Escribe: César Lévano
Ahora está más claro. El fujimorismo ha recuperado el poder para, entre otras cosas, liberar a Alberto Fujimori e intentar limpiar de culpas al dictador que, con la complicidad de Vladimiro Montesinos, mató, robó y se involucró en el narcotráfico.
La reelegida congresista Cecilia Chacón lanzó la ofensiva al declarar que el exdictador “tiene que salir (de la cárcel) por la puerta grande” y que el Poder Judicial debe considerar nulo el juicio que lo sentenció.
José Chlimper, primer presidente de la República en la fórmula de Keiko Fujimori, dijo después que el comentario de Chacón había sido “poco feliz”. Más feliz le parece sin duda lo que acaba de expresar Keiko Fujimori: “El indulto de mi padre será por vía legal”.
O sea que la señora Keiko quiere la libertad de su padre por la puerta grande del Palacio de Justicia, no por la ancha puerta del Congreso.
No es cuestión de amor filial. El afán de liberar y limpiar al dictador implica desprecio por los derechos humanos y burla respecto a las víctimas del fujimorato que fueron asesinadas en La Cantuta y en un callejón de Barrios Altos.
Algo más siniestro hay en la actitud de estos personeros del fujimorato: la visión represiva, que significa que aplicarían de nuevo los métodos del dúo Fujimori-Montesinos. El método vil de la ejecución extralegal, del secuestro, de la masacre resulta justificado por el indulto y el silencio. Guerra avisada.
No se debe olvidar que la Sala Penal Especial de la Corte Suprema, tras un proceso impecable, sentenció al expresidente a 25 años de prisión, por haberle hallado culpable de los delitos de homicidio calificado, asesinato, lesiones graves y secuestro.
La Corte condenó a “Alberto Fujimori Fujimori, o Kenya Fujimori, como autor mediato de la comisión de los delitos de homicidio calificado, asesinato bajo la circunstancia agravante de alevosía”, en agravio de las víctimas de las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta.
La torpeza de la represión fujimorista se expresa en los casos de La Cantuta y Barrios Altos. Se sabe ya, a ciencia cierta, que Fujimori ordenó, a ciegas, sin investigación previa, que se eliminara a un núcleo senderista que existía entre los estudiantes de la Universidad de Educación. Una investigación personal me ha convencido de que ninguno de los sacrificados era senderista.
Más horrendo es el caso de Barrios Altos. Horas después de la matanza de emolienteros y heladeros ahí, supe por una alumna de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que en esa vivienda se había realizado, sí, una reunión senderista, pero en el segundo piso. La estudiante me mostró la tarjeta de invitación que su enamorado le había dado. Las víctimas resultaron humildes habitantes del primer piso, que realizaban una fiesta para financiar la reparación de sus servicios de agua y desagüe.(diario uno)