Regresar a vivir después de 15 años a la tierra donde uno ha crecido y vivido puede ser muchas veces una felicidad, otras veces de repente una pesadilla.
La primera impresión que tuve al llegar a Huamachuco es que parecía una ciudad bombardeada y que acababa de salir de una guerra. La hermosa plaza de armas de antaño totalmente abandonada, con sus calles por pavimentar, casas derrumbadas y en construcción sin ningún criterio de lo que significa el Centro histórico y la conservación de años de historia, arquitectura, la calamina que reemplaza a la teja, el ladrillo al adobe, el cemento a la tierra.
Hasta ahora la empresa que debe de rehacer todo el asfaltado de la plaza no termina y muchas rejillas de los canales para el agua de las lluvias no se han colocado, esperamos que no suceda alguna desgracia.
Admitámoslo de inmediato, nuestro Huamachuco el que conocimos y que dejamos no existe más. Se acabaron los huamachuquinos, nuestra tierra se transformó, las fiestas de antes se acabaron, el modo de vivir cambió, no existe más esa identidad que nos ha hecho amar, difundir y defender a Huamachuco por donde hemos ido y ante cualquiera que se osaba a hablar mal de la tierra.
Muchas veces me siento extranjero en mi misma tierra, caminando por las calles, encuentras miradas desconocidas, gente que solo les importa cómo va el negocio, no importa si no tenemos agua y desagüe, si la energía funciona, si las calles están limpias o que de repente los dueños de la casa de José Faustino Sánchez Carrión pidan dos mil dólares por metro cuadrado, si, así como lo leen: ¡DOS MIL DOLARES AMERICANOS POR METRO CUADRADO!
Aparte que parece una ciudad bombardeada se nota un vacio tremendo, desorden, el sentido de autoridad no existe, la ley la hace y la respeta cada uno según su punto de vista, la policía nacional esta solo de muestra y para controlar brevetes porque la seguridad la controla (a veces) las rondas y con celdas propias. El pandillaje esta a la orden del día, después de la media noche grupos de jóvenes entre hombres y mujeres se enfrentan con botellas, piedras y muchas veces con cuchillos, tijeras o lo que encuentren a la mano. Amanece el día y todo sigue igual, nadie dice nada salvo que haya habido un muerto.
Las calles, veredas y muchas casas son una vergüenza, somos el país del hacer todo a mitad, construimos siempre el primer piso de nuestras casas y el resto como quede. Un amigo me decía: “La gente construye así para que crean que son pobres”. En muchas calles de la ciudad hay toda una telaraña de cables y en algunas partes los cables cuelgan hasta el suelo.
Se habla siempre a media voz, entre el grupo con quienes más se frecuenta, se raja y duro pero todos siguen haciendo lo que les da la gana, todos acusan, hablan mal, pero nadie denuncia porque saben que nunca pasa nada. El liderazgo también se perdió en Huamachuco, la buena dirigencia no es más que un recuerdo, en las últimas gestiones municipales no se han preocupado en lo mínimo de formar cuadros, líderes, promotores y más que todo, ciudadanía con identidad. Te encuentras con gente que por un puesto de trabajo y un sueldo es capaz de venderse en cuerpo y alma. Los intereses personales están primero que todo, no importa más la amistad, ser paisanos, no, todo viene considerado fuera de moda y ridículo.
Huamachuco tranquilamente podría convertirse en un destino turístico porque siempre ha tenido todas las condiciones para serlo pero la mejor joya que tenemos: Marcahuamachuco pareciera que ha decidido auto exterminarse con incendios, dejarse morir en cada invierno, volverse mejor toda una chacra. Su abandono es evidente y cada día que pasa se nos cae un muro, crece la vegetación inclemente alrededor y al interno de sus construcciones pétreas. De nada ha servido el titulo de Maravilla del Perú cuando se le sigue ignorando y esperando solo que se desaparezca.
Esta hermosa provincia es considerada como un botín, un buen lugar para hacer negocios y punto, si va bien se quedan, si no a otro lugar.
A este punto cabe preguntarse, por una cuestión de deber moral: ¿Qué hacer? ¿Quedarnos callados? ¿Hacernos los disimulados? ¿O irse de nuevo, como escapándose? No lo creo, aunque ganas no faltan. Tantas veces he preguntado a algunos paisanos que viven en Trujillo o Lima porque se fueron o porque no regresaron y casi todos coinciden que Huamachuco es una ciudad muy bonita pero que su gente la hace fea. Otro paisano me acaba de decir: “Aquí no hay lugar para los honrados”
Este escrito me estaba rondando hace ocho meses y no he sido capaz de retener las ganas de escribir lo que veo y siento. He tratado de hablar a través de la fotografía pero era necesario decirlo a través de las palabras. No es mi intención ofender a nadie ni renegar de mi tierra solo deseo hacer visible lo que todos sabemos pero no lo decimos, por tantas razones. Si algo se puede hacer, hagámoslo ahora, si algo podemos salvar, salvémoslo hoy.
Menos mal quedan: tu insuperable historia, tu glorioso pasado, Marcahuamachuco, Sánchez Carrión, tus hermosos paisajes, tus imponentes cerros, tus lagunas, tus danzas, tus riquísimos y únicos platos, el jamón, el cuycito, tus ñuñas, tus chochos, tus papas con rocoto, esos riquísimos y provocantes alfajorcitos, tus caravanas, tus cocadas y tanta posibilidad de ser siempre un Huamachuco mejor como siempre lo fuiste, decente y digno.
Aquí me quedo Huamachuco querido con tus males y tus bienes. No me corro. ¡Que se vayan los otros!
