Ira y frustración. Llegó de Huánuco, vendía salchipapas, le gustaban las armas y que lo llamaran "gringo". Según especialista, era "paranoico y anormal".
Escribe:Edgar Gamboa
Para muchos de sus clientes, Eduardo Glicerio Romero Naupay (32) era un migrante colombiano que buscaba un futuro en nuestro país. Así se mostraba el hombre de tez clara, atlético y tatuado que los atendía en su puesto de hamburguesas y salchipapas en Los Olivos, a quien le gustaba además que lo llamaran "gringo". "Ese era su gancho", comenta un vecino de la cuadra 13 de la avenida Antúnez de Mayolo.
En ese lugar, el joven natural de Huánuco estableció su negocio hace varios meses y, al parecer, no le iba mal. Ninguno de los comensales que se reunían a diario frente su carrito sanguchero podía imaginar que ese amable 'parcero' –como lo conocían– se convertiría en un asesino múltiple, responsable de la muerte de cuatro personas en un centro comercial.
Pero detrás de la imagen jovial y emprendedora que trasmitía Romero para atraer clientes, se ocultaba un hombre atormentado, que en más de una ocasión manifestó a sus familiares estar harto de la vida que llevaba y que publicaba mensajes e imágenes violentas en sus redes sociales. Incluso, hacía alarde de las armas que poseía.
Su padre se suicidó
La vida de Romero Naupay no estuvo ajena a las desgracias. En el 2010, su padre se suicidó ingiriendo veneno en su casa del distrito de Ripán, en la provincia huanuqueña de Dos de Mayo. Este hecho habría marcado negativamente a Eduardo Glicerio, quien para entonces ya se encontraba viviendo en Lima.
"Eduardo era el único hijo varón. Tiene cinco hermanas, dos viven en Huánuco. Cuando terminó la secundaria, se mudó a Lima e hizo el servicio militar en la Marina, ahí obtuvo su licencia para portar armas y posteriormente estuvo trabajando como vigilante", contó uno de sus cuñados.
Según su familiar, el ahora fallecido siempre se mostró como una persona retraída, cercano a sus hermanas y sobrinos, a los que visitaba con cierta frecuencia. "Él era soltero y no tenía hijos. Solo trabajaba para sus gastos y para ayudar a la familia. Todos estamos sentidos por lo que ha pasado, no podemos creer lo que hizo", comentó.
A pesar de las publicaciones en las que expresaba su admiración por sujetos al margen de la ley, como Gerald Oropeza, o en las que mostraba sus pistolas, a las que se refería como "mis ladys", nadie en su familia imaginó que fuera a lastimar a alguien.
Ayer por la tarde, durante el retiro de sus restos de la Morgue de Lima, solo atinaron a disculparse y no quisieron declarar más sobre él. "Sabemos que ha cometido un crimen y que murió gente inocente, solo podemos pedirles perdón a sus familias", expresaron acongojados.
Versiones
En la avenida Antúnez de Mayolo, otros vendedores ambulantes denunciaron que empleados de fiscalización de la municipalidad de Los Olivos les cobran cupos a cambio de dejarlos trabajar y no desalojarlos. Esta situación, aseguran, desencadenó la ira de Eduardo Romero.
"Todos los días vienen y nos venden unos boletos, si no pagamos, en la noche nos desalojan. Él (Romero) ya estaba harto de esta situación. No soportó que lo dejen sin trabajo", contó la comerciante Ana Fernández.
De esto también estaban al tanto los deudos de Eduardo Romero. "Sí, él nos contó que no lo dejaban trabajar y que le cobraban para no desalojarlo", respondieron, sin entrar en mayores detalles, a su salida de la morgue.
Esta suma de frustraciones y hostigamientos habría enloquecido al aficionado a las motos y al doom metal, subgénero que, según los conocedores, es el más melancólico, lento y pesado de esta clase de música instrumental. (la república)