monumento.

Con ese dinero pagaban los gastos de este majestuoso, sagrado y colosal edificio de fastuosas celebraciones, adoraciones, colores y presencias paganas de una fe distorsionada hasta la crueldad, que llevaba hasta la hoguera a los inconversos.

DERROCHE

El esplendor del lujo, la riqueza, el boato y el comercio, sobrepasaban cualquier celebración y para graficarlo, diremos que a mediados del siglo XIX había más de 150 cofradías. Solo las más conocidas eran 25 de españoles, 19 de negros y mulatos o pardos y 13 de indios.

Un inventario de 1815, publicado en la Historia General de los peruanos, muestra solo que la Custodia, de la iglesia de Santo Domingo, tenía: 1,300 diamantes, 1029 esmeraldas, 522 rubíes, 121 perlas, 45 amatistas y 12 topacios.

Por su parte, solamente la corona de la Virgen del Rosario contenía: 150 esmeraldas, 102 diamantes y 102 rubíes. La élite religiosa además de poderosa era la más rica de la colonia.

ROBO DE LIMOSNAS

Era tanta la riqueza que tenían estas cofradías que en1634 el linajudo español don Juan de la Cueva y Campusano, más conocido como Juan de la Coba, tesorero de la riquísima cofradía de la “Virgen de la O”, fugó a Portugal con más de 200 mil duros en efectivo producto de las donaciones y limosnas de los fieles limeños. Fue el robo agravado y la estafa más grande del siglo XVII.

El escritor limeño Ricardo Dávalos y Lissón en “Lima Antaño” dice que “de doscientas mil almas que tiene Lima -(1874)-lo menos, ciento cincuenta mil andaban estaciones el jueves y lo menos cien mil oían – el sermón- tres horas los viernes…”.

SEÑOR DEL BORRIQUITO

El libro Historia General de los peruanos, señala que la fiesta de Semana Santa conocida también como de Dolores, comenzaba a las 6 de la mañana con la procesión del Santísimo, desde de la parroquia El Sagrario - costado de la catedral- con una presencia multitudinaria por las calles limeñas, regadas de flores y mistura que arrojaban las aristócratas desde los balcones cubiertos de lujosas mantas de terciopelo y carmesí.

Un recuento de Raúl Porras Barrenechea, Rubén Vargas Ugarte, con el que coincide Roberto Rivas, refiere que el Domingo de Ramos, se iniciaba con la bendición de palmas y ramas de olivo y luego, desde la humilde capilla del Baratillo, cercanas a la astrosa plazuela del mismo nombre en el Rímac, salía la procesión del ‘Señor del Borriquito’ rumbo a la Plaza Mayor.

Sobre el borrico vivo iba montada una imagen de cartón o madera de Jesús escenificando su entrada triunfal en Jerusalén.

JUEVES SANTO

Entre los siglos XVI al IX las celebraciones tenían un valor especial.

El Jueves Santo se realizaban escenas de la pasión con recuerdos de la Última Cena y enorme cantidad de fieles pero no por devoción, sino para ver a Judas el apóstol traidor, “con la cara encendida, con un ají en la boca y una bolsa de tela en la mano izquierda”, que contenían las 30 monedas que recibió por entregar al Señor Jesús, añade Rivas.

De la iglesia de San Agustín, salía la mayor cantidad de procesiones y andas recordando cada estación de la pasión de Jesucristo. Detrás de los tumultuarios cortejos aparecían los llamados “papahuevos” que eran unas máscaras o cabeza inmensas sobre el cuerpo de un niño, al que solo se le veía los zapatos, jugando y persiguiendo a los devotos.

Asimismo, serpientes y monstruos de hasta 5 metros de altitud, con hórridos rostros, en cuyo interior había un esclavo que lo desplazaba, representando a los espíritus diabólicos. El gentío los insultaba con los peores epítetos y gritos porque habían ultrajado, escarnecido y torturado al Señor.

