Por: Luis Peña Rebaza
Algunos extractos de la trascendental: “Carta al editor de El Correo mercantil, político y literario, sobre la forma de gobierno conveniente al Perú”, nos permiten ratificar la plena vigencia del visionario pensamiento político e ideológico de nuestro Tribuno.
Próximos a cumplir doscientos años de vida republicana podemos reafirmar que, como nación aun no hemos sido capaces de superar ancestrales problemas pues: “… muy poco habríamos adelantado en la gloriosa carrera de nuestra libertad, si ocupados solo en detestar la realidad, no nos precautelásemos también de los fatales resultados de una república mal constituida”.
Sin duda, nuestra república peruana nació arrastrando consigo una serie de lacras que se reflejaron y afloraron en los dominantes militarismos que fungiendo de estadistas, en mala hora dirigieron los destinos del país. Así, más de cincuenta años después de proclamada la independencia, recién en 1872 tuvimos el primer presidente civil, Manuel Pardo. Los amargos frutos de estos mediocres gobiernos fueron las derrotas en la guerra de la Confederación Peruano Boliviana y luego la traumática Guerra del Pacifico.
“Pero ¿Con solo desear, pedir y reformar república ya somos libres, grandes, prósperos y felices? ¿Con solo tener parte en la elección de la autoridad suprema y verla rotar por entre estas y las otras manos, ya tocamos la cumbre de nuestra fortuna nacional, ya fincamos la paz en nuestro clima?
Para desgracia nuestra y del país, Sánchez Carrión falleció prematuramente, 38 años de edad, en circunstancias harto dudosas es necesario decirlo, la clase política que lo sobrevivió no estuvo a la altura del enorme desafío histórico que implicaba la ardua tarea de levantar una república, luego de casi trescientos años de dominación colonial. Políticos descendientes de una casta oligárquica sin un carácter militar como la de Esparta, tampoco apegada a la tierra ni familiarizada con la autoridad como la de Roma o Inglaterra ni menos había acaparado el gobierno como la de Venecia. Con tales características, solo podía recibir el calificativo de casta parasitaria que, jamás tuvo la capacidad y valentía de asumir su misión de dirigir los destinos de la patria.
Esa oligarquía dominante, racista y discriminadora, fue incapaz de entender que: “Una nación no es más, que una gran familia, dividida y subdividida en muchas; cada uno saque la consecuencia y haga las aplicaciones”
En consecuencia, como reflejo de este caos reinante, desde que nos constituimos en nación independiente hasta el momento actual hemos tenido una docena o más de constituciones, incluso la cuenta se ha perdido. La teoría de los tres poderes formulada por Montesquieu, planteaba la autonomía e independencia de dichos poderes para así garantizar el equilibrio justo y democrático, entendiendo que: “La distinción de poderes, muelle real de la administración civil, es un descubrimiento tan importante y peregrino en ella, como el de las leyes de Kepler en el sistema planetario”. Lamentablemente, encontramos que, a menudo, el poder Legislativo y el Judicial reptan y viven a expensas de los caprichos y decisiones del Ejecutivo, levantando o bajando la cerviz y la mano, de acuerdo a los dictados de Palacio de Gobierno.
Entonces, la historia que no nos rebela es el simple coletazo de un perro faldero; en tal sentido, debemos reconocer que somos una nación donde tampoco se ha consolidado un régimen democrático que sea duradero y estable. Los abundantes y malacostumbrados golpes y autogolpes de Estado reflejan esa inestabilidad y “… la anarquía y el despotismo, que a su vez son causa y efecto uno de otro, es en los países libres el terrible enemigo de la libertad”
Ese despotismo que muchos peruanos extrañan, por eso anhelan y sueñan con el regreso de sátrapas criollos, dictadores corruptos o de sus herederos, a fin de seguir pisoteando la dignidad y las leyes y despilfarrando entre sus familiares y allegados el erario público, tal como si se tratase de su chacra.
Y, ¿qué decir de la corrupción que observamos desde las más altas esferas de gobierno y autoridades?, de aquellos faenones que, a menudo, ocupan las primeras planas y nos avergüenzan ante el mundo.
Faenones ante los cuales un complaciente, servil y cómplice Poder Judicial se hace el ciego y sordo. Así, en vista de tan pésimo ejemplo: “La moralidad civil, comienza a relajarse desde el momento en que nace la esperanza de quedar impune un delincuente; porque la justicia de la ley, hablando propiamente, consiste en su inflexible cumplimiento”
Soy un convencido que, en el bicentenario que se acerca, el mejor, y, sobre todo, más sincero homenaje a la patria y, por ende, a la memoria de nuestro inmortal paisano Sánchez Carrión, debe ser una nación más justa, más democrática y honesta. Roguemos a Dios para se impongan la razón y la cordura y que nunca volvamos a caer bajo el embrujo de los demagogos y piquitos de oro, pues jamás debemos olvidar que: “Nos equivocamos miserablemente, si el mágico sonido de la voz y no la sustancia ha de entretenernos.”.
