“¡Viva la parte alta! ¡Viva la parte
baja!”, ¡Jonda! ¡Jonda! ¡Jonda! Jonda! Y en medio de ensordecedores sonidos brotados
de silbatos, gritos y los tradicionales cuetes ingresan por las solariegas
calles huamachuquinas cientos de “republicanos” de las huarangas abriéndose
paso a través del silbido del látigo de los brujos o “cushquis” y al son de los
sabrosos huaynitos que entusiastas “chirocos” arrancan de sus añejas cajas
musicales.
Y mientras, ante la atónita mirada del
flamígero sol, los ensordecedores cuetes y el repique atronador de las campanas
de la antigua Torre del Campanario, van hiriendo las blancas y mórbidas nubes
del firmamento andino, los republicanos van ingresando sudorosos y chacchando
la “pluma e loro” a la plaza de armas de Huamachuco llevando con respeto su
preciosa carga: un largo y recto madero de eucalipto de 45 ms. de largo en
medio de la algarabía de los miles de espectadores entre huamachuquinos y
turistas allí congregados. Luego, las
autoridades y pobladores jubilosos pasearán
el gigantesco gallardete bicolor por el perímetro de la plaza de armas
acompañado de los acordes de chirocos y saludados por los atronadores cuetes-
Es el medio del 29 de julio de otro año en que
con visible unción se llevará a cabo el milenario ceremonial de la estampa
costumbrista huamachuquina de la “Parada del Gallardete”, que hoy, con
justísima razón, ha sido reconocido como “Patrimonio Cultural de la Nación”
como demostración del respeto y admiración a la fecunda cultura ancestral
huamachuquina. Un reconocimiento del cual, los descendientes de los Wamachukos y
del Dios del Rayo, se enorgullecen y agradecen, sobre todo, por sus
protagonistas: nuestros hermanos campesinos de las huarangas, por el esfuerzo realizado.
Si traer un pesado madero desde alejados
bosques es una tarea digna de titanes el izado del mástil del gallardete es un
evento espectacular mucho mayor, un ritual admirable y portentoso en donde
cientos de huamachuquinos, entre republicanos y poblanos, se juntan
solidariamente para el evento procediendo a excavar artísticamente el gran
hoyo y ubicar el gallardete de seda y 15
ms. de longitud en uno de los extremos el mástil, los republicanos y poblanos
unidos cogen entonces las largas sogas y manipulan los tijerales que sujetan al
madero que como un desesperado gigante se esfuerza por ponerse de pie ayudado por
las amarras cogidas por las hercúleas manos de sus colaboradores.
Luego de varias horas de vaivenes y gritos
de los miles de espectadores por fin el gigante hunde la parte inferior de su
cuerpo en las entrañas de la húmeda tierra buscando cumplir así con este mágico
ritual milenario. Como extraño prodigio de la naturaleza el coloso madero parece
cobrar vida luciéndose enhiesto, erecto, vigoroso y, tomando con sus invisibles
manos el gallardete bicolor acaricia amorosamente el cielo azul andino ante la
mirada complaciente del dorado sol para luego solazarse de alegría y orgullo por
haber logrado su objetivo: fecundar la “pacha mama” milenaria. ¡Ha triunfado el
esfuerzo solidario del pueblo! ¡Han triunfado los campesinos y poblanos unidos en
un solo puño, en un solo corazón! ¡Se ha izado por fin el coloso de madera
y con él, el gallardete de la esperanza.
Comenzado al medio día el ceremonial terminará al llegar el crepúsculo.
Se ha izado, entre aplausos de algarabía, el mástil de madera graficando así, con este místico acto, la humana pleitesía al Divino Creador y señalando el comienzo del programa de veneración a la sublime Madre de Dios, la Virgen de “Alta Gracia”. Una festividad que, año a año, desde el 29 de Julio hasta el último día de agosto y, teniendo como fecha central el 15 del mismo mes, la feligresía católica de este retazo del Perú profundo celebra contrita como señal de religiosidad buscando acercarse más al Padre Eterno, Jehová, en esta hora difícil en que vive la Patria. Un pueblo que busca ansioso se haga realidad su esperanza de vivir en paz y dignamente en un país desarrollado, sin corrupción y sin delincuencia.
EL
SIMBOLISMO DE LA “PARADA DEL GALLARDETE”
La “Parada del Gallardete” marca
un antes y un después en el devenir anual de la historia huamachuquina. Este
ceremonial merece el galardón de “Patrimonio Cultural de La Nación” no sólo por
su majestuosidad y espectacularidad sino por la simbología que entraña:
PRIMERO. Constituye un acto de
reconocimiento y pleitesía al Padre Eterno, Creador del Universo, anteriormente
denominado Ataguju por nuestros ancestros y, hoy, Jehová. SEGUNDO: Marca el
inicio del ciclo agrícola, pues según el historiador Huamán Poma de Ayala se abren
los surcos para hacer los primeros sembríos del maíz. TERCERO: La introducción
del mástil en la tierra representa el acto de fecundación de la misma y, por ende, simboliza el acto supremo del
surgimiento de la vida humana.
CUARTO: El ritual simboliza el inicio de los
preparativos para el acto de fundación de la ciudad de Huamachuco realizado el
15 de agosto por los sacerdotes Agustinos en 1553 fecha escogida como día
central de la festividad. QUINTO: Simboliza el inicio del programa de
veneración a la Virgen de “Alta Gracia” dejado como legado religioso por los
hispanos en la misma fecha de fundación. SEXTO: Simboliza, por su
espectacularidad, un acto folklórico trascendente que incentiva el turismo
andino y, por ende, constituye un reactivador de la economía de primer orden. SÉTIMO.-
Finalmente, es el símbolo de la unidad huamachuquina y motivo de orgullo de los
Huamachuquinos.
La ciudad de Huamachuco, hermosa joya andina cobijada en las estribaciones de la cordillera de los andes liberteños y arropada por el manto azul de su hermoso cielo, abre con este espectacular evento las puertas de su hospitalidad a turistas y paisanos.