sábado, 21 de marzo de 2015

Incomunicación telefónica



Por: César Lévano

Esta es una protesta que supongo comparten miles de personas. Ayer, en vista de que se me anunció el agotamiento de mi saldo en Movistar, mandé a pagar una recarga. En dos centros de atención se negaron a recibir mi pago, aunque dijeron que no tenía deuda atrasada. Pidieron que llamara al 104.

Llamé a esa línea y me contestó una voz grabada que mencionó diversos números, según los casos: reparaciones, restablecimiento de línea, etcétera. Todo con una enumeración acelerada, que no permite apuntar el anexo recomendado. Lo penoso es que en ninguna de las categorías entra mi caso. Yo tenía urgencia de comunicarme con la Universidad Mayor de San Marcos y con el diario. Imposible.

No es mi única queja. Más de una vez me ha ocurrido que marco un número, y en el teclado aparece: “No permitido”. Insisto con ese mismo número, porque sé que sí funciona, y después de una pérdida de tiempo, resulta que sí está permitido.

En otras ocasiones la voz automática decreta: “ese teléfono no existe”. Pero yo sé que existe. Lo sé, porque es mi propio celular por cuyo uso pago una suma considerable al mes.

Otro “accidente” repetido es que la voz corta mi llamada para indicarme que la grabación ha fallado, y que vuelva a llamar para grabar correctamente. ¿Chuponeo sin autorización de juez?

En una ocasión llamé a una amiga, pero entró una ruda voz de varón que dijo: “Así no se puede trabajar. No está grabando bien”. Se quejaba sin duda del equipo de interceptación que empleaba.

Podría seguir exhibiendo otras desventuras telefónicas. Por ejemplo, hace unas semanas carecí del servicio durante diez días, creo que por atraso en el pago. Pero la factura no se alteró.

Algo peor me ocurrió a fines de 2011 y comienzos de 2012, cuando la empresa me estuvo cobrando por partida doble el mismo servicio: a nombre de mi esposa, fallecida en setiembre del 2011, y a mi nombre. Denuncié en esta columna el fenómeno y hasta recurrí a una pincelada romántica: ya que mi amada seguía hablando por teléfono después de muerta, por qué no me habían conectado con ella, para escuchar de nuevo su voz de dulzura infinita.

La empresa reconoció su error y hasta me pidió disculpas.

¿Devolución del pago indebido? Manan. Las comunicaciones de ultratumba no están tarifadas, supongo.

Más de una vez he dicho a mis amigos más cercanos –que son pocos pero son– que me agradaría vivir en un mundo en el que no existieran teléfonos, para evitar la desgracia de que me llamen todo el día, muchas veces por gusto.

Entretanto, en esta era de la tecnología, permanezco incomunicado, y no sé a quién recurrir. Por eso lanzo este SOS.(diario uno)