Canal del Estado quiso acallar la voz crítica de la Iglesia Católica.
¿Qué ocurre con el canal del Estado para que quiera censurar una liturgia dominical? Una misa concelebrada con el emisario del papa Francisco y el arzobispo de Lima estuvo a punto de desaparecer de las pantallas de TV Perú, sin otro motivo que una agenda presidencial recargada.
Ese rito dominical se ha venido transmitiendo los últimos años y ha acompañado la vida de muchos fieles católicos, impedidos de participar físicamente en esta solemnidad litúrgica debido a la pandemia y sus secuelas.
El arzobispo Castillo, en esta ocasión de festejo patrio, concelebró la misa con Jordi Bertomeu, el representante del papa Bergoglio enviado por el Vaticano para investigar los temas del Sodalicio de Vida Cristiana, agrupación peruana acusada de graves violaciones contra sus integrantes.
El canal del Estado le avisó al Arzobispado que por la recargada agenda presidencial no transmitiría en directo la misa. La institución católica acusó recibo y envío enlaces para que se le pudiera seguir sin problemas por internet. Parecía una respuesta del Gobierno a una posición crítica de la Iglesia, que ha hecho sentir su protesta y su adhesión a las víctimas de la represión policial en sendas intervenciones, tanto del arzobispo como del representante del papa.
El arzobispo Castillo ya ha fijado su posición por los presuntos crímenes cometidos por las fuerzas del orden en las protestas de fin del año pasado e inicio del actual. Dice que no se puede ser un mero espectador de la violencia, que se debe exigir justicia para las víctimas y que es obligación de las autoridades lograrla.
El nuncio apostólico, Paolo Rocco Gualtieri, fue muy claro en el saludo de las autoridades diplomáticas en el Año Nuevo. “Ignorar la existencia de los derechos de los demás tarde o temprano provoca alguna forma de violencia inesperada”, dijo, refiriéndose a las protestas que ocurrían en paralelo a las celebraciones oficiales, en ese momento.
Esas voces críticas que encarnan a la Iglesia católica y también a las de los representantes demócratas en el Congreso estadounidense no pueden ser acalladas por un canal estatal conducido por una fan de la presidenta. Es una pretensión temeraria y algo infantil, aun más en tiempos de inteligencia artificial y redes sociales. Que los policías golpeen a los comunicadores para evitar que se conozca la verdad parece igual de necio.