" AÑO DEL BICENTENARIO, DE LA CONSOLIDACIÓN DE NUESTRA INDEPENDENCIA, Y DE LA CONMEMORACIÓN DE LAS HEROICAS BATALLAS DE JUNÍN Y AYACUCHO "

jueves, 12 de julio de 2012

LA JORNADA, HOY.

Por: César Lévano

Se realiza hoy en Lima una jornada de lucha, promovida por la Federación de Trabajadores de Construcción Civil, la CGTP, la Central Unitaria de Trabajadores y otros organismos sociales y políticos. Su objetivo es manifestar solidaridad con el pueblo de Cajamarca en su lucha por el agua y el medio ambiente. Otro objeto es demandar la captura de los asesinos de Guillermo Yacila, secretario general de la CGTP – Callao.

El asesinato indicado es uno más de una larga serie cometida por malhechores conocidos y prontuariados. Esa banda de asesinos contó con el auspicio personal del expresidente Alan García, quien pactó con ésta en Palacio un plan para destruir la Federación de Construcción Civil. El proyecto abarcaba la garantía de empleo en obras del Estado para los forajidos reclutados.

A partir de esa reunión de alto nivel –mejor dicho, de bajo nivel–, los maleantes empezaron a “trabajar”. Cupos de empleo para gente más experta en gatillar revólveres que en alinear ladrillos. Amenazas de muerte a empresarios que no pagaran fuertes sumas de arranque. Asesinato de obreros y dirigentes de construcción.

La ola de crímenes fue denunciada, con nombres y prontuarios. Los propios constructores del sector privado se negaron a complacer el chantaje delictivo, por una razón edificante: los proletarios recién inaugurados no sabían hacer nada y no querían aprender el oficio. En su suelo natal de los Barracones no habían oficiado el culto al trabajo. Ellos dejan el trabajo a los bueyes, “porque el trabajo lo hizo Dios como un castigo”.

Más allá del derecho a la pereza de los delincuentes, contaban ellos con la protección presidencial, garantía de impunidad bajo García.

Soy testigo de que en ese inicio nefasto, empresarios y jefes policiales condenaban la ola de asesinatos, denunciaban a los asesinos.

Eso no me sorprendía, porque sabía del pacto infame entre el gobierno aprista y los delincuentes. Pero que la cadena continúe, y que ahora apunten no sólo a obreros de base, sino también a dirigentes de la talla de Guillermo Yacila sí que me asombra y me indigna.

En la historia del sindicalismo, que conozco por narración directa de los patriarcas y por investigación de las fuentes impresas o inéditas, no hay antecedentes de una alianza tan siniestra. Siempre ha habido soplones, vendidos, traidores. Lo espectacular es que el poder político resulta coligado con el crimen organizado.

Por razones de derechos humanos, de libertad sindical, de seguridad ciudadana me sumo a la exigencia de captura de los asesinos de Yacila, y de persecución y castigo a los jefes de esa banda siniestra.

Al presidente Ollanta Humala le formulo mi inquietud en estas preguntas: ¿Conoce usted la historia de asesinatos pactados desde el escritorio que usted ocupa hoy?, ¿Va a permitir que prosiga esta serie de balazos e impunidad?(la primera)