VIERNES DE CRUCIFIXIÓN

El Viernes Santo toda la aristocracia limeña se vestía con ostentosas basquiñas o sayas y velos mayormente negros, cubriéndose los cuellos, oídos, manos y dedos cargados de joyas y alhajas. La marcha salía de la iglesia La Merced con la procesión del Santo Sepulcro.

Las aristócratas, marquesas, condesas duquesas, esposas de ricos hacendados, de oidores, militares, jueces y demás dignatarios, asistían con un tren de criadas y esclavas lujosamente vestidas.

Manuel Atanasio Fuentes, en Lima, Apuntes Descriptivos, dice que “las señoras arreglan a las negras y zambas, muchachas de su servidumbre, con toda la posible elegancia y con mucho lujo; ricos pañuelones, costosos anillos, prendedores y aretes de brillantes, lucen en esos días las encargadas de acompañarlas a la procesión”. Ese día también se pedía La Libertad de algunos presos cuyos casos eran vistos por los oidores.

QUEMA DE JUDAS

Las celebraciones del Sábado Santo se realizaban con una Misa de Gloria desde la mañana y a las 12 en punto de la noche entre oraciones, cirios, velas y farolas, los pulperos quemaban a Judas Iscariote, con lo que culminaba la cuaresma.

Fuentes, asegura también que finalizada la Cuaresma comenzaba la alegre Pascua.

El domingo de Cuasimodo terminaban las celebraciones con un desfile de devotos por las iglesias y parroquias limeñas con el culto a “Nuestro Amo”, que visitaba ese día a los enfermos que lo solicitaban a la parroquia que pertenecían.

TAPADAS, PIROPOS, NOVIOS

Los pícaros limeños y mujeres que abundaban en gracia, coquetería y belleza, no dejaban pasar la oportunidad de abarrotar las iglesias y procesiones dispuestas a no perder la ocasión de hallar novio.

De tal modo que las “chicas sacaban novios de la procesión”, pues el dicho popular aseguraba que “novio y mortaja del cielo bajan”.

Todo este fasto desapareció con el tiempo, sin embargo, en cada plaza o rincón limeño, donde palpita la tradición, parecen aún dibujarse los labios frescos y la mirada risueña de una guapa devota limeña, tras el humo fragante y retorcido de un zahumerio.

LA VIRGEN DEL ROSARIO

Era la procesión y con una devoción especial, la más multitudinaria de Lima colonial,pero era discriminatoria pues había procesiones de la Virgen del Rosario exclusiva para españoles y criollos, otras tres andas de la misma virgen, para los negros, pardos e indios. Una procesión por cada etnia o raza y cada una de las cuatro cofradías las vestían de acuerdo al gusto y la dichosa virgen era del color de cada casta.

DRAGÓN APOCALÍPTICO

En la procesión del Señor de los Negros y del Corpus, salía la espectacular ‘Tarasca’, que era un desfile tras un dragón o serpiente de siete cabezas; un personaje extraído del Apocalipsis que simbolizaba los siete pecados capitales.

En las calles, esquinas y plazuelas aguardaban las chicheras, mistureras, zahumadoras, plañideras y los penitentes; arrastrándose de rodillas en pago a sus pecados y en buscan del perdón.

EL VIRREY Y FAMILIA

Fuentes refiere que una Gaceta de Lima dio cuenta que entre 1753 y 1756, “Las cofradías negras y figuras grotescas eran quienes abrían el desfile. Luego venían las cruces de las parroquias seguidas por las órdenes religiosas… A continuación el clero secular, el Cabildo Eclesiástico revestido de “capas pluviales” y finalmente la Custodia, llevada bajo Palio o pabellón por el arzobispo revestido de medio pontifical”.

Luego venían instituciones civiles del Cabildo, Tribunal Mayor de Cuentas, la Real Audiencia, el virrey y su familia rodeado de la compañía de alabarderos y caballos, la carroza de respeto y dos carrozas de cámara. El mismo boato, ceremonial o bambolla, que hasta hoy se observa en los cultos entre autoridades políticas y religiosas.

Ramón Machado Contreras
Colaborador (la primera)