Marco López
Foto: Marco López (wamachuko.com)La primera impresión que tuve al llegar a Huamachuco es que parecía una ciudad bombardeada y que acababa de salir de una guerra. La hermosa plaza de armas de antaño totalmente abandonada, con sus calles por pavimentar, casas derrumbadas y en construcción sin ningún criterio de lo que significa el Centro histórico y la conservación de años de historia, arquitectura, la calamina que reemplaza a la teja, el ladrillo al adobe, el cemento a la tierra.
Hasta ahora la empresa que debe de rehacer todo el asfaltado de la plaza no termina y muchas rejillas de los canales para el agua de las lluvias no se han colocado, esperamos que no suceda alguna desgracia.
Admitámoslo de inmediato, nuestro Huamachuco el que conocimos y que dejamos no existe más. Se acabaron los huamachuquinos, nuestra tierra se transformó, las fiestas de antes se acabaron, el modo de vivir cambió, no existe más esa identidad que nos ha hecho amar, difundir y defender a Huamachuco por donde hemos ido y ante cualquiera que se osaba a hablar mal de la tierra.
Muchas veces me siento extranjero en mi misma tierra, caminando por las calles, encuentras miradas desconocidas, gente que solo les importa cómo va el negocio, no importa si no tenemos agua y desagüe, si la energía funciona, si las calles están limpias o que de repente los dueños de la casa de José Faustino Sánchez Carrión pidan dos mil dólares por metro cuadrado, si, así como lo leen: ¡DOS MIL DOLARES AMERICANOS POR METRO CUADRADO!
Aparte que parece una ciudad bombardeada se nota un vacio tremendo, desorden, el sentido de autoridad no existe, la ley la hace y la respeta cada uno según su punto de vista, la policía nacional esta solo de muestra y para controlar brevetes porque la seguridad la controla (a veces) las rondas y con celdas propias. El pandillaje esta a la orden del día, después de la media noche grupos de jóvenes entre hombres y mujeres se enfrentan con botellas, piedras y muchas veces con cuchillos, tijeras o lo que encuentren a la mano. Amanece el día y todo sigue igual, nadie dice nada salvo que haya habido un muerto.
Las calles, veredas y muchas casas son una vergüenza, somos el país del hacer todo a mitad, construimos siempre el primer piso de nuestras casas y el resto como quede. Un amigo me decía: “La gente construye así para que crean que son pobres”. En muchas calles de la ciudad hay toda una telaraña de cables y en algunas partes los cables cuelgan hasta el suelo.
Se habla siempre a media voz, entre el grupo con quienes más se frecuenta, se raja y duro pero todos siguen haciendo lo que les da la gana, todos acusan, hablan mal, pero nadie denuncia porque saben que nunca pasa nada. El liderazgo también se perdió en Huamachuco, la buena dirigencia no es más que un recuerdo, en las últimas gestiones municipales no se han preocupado en lo mínimo de formar cuadros, líderes, promotores y más que todo, ciudadanía con identidad. Te encuentras con gente que por un puesto de trabajo y un sueldo es capaz de venderse en cuerpo y alma. Los intereses personales están primero que todo, no importa más la amistad, ser paisanos, no, todo viene considerado fuera de moda y ridículo.
Huamachuco tranquilamente podría convertirse en un destino turístico porque siempre ha tenido todas las condiciones para serlo pero la mejor joya que tenemos: Marcahuamachuco pareciera que ha decidido auto exterminarse con incendios, dejarse morir en cada invierno, volverse mejor toda una chacra. Su abandono es evidente y cada día que pasa se nos cae un muro, crece la vegetación inclemente alrededor y al interno de sus construcciones pétreas. De nada ha servido el titulo de Maravilla del Perú cuando se le sigue ignorando y esperando solo que se desaparezca.
Esta hermosa provincia es considerada como un botín, un buen lugar para hacer negocios y punto, si va bien se quedan, si no a otro lugar.
A este punto cabe preguntarse, por una cuestión de deber moral: ¿Qué hacer? ¿Quedarnos callados? ¿Hacernos los disimulados? ¿O irse de nuevo, como escapándose? No lo creo, aunque ganas no faltan. Tantas veces he preguntado a algunos paisanos que viven en Trujillo o Lima porque se fueron o porque no regresaron y casi todos coinciden que Huamachuco es una ciudad muy bonita pero que su gente la hace fea. Otro paisano me acaba de decir: “Aquí no hay lugar para los honrados”
Este escrito me estaba rondando hace ocho meses y no he sido capaz de retener las ganas de escribir lo que veo y siento. He tratado de hablar a través de la fotografía pero era necesario decirlo a través de las palabras. No es mi intención ofender a nadie ni renegar de mi tierra solo deseo hacer visible lo que todos sabemos pero no lo decimos, por tantas razones. Si algo se puede hacer, hagámoslo ahora, si algo podemos salvar, salvémoslo hoy.
Menos mal quedan: tu insuperable historia, tu glorioso pasado, Marcahuamachuco, Sánchez Carrión, tus hermosos paisajes, tus imponentes cerros, tus lagunas, tus danzas, tus riquísimos y únicos platos, el jamón, el cuycito, tus ñuñas, tus chochos, tus papas con rocoto, esos riquísimos y provocantes alfajorcitos, tus caravanas, tus cocadas y tanta posibilidad de ser siempre un Huamachuco mejor como siempre lo fuiste, decente y digno.
Aquí me quedo Huamachuco querido con tus males y tus bienes. No me corro. ¡Que se vayan los otros!
Marco López