Finalmente, recordemos que Sánchez Carrión nació para clamar en público contra los vicios de la administración; para contener al despotismo, para enseñar al pueblo sus verdaderos intereses y animarle a reclamar sus imprescriptibles derechos.(http://conlafeylaverdad.blogspot.com/)
Algunos extractos de la trascendental: “Carta al editor de El Correo mercantil, político y literario, sobre la forma de gobierno conveniente al Perú”, nos permiten ratificar la plena vigencia del visionario pensamiento político e ideológico de nuestro Tribuno.
Próximos a cumplir doscientos años de vida republicana podemos reafirmar que, como nación aun no hemos sido capaces de superar ancestrales problemas pues: “… muy poco habríamos adelantado en la gloriosa carrera de nuestra libertad, si ocupados solo en detestar la realidad, no nos precautelásemos también de los fatales resultados de una república mal constituida”.
Sin duda, nuestra república peruana nació arrastrando consigo una serie de lacras que se reflejaron y afloraron en los dominantes militarismos que fungiendo de estadistas, en mala hora dirigieron los destinos del país. Así, más de cincuenta años después de proclamada la independencia, recién en 1872 tuvimos el primer presidente civil, Manuel Pardo. Los amargos frutos de estos mediocres gobiernos fueron las derrotas en la guerra de la Confederación Peruano Boliviana y luego la traumática Guerra del Pacifico.
“Pero ¿Con solo desear, pedir y reformar república ya somos libres, grandes, prósperos y felices? ¿Con solo tener parte en la elección de la autoridad suprema y verla rotar por entre estas y las otras manos, ya tocamos la cumbre de nuestra fortuna nacional, ya fincamos la paz en nuestro clima?
Para desgracia nuestra y del país, Sánchez Carrión falleció prematuramente, 38 años de edad, en circunstancias harto dudosas es necesario decirlo, la clase política que lo sobrevivió no estuvo a la altura del enorme desafío histórico que implicaba la ardua tarea de levantar una república, luego de casi trescientos años de dominación colonial. Políticos descendientes de una casta oligárquica sin un carácter militar como la de Esparta, tampoco apegada a la tierra ni familiarizada con la autoridad como la de Roma o Inglaterra ni menos había acaparado el gobierno como la de Venecia. Con tales características, solo podía recibir el calificativo de casta parasitaria que, jamás tuvo la capacidad y valentía de asumir su misión de dirigir los destinos de la patria.
Esa oligarquía dominante, racista y discriminadora, fue incapaz de entender que: “Una nación no es más, que una gran familia, dividida y subdividida en muchas; cada uno saque la consecuencia y haga las aplicaciones”
En consecuencia, como reflejo de este caos reinante, desde que nos constituimos en nación independiente hasta el momento actual hemos tenido una docena o más de constituciones, incluso la cuenta se ha perdido. La teoría de los tres poderes formulada por Montesquieu, planteaba la autonomía e independencia de dichos poderes para así garantizar el equilibrio justo y democrático, entendiendo que: “La distinción de poderes, muelle real de la administración civil, es un descubrimiento tan importante y peregrino en ella, como el de las leyes de Kepler en el sistema planetario”. Lamentablemente, encontramos que, a menudo, el poder Legislativo y el Judicial reptan y viven a expensas de los caprichos y decisiones del Ejecutivo, levantando o bajando la cerviz y la mano, de acuerdo a los dictados de Palacio de Gobierno.
Entonces, la historia que no nos rebela es el simple coletazo de un perro faldero; en tal sentido, debemos reconocer que somos una nación donde tampoco se ha consolidado un régimen democrático que sea duradero y estable. Los abundantes y malacostumbrados golpes y autogolpes de Estado reflejan esa inestabilidad y “… la anarquía y el despotismo, que a su vez son causa y efecto uno de otro, es en los países libres el terrible enemigo de la libertad”
Ese despotismo que muchos peruanos extrañan, por eso anhelan y sueñan con el regreso de sátrapas criollos, dictadores corruptos o de sus herederos, a fin de seguir pisoteando la dignidad y las leyes y despilfarrando entre sus familiares y allegados el erario público, tal como si se tratase de su chacra.
Y, ¿qué decir de la corrupción que observamos desde las más altas esferas de gobierno y autoridades?, de aquellos faenones que, a menudo, ocupan las primeras planas y nos avergüenzan ante el mundo.
Faenones ante los cuales un complaciente, servil y cómplice Poder Judicial se hace el ciego y sordo. Así, en vista de tan pésimo ejemplo: “La moralidad civil, comienza a relajarse desde el momento en que nace la esperanza de quedar impune un delincuente; porque la justicia de la ley, hablando propiamente, consiste en su inflexible cumplimiento”
Soy un convencido que, en el bicentenario que se acerca, el mejor, y, sobre todo, más sincero homenaje a la patria y, por ende, a la memoria de nuestro inmortal paisano Sánchez Carrión, debe ser una nación más justa, más democrática y honesta. Roguemos a Dios para se impongan la razón y la cordura y que nunca volvamos a caer bajo el embrujo de los demagogos y piquitos de oro, pues jamás debemos olvidar que: “Nos equivocamos miserablemente, si el mágico sonido de la voz y no la sustancia ha de entretenernos.”.
Finalmente, recordemos que Sánchez Carrión nació para clamar en público contra los vicios de la administración; para contener al despotismo, para enseñar al pueblo sus verdaderos intereses y animarle a reclamar sus imprescriptibles derechos.(http://conlafeylaverdad.blogspot.com/)