Por: Dionicio Mantilla León
La tragedia ocurrida en el distrito de
los Olivos con la muerte de 13 jóvenes en un evento social clandestino nos debe
llevar a la reflexión y al replanteo de nuestra manera de tratar a la juventud.
El problema que, es tema reiterativo en el país en estos días de pandemia, pone
sobre el tapete del análisis no sólo la desobediencia a la Ley de parte de un
buen número de personas que creen tiene que ver con la idiosincrasia de los
peruanos sino, también, la particular manera de pensar de un sector de jóvenes
la cual se ha visto graficada en la expresión de una joven de 18 años en el
momento de ser detenida por la policía: ”Déjenme, yo tengo derecho…a
divertirme”. Una preocupante expresión que debe convertirse en un tema de reflexión para padres de familia,
sicólogos, así como pedagogos y autoridades.
Una expresión de parte de
un sector de la juventud peruana sin norte que nos debe llevar a revisar el rol
que compete a la juventud y a nosotros los adultos a preguntarnos: ¿Qué está
pasando con nuestros jóvenes? ¿Acaso piensan que