" AÑO DEL BICENTENARIO, DE LA CONSOLIDACIÓN DE NUESTRA INDEPENDENCIA, Y DE LA CONMEMORACIÓN DE LAS HEROICAS BATALLAS DE JUNÍN Y AYACUCHO "

domingo, 22 de agosto de 2010

EL TUNANTE AUN VIVE


Por: Luis Peña Rebaza

Abelardo Gamarra Rondo, un destacadao periodista, sagaz político, compositor y escritor costumbrista, nacido en 1850 en el acogedor distrito de Sarín, uno de los ocho distritos de la provincia de Sánchez Carrión, por lo general solamente es conocido y reconocido por haber sido quien bautizó como "Marinera" a nuestro baile nacional que tiene diversos orígenes. Según palabras del propio Gamarra: "El baile más popular de nuestros tiempos se conoce con diferentes nombres, se llama tondero, Mozamala, Resbalosa, Baile de Tierra Zangureña. Hata el año 1879 era más generalizado llamarla Chilena, una vez declarada la guerra entre Perú y Chile, creímos impropio mantener en boca del pueblo, en sus momentos de expansión, semejante título". Así aparece el nombre de marinera, inspirado por las correrías y hazañas del monitor "Huáscar" y su almirante Miguel Grau.
Pero, es necesario reconocer que, Abelardo Gamarra, debe trascender mucho más allá. Según palabras de Jorge Basadre, "un escritor periodista y un periodista escritor". También, en sus "7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana", Mariátegui nos dice: "Gamarra es uno de nuestros literatos más representativos. Es, en nuestra literatura escencialmente capitalina, el escritor que con más pureza traduce y expresa a las provincias. Tiene su prosa reminiscencias indígenas. Ricardo Palma es un criollo de Lima ; el Tunante es un criollo de la sierra. La raíz india está viva en su arte jaranero". Así, entre sus libros figuran: "El tunante en camisa de once varas" (1876), "Detrás de la cruz, el diablo" (1877), "Novenario del El Tunante" (1885), "La batalla de Huamachuco" (1886), "Costumbres del Interior" (1888), "Rasgos de Pluma" (1889), "Algo del Perú y mucho de Pelagatos" (1905), "Artículos de costumbres" (1910), "Lima al comenzar el siglo XX" (1911), "Cien años de vida perdularia" (1921).
En Tal sentido, es un imperativo moral propiciar que las nuevas generaciones lo conozcan, reivindiquen su mensaje y pensamiento a raíz de sus contestarias ideas plasmadas en la risa zumbona, el juicio agudo y socarrón que gustosos podemos leer en sus libros, ensayos y artículos satíricos donde, empleando un estilo muy particular, señala los mil y un defectos de algunas instituciones y personajes públicos atornillados eternamentes al poder.
Al respecto, son memorables sus pinceladas sobre la cuestionada actuación del Poder Judicial en la figura de Juan Pichón quien:" es como el jefe de numerosa cuadrilla de bandoleros, no tiene más ideal que sus vicios y personifica en la provincia todas las corrupciones..." o también la función de un Ministro de Estado:"...en el fondo es un buen sujeto que sube modestamente o a llenar el hueco de un sillón, empotrar la parentela y ladearse para una de las mil canonjías en que viven y reinan los que designamos con el calificativo de rumiantes...".
Asimismo, sobre las disputadas candidaturas para permanecer sentado y hasta dormitando en el Congreso limeño, las cuales pronto nos invadirán y a las que califica como negocito redondo: "...es uno de esos filones que durante no pocos años pueden ser explotados maravillosamente... se arriesga el pelo y, el bienestar queda asegurado para los que pertenecen a la familia del feliz empresario hasta la milésima y última generación..."
Y, continúa con los desprestigiados congresistas, el "mataperro", la "robaluz", la "lavapies", "el comepollo" y otros engendros de igual o peor calaña de estos tiempos, aquellos desaprobados por más del noventa por ciento de la población, a quienes les recuerda que cumplan a cabalidad sus funciones y no simplementen partan a asumir su apetecible cargo, como "una langosta de campo árido a los floridos sembrados de una tierra de promisión"...
Tal como ud. corrobar estimado lector, después de un siglo de formuladas sus originales sátiras, cualquier parecido con la realidad... solo es pura coicidencia.
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