" AÑO DEL BICENTENARIO, DE LA CONSOLIDACIÓN DE NUESTRA INDEPENDENCIA, Y DE LA CONMEMORACIÓN DE LAS HEROICAS BATALLAS DE JUNÍN Y AYACUCHO "

viernes, 27 de julio de 2012

VIGENCIA DE UNA TRADICIÓN

Por: Luis Peña Rebaza
Lic. en Educación
luisprebaza1@hotmail.com

Una de las enormes posibilidades turísticas de nuestro país y región, es la vigencia y recreación de ceremonias ancestrales como atractivos turísticos que contribuyan a su desarrollo socioeconómico. Me estoy refiriendo a la efectuada cada 29 de julio en Huamachuco: La impresionante parada del gallardete, cuando miles de campesinos organizados en sus huarangas de la parte alta y parte baja, y con solo su esfuerzo y vigor levantan en un extremo de la plaza principal un inmenso madero de eucalipto, que en ocasiones puede alcanzar los cincuenta metros. Por la historia, sus dimensiones y la espectacularidad que adquiere, es una ceremonia única en el mundo. La faena empieza apenas clarea el día, cuando los republicanos llegan al sitio donde reposa el madero, cual un gigante Gulliver, tendido y rodeado de miles de liliputenses. Con gran algarabía y emoción, entre el reventar de cuetes y ensordecedores gritos de ánimo, poco a poco es conducido al lugar de la ceremonia por los entusiastas republicanos, refrescados con la chicha de jora y la hoja de coca, y animados por la acompasada música que el cajero, el chiroco, toca sin parar.

Una vez llegados al sitio donde será levantado, es pintado con los colores de la bandera peruana. Al mediodía se sirve el almuerzo, consistente en patasca: arroz, papa aderezada, el mote o maíz sancochado y la carne de res. A primeras horas de la tarde, la bandera es paseada por las autoridades, padrinos e invitados alrededor del perímetro de la Plaza de Armas, culminando en el lugar de la ceremonia, clavando en la parte superior del madero, el emblema patrio de hasta treinta metros donada por algún devoto de la Virgen de Alta Gracia, con franjas cosidas horizontalmente, para una vez estar en las alturas, resistir los fuerte embates del viento. Por la tarde nuevamente se consume chicha de jora y se chaccha la coca; en tanto, los campesinos dan inicio al trabajo de izar el madero, en un profundo hoyo previamente abierto.

Los comisarios, tanto de la parte alta como de la parte baja, dirigen a sus partidarios, los arengan y brindan ánimos. El levantamiento se inicia utilizando las tijeras, palos más pequeños, amarrados en la parte superior y que sirven de soportes a medida que el madero va siendo introducido y levantándose cuán grande es. Hay tijeras grandes, medianas y pequeñas. También son atadas gruesas y largas sogas, siendo jaladas por centenares de republicanos, quienes “echan toda su juerza”, sobre todo en la parte intermedia y final de la ceremonia, cuando el madero alcanza unos sesenta grados y está a punto de ser izado La ceremonia demora varias horas, dependiendo del peso y tamaño del madero, así como de la fuerza y empeño que los republicanos pongan en la dura faena.

Las investigaciones arqueológicas han establecido que dicha ceremonia era realizada por los antiguos wamachukos en los galones nichados de Markahuamachuco, como homenaje a la tierra, a la fertilidad, en donde el madero adquiere las características de un falo que al penetrar en la Pachamama, elemento femenino la fertiliza para que de nuevos frutos. Alguna vez conversando con Alfonsina Barrionuevo planteó la interpretación de que el madero representa la unión, la comunión del hombre andino con el cosmos. Es indudable también observar aquí, un culto a la Virgen de Alta Gracia, constituyendo una fusión, un sincretismo religioso, propio de un largo proceso de mestizaje. El caso es que ser testigo de este ancestral rito es realmente conmovedor, da inicio a la Feria Patronal de homenaje a la Virgen de Alta Gracia, declarada oficialmente Patrimonio Cultural de la Nación con fecha 25 julio del 2011, pero es menester que en un futuro próximo consiga el reconocimiento como Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la UNESCO.