UNA ARRAIGADA TRADICION QUE SE VIVE INTENSAMENTE
La aleccionadora visita a un pueblo andino en Sánchez Carrión Ingresamos por unas calles estrechas y rápidamente llegamos a la Plaza Principal de Marcabal. Unas mujeres descansan en las bancas de cemento, abrigándose con el radiante sol de la mañana, mientras hilan o tejen. Alfrente avistamos el templo católico que casi siempre permanece abierto, pues los feligreses no cesan de entrar y salir. La curiosidad me gana y camino hacia ella. Traspaso el umbral de la puerta y mi mirada se topa con la sagrada imagen de El Amito, que, con los brazos abiertos y crucificado en el madero, redime con sus bendiciones y derrama milagros a cuantos llegan de remotos lugares.
Varias personas solas o en grupos ascienden por la escalera y se aproximan a la imagen para agradecer una conseción o invocar la solución a un problema grave. La fe es profunda, y no es para menos: ha muchos a salvado de situaciones por demás difíciles.
"Todo lo que pedimos nos da, nos protege siempre, nunca nos abandona. A él acuden grandes y chicos para rogarle por sus estudios, los enfermos buscan cura a sus males, los sufridos le invocan sosiego a sus penurias y tantas plegarias más", comenta Luisa Casamayor Alfaro, quien está muy agradecida de El Amito porque, tras sufrir un accidente de tránsito, los médicos del hospital Belén de Trujillo estuvieron a punto a de amputarle una pierna, pero ella se negó rotundamente, pues le aterraba imaginarse caminando con muletas.
Postrada durante seis meses en una camilla del hospital, Luisa se encomendó a El Amito para salir bien librada de este trance. Han pasado varios meses y ahora, con orgullo, nos muestra sus dos piernas completas y, aunque cojea levemente, está segura que "éste es un milagro y fue obra de él que escuchó mis plegarias y oraciones"
Cuando uno mira fijamente a la imagen parece que ésta le correspondiera, mientras que sus devotos contritos, con las manos juntas y pegadas al pecho, le rezan insistentes oraciones que brotan de su corazón.
Hermelinda Casas Polo es madre de Delmar, quien a los tres años de edad sufría una rara enfermedad que los especialistas no podían identificar, tanto era su gravedad que a veces iba a los matorrales para satisfacer sus necesidades biológicas y se quedaba dormido.
Cansada de ir de una posta a otra, inclusive al Hospital Leoncio Prado de Huamachuco, decidió acudir a El Amito. Compró 12 velas, las encendió en el templo y le rezó hasta que se consumieron totalmente.
En la noche tuvo un sueño premonitorio, alguien le dijo que después de una semana sanaría Delmar. Al amanecer pensó mucho en esa revelación, esa idea la tenía pendiente hasta que un día un desconocido tocó la puerta de su casa e inexplicablemente resultó hablando de la enfermedad de su hijo. Este personaje se interesó en el paciente, lo auscultó y le dijo que solo le quedaban 20 días de vida, y de inmediato preparó unos brebajes con plantas medicinales y se las dio a beber. En efecto, "como quitado con la mano, el mal desapareció".
Ahora Delmar tiene 17 años, y junto a su madre concurre a todas las festividades de su santo para agradecer este milagro que le devolvió la vida.
Estos sorprendentes testimonios, son solamente una muestra, los milagros abundan y de toda 'laya', por eso los devotos son tantos que esta celebración se ha convertido en una de las fiestas más grandes de La Libertad, después de la Virgen de la Alta Gracia y la Virgen de la Puerta.
A un costado de la nave central del templo está una pequeña ventana por donde los feligreses meten la mano para dejar sus pedidos a El Amito, escritos en papeles, a manera de cartas. Hay cientos de ellos, inclusive medallitas, monedas, billetes y hasta regalos de mayor valía.
Esta multitudinaria festividad se celebra la última semana del mes de octubre, fecha en que arriban sus paisanos marcabalinos de todos los rincones del Perú y el mundo, y otros, que enterados de las bondades del santo, no dudan en emprender la travesía para tenerlo al frente suyo.
De vuelta a la Plaza Central, me encuentro con los rostros sencillos de la gente, con esa humildad como si estuvieran frente a su ´'patrón'. Al dejar el poblado, en la oscilante camioneta revivo las imágenes que describió el novelista Ciro Alegría cuando andaba estos caminos.
(Guido Sánchez Santur - La Industria) http://conlafeylaverdad.blogspot.com/