Siete de cada 10 peruanos no pudieron atenderse en un establecimiento de salud.
Las cifras muestran el déficit de atención en salud que muestra el país. Es clamoroso que 7 de cada 10 peruanos no logren atención médica pese a necesitarla. Según datos del Banco Mundial, basados en la Encuesta de Hogares del INEI, se ha establecido que, pese a estar afiliados a algún sistema de salud, no reciben la atención oportuna y de calidad que requieren.
¿Qué demuestran estas cifras de la precariedad en la que se maneja especialmente el Minsa? Que los peruanos no acceden al sistema de salud que requieren y se encuentran a su suerte, porque la afiliación es solo una cuestión de papel y membrete; no hay realidad.
Por ello, cuando Dina Boluarte señaló que los peruanos nos encontrábamos inscritos en uno u otro sistema de salud, con una cobertura del 99%, solo estaba lanzando una broma macabra, que se hizo ostensible en la pandemia, pero con la necesidad de atención más allá del covid, en esta etapa de pospandemia, ha mostrado su rostro más inhumano.
El SIS es un cascarón sin mayor infraestructura, médicos o medicinas. En el hospital Carrión, hoy un paciente coronario agoniza por falta de recursos. Hay una lista de espera de hasta 6 meses para obtener un marcapasos. En el resto de hospitales de Lima también hay una carestía de estos productos. A la familia la responsabilizan de la muerte del enfermo si es que no logra adquirir en el sistema privado el dispositivo del que depende su vida, cuyo valor supera los 2.000 dólares.
Es evidente que una persona carente de recursos es la que mayormente pertenece al SIS. Si no recibe atención médica especializada por exceso de espera, y además cuando lo logra, no accede a la medicina o a la operación o al dispositivo que requiere, no va a subsistir. Y de eso no puede responsabilizarse a la familia. El Estado está fallando en uno de sus compromisos centrales, que es el de garantizar la salud de los peruanos, en especial los de menores recursos.
Si el 52% de los centros de salud primaria carece de médicos y el 98% no tiene la infraestructura adecuada ni los aparatos necesarios para garantizar una buena atención, salta a la vista que se están desperdigando los pocos recursos existentes.
De los 25.000 establecimientos de salud con que se cuenta, se deberían priorizar los estratégicos, mientras se define de una vez el intercambio de prestaciones. La apuesta debe ser mejorar la calidad de la cobertura para garantizar una salud óptima para todos.