domingo, 11 de mayo de 2014

El triste abrazo de la ausencia

Textos:Yuvisa Martínez ymartinez@grupoepensa.pe |Fotos:Correo
 
¿De quién es la fiesta de cumpleaños?, me pregunta Esther Gonzáles, de 63 años, ajena al canto de los mariachis y bailarines en homenaje al Día de las Madres.

El sábado 10 de mayo, un grupo de jóvenes voluntarios llegaron al asilo "San José" para visitar a más de 60 ancianas, quienes son madres de familia, con nietos y bisnietos.

"Yo tuve cinco hijos, tres murieron, los otros dos no sé si seguirán vivos, están en Chile; no conozco a mis nietos, pero una vez a mi nieta en foto", relata Esther Gonzáles.

Las visitas. Decenas de los ancianos refugiados en esta casa llegan porque no tienen los recursos necesarios para subsistir; a otros los traen sus hijos y/o familiares, quienes aportan mensualmente para que monjas católicas los cuiden.

"Aquí albergamos a 130 ancianos entre hombres y mujeres, la mayoría son mujeres", me cuenta la hermana superiora, Francisca Nuñez, quien ese día alistaba los preparativos para recibir a la Virgen de la Puerta, de Otuzco.

Algunos familiares e hijos acompañaban al grupo de jóvenes entusiastas que visitan a sus madres y abuelas al asilo.

"¿Eres José? y ¿Este muchacho es mi nieto? ¡Qué grande estás Mateo, ya alcanzas a tu papá? ¿Sigues montando bicicleta?", le dice una anciana a su hijo. Él le responde: "Mamita Feliz Día de la Madre adelantado, mañana no vamos a poder venir".

LAS PUERTAS. Varias hermanas de la casa hogar explican que no pueden recibir a todas las personas que quisieran, porque no tienen espacio ni personal para atender a todos los ancianos.

"Sobrevivimos de las limosnas del pueblo, las niñas nos ayudan (estudiantes de la casa hogar de la niña 'San José')", indicó una novicia que prefirió reservar su nombre.

Esther Gonzáles, las mujer que mencioné al principio de esta nota, vino de Chimbote hace cinco años; similar historia tiene Teresa Vega Montero, de 70 años, quien no tiene familiares en Perú, sus hijos viven en Estados Unidos.

"No tengo hijos, no sé dónde están. Recuerdo que se fueron a los Estados Unidos, la situación era crítica y tenían que decidir. Acá las hermanas son unos ángeles", me dice Teresa Vega con una sonrisa elegante.

Yolanda Ponce Molina, de 86 años, me cuenta que no le gusta la bulla, pero que agradece el pastel que le han convidado.

"El pastel de vainilla es mi favorito, lo extraño tanto. Yo nunca tuve hijos, mi esposo murió hace tiempo, no lo recuerdo bien. Acá tengo de todo, pero es un poco aburrido no hacer nada", me dice enseñándome sus arrugadas manos llenas de pellejitos agrietados por la humedad.

EL OLVIDO. Algunos adultos mayores tienen enfermedades como Parkinson, Alzheimer leve, depresión y hastío.

"Yo no estoy enferma, lo que pasa es que cuando era más joven me quemé el brazo, todavía me duele, y por eso no puedo mover la mano", me dice Esther Gonzáles mostrándome la flor de papel roja que le pusieron entre sus dedos los bailarines del espectáculo.

Al terminar el show el grupo de jóvenes profesionales se va al comedor. Esther González me abraza y me comenta que me parezco a su nieta, me besa la mano y me dice que la extraña. "¿Volverás a verme?", me pregunta.(correo)