Por: Dionicio Mantilla León
Durante los meses de enero a marzo, en la Costa, gozamos de un clima benigno y placentero. Gozamos de las bondades de un esplendoroso sol y un ambiente colmado de una suave brisa por estar la ciudad de Trujillo muy cerca al Océano Pacífico; sin embargo, de cuando en cuando una pequeña garúa nos sorprende y nos refresca haciéndonos recordar a las lluvias que también, más allá, a 50 kilómetros hacia el interior, al este de Trujillo caen en la serranía de nuestra región. Una zona andina en donde anidan hermosos valles surcados por bulliciosos ríos, que nutren a frondosas y verdes praderas rodeadas de lomas y cerros y, también, una zona alta cuyo suelo se cubre de ichus y cactus, en donde mansamente deambulan loa sorprendentes camélidos.
Es la sierra de nuestra región que durante estos meses, a la inversa del clima veraniego de la costa, se cubre de torrenciales lluvias a veces transformadas en tormentas es decir acompañadas de rayos, truenos y relámpagos o a veces de gigantescos granizos dejando a su paso si bien la vivificante esperanza en los agricultores y el riego de sus sembríos, cuando se torna excesivo produce la angustia y el pánico de los pueblos andinos por los desmanes que a su paso van dejando en sembríos, viviendas, puentes, caminos; acompañados, a veces, de pérdidas de vidas humanas. Todo ello agravado por el desborde de los ríos que bajan de las heladas punas.
Un cuadro sorprendente graficado por las indetenibles y furiosas manos de la naturaleza que por un lado siembran esperanza y, por otro, exhiben destrucción y terror. Destrucción y terror que se podrían disminuir o eliminar si las autoridades comunales pusieran en práctica aquella saludable virtud de la prevención. Destrucción y terror que, sobre todo en estos últimos días, viene asolando el ande liberteño desde los pueblos de la provincia de Otusco, hasta los de Bolívar y Pataz, pasando por los de Sánchez Carrión y Santiago de Chuco y, más al norte, de la provincia de Gran Chimú.
En esta oportunidad las fuertes lluvias y desborde de los ríos vienen afectando a pueblos enteros, sembríos y trochas carrozables dejando aislados a buen número de ellos. En el caso de nuestra provincia se conoce que ha afectado a las comunidades del Distrito de Sarín entre ellos el mismo pueblo de Sarín, San Bernardo, Moyán, Cerpaquino, Mullate, Cochás y otros pueblos cercanos a los ríos. Pero el pueblo mayormente afectado es el de Moyán el mismo que corre el riesgo de desaparecer tal como así lo informa el Alcalde Distrital de Sarín, Rafael Calderón Martell, autoridad que viene urgiendo al Gobierno Regional y Ministerio de Vivienda la construcción de la segunda etapa de la defensa ribereña del río Sarín, carencia que ha propiciado la destrucción de los pueblos al sur de Sarín, conociéndose del viaje que efectuará una delegación de autoridades sarineras envabezada por su burgomaestre a Trujillo en busca de ayuda con maquinaria.
Afectación semejante se viene produciendo al este de nuestra provincia, como es el caso del caserío de Calemar, sobre el río Marañón; asimismo, el puente de Chagual y el caserío de Vijus, en Pataz, entre otros más.
Sin lugar a dudas, las tareas de prevención como son: la limpieza de los cauces de los ríos, la construcción de defensas ribereñas en las zonas de mayor riesgo y el mejoramiento de caminos y carreteras es la clave para evitar los desastres que se vienen produciendo en el ande liberteño. Una tarea de prevención que debe ser aplicada en tiempos de verano y no en tiempos de lluvia. Aun así, urge que las autoridades de Defensa Civil a nivel regional y provincial actúen con la premura y la diligencia del caso llevando el socorro pertinente.