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domingo, 24 de marzo de 2019

César Lévano: Adiós al maestro del periodismo

Una vida intensa. A los 92 años falleció ayer un guía de varias generaciones de periodistas, devoto de la poesía y la prosa literaria; seguidor de la música criolla, amigo de cronistas, artistas y bohemios; un historiador de las gestas del movimiento obrero y un hombre de izquierda. Vencido por la edad ya descansa en paz, pero hasta sus últimos años no dejó de hacer lo que era su pasión: la lectura y escribir.

Redacción: Carlos Páucar

Si algo hay que reprocharle al maestro de tantas generaciones de reporteros es que si bien les transmitió la pasión por las letras, por hacer periodismo que no calla ni se amedrenta, por utilizar una prosa clara y directa, no les enseñó a superar la tristeza de su partida, a comprender el enorme vacío que deja su ausencia.

Don César Lévano falleció ayer a los 92 años de edad.

Al conocerse su deceso, confirmado por su hija Soledad, numerosos alumnos, lectores y admiradores de su labor periodística le dedicaron en las redes sociales sentidas palabras de agradecimiento y despedida.

El pesar por su adiós confirma que si bien todos recorremos el camino de la vida, pocos dejamos huellas en ella, como Lévano lo hizo.

Semblanzas, anécdotas, enseñanzas. Su prédica por un periodismo sin concesiones, su compromiso con la búsqueda de la verdad. Su amor por la poesía, por la música peruana. Su devoción por Natalia –el gran amor de su vida– y por sus hijos. El luto se tomó la web para despedir a uno de los íconos del periodismo peruano.

Sabio y humilde

El periodista Jorge Sandoval confesó ayer mismo: “Fue un incansable y tenaz defensor de sus ideas. Lévano no solo supo del sabor amargo de las prisiones y persecuciones políticas, sino también del doloroso destierro. Quienes trabajamos con él no podíamos dejar de admirarlo por su talento, su cultura, la seriedad de sus investigaciones y el rigor de sus análisis”.

El profesor Ramiro Escobar recordó “su vastísima cultura, su sentido del humor y su dominio del idioma alemán. Y por supuesto su consecuencia política izquierdista, a la que nunca renunció y por la que fue muy respetado. Siempre se enorgulleció de contar que su primer vínculo con el periodismo consistió en ser canillita. Maestro y amigo, sabio y humilde, a quien extrañaré”.

Un alumno, en el anonimato de la web, reveló ayer una imagen impregnada de su paso por la Universidad de San Marcos. Lentamente, ayudado por su bastón, Edmundo Dante Lévano La Rosa cruzaba el extenso Patio de Letras dirigiéndose hacia las aulas de periodismo. Los que sabían que ya era una leyenda de la prensa peruana lo miraban con veneración, lo saludaban con respeto. “Yo me acercaba para acompañarlo, era mi ritual de todos los días”, refiere, emocionado.

Otro discípulo suyo, el periodista Paco Moreno, autor de la biografía “Rebelde sin pausa. Una entrevista viajera con César Lévano”, lo recordó.

“Estuvimos juntos en varias redacciones, estuvimos, como decía él, en las buenas, en las malas y en las pésimas. Jamás perdió ante la adversidad y su alegría, su humor, su ironía fina, siempre triunfaron en las calles de sus tiempos infantiles y juveniles, en su colegio nocturno, en los pisos fríos de diversas cárceles a las cuales llegó por defender ideas, combatir contra corruptos y luchar por derechos de las mayorías”, refiere, vencido por la tristeza.

La hija del compositor Manuel Acosta Ojeda, gran amigo de Lévano, compañero de extensas noches de bohemia, escribió ayer: “Se ha ido el Amauta, el compañero, que partió con la antorcha de la aurora... Buen viaje, maestro César Lévano. Te quiero hasta el infinito. Salúdame al monarca”.

Una de sus mejores alumnas, Maritza Espinoza, también se refirió a su fallecimiento: “Adiós, profe Lévano. Nunca sabrá todo lo que me enseñó. Si hubiera un cielo (en el que nunca creyó), usted estaría primerito en la fila. Así fue su vida de honesta y coherente”.

El periodista Héctor Perona sintió la partida de Lévano “a quien muchos considerábamos como una leyenda viva del periodismo nacional, siento orgullo de haber trabajado con él... paz eterna al gran maestro”.

Manuelcha Prado, el saqra de la guitarra andina, confiesa: “Gloria eterna al insigne maestro Lévano. El espíritu combativo de la pluma, lúcido polemista, ejemplo de juventudes. Descansa en paz gran maestro, junto a tu querida Natalia”.

En La Casona sanmarquina

Los restos del periodista, poeta, amante de la literatura, catedrático, protagonista de tantas redacciones periodísticas, llegaron ayer por la tarde a La Casona de San Marcos, para su velatorio. Allí se recordó que hace apenas unas semanas atrás presentó en la Casa Museo José Carlos Mariátegui, con lleno total, su último libro Las Ocho Horas: la historia real de una conquista exclusivamente obrera, valioso aporte a las gestas de los trabajadores peruanos.

Y también se mencionó que hace un año recibió el “Premio Fundación Gustavo Mohme Llona a la Trayectoria Periodística”, en una emotiva ceremonia donde asistieron hombres y mujeres de prensa, artistas, luchadores sociales, sus amigos y familiares. Aquel día rememoró su paso por el diario La República, donde fue reportero y editor del suplemento Domingo.

En La Casona sus seguidores no dejaron de recordar los talentos de Lévano, pues fue uno de los periodistas que mejor manejaba los distintos géneros periodísticos con destreza. Le entregó al periodismo crónicas memorables, entrevistas y, en los últimos años, destacó por sus columnas, donde derrochó ejemplos de concisión, contundencia y claridad de ideas.

En esos textos de opinión se mostró como un duro crítico de la corrupción, de la clase política sin norte, de la injusticia social, todo a lo cual dedicó varias columnas. Y también hizo espacio para su afición por el arte en todas su expresiones.

En los últimos tiempos, dos de sus columnas más comentadas fueron las que dedicó al adiós de su amada Natalia y otra para su hijo fallecido. “Mis mejores amigos me consuelan diciendo que ahora Rainer está junto a su madre adorada. Pero el llanto no sabe de consuelo. Perdonen la tristeza”.

En su velorio, donde abundaron los arreglos florales de varios gremios, de líderes sociales, de las distintas promociones sanmarquinas, también se recordó su amistad indeclinable con grandes del oficio periodístico como Doris Gibson, César Hildebrandt y Víctor Hurtado; con músicos de la talla de Manuel Acosta Ojeda y Carlos Hayre; poetas como Juan Gonzalo Rose y César Calvo. Y por supuesto se recordó su gran trayectoria en la revista Caretas, Última Hora, France Press, La Prensa, Marka, Pulso, La República, Sí, Antena Uno, Diario Uno, Perfil.

En todos esos espacios hizo escuela. Varias generaciones de reporteros tomaron sus consejos y estuvieron atentos a sus experiencias, que él contaba con voz pausada y calma. Todos oían sus relatos donde solía mezclar sabiduría y humor de pueblo. Hoy seguirá el velatorio en La Casona, mañana recibirá un homenaje en el Colegio de Periodistas, y el lunes será el entierro, en un lugar por definir.

Lo cierto es que el periodismo ha perdido a un maestro admirable. Los reporteros un guía. Los sanmarquinos un formador. Y la palabra alguien que la supo cultivar en su belleza.

Descanse en paz, don César. (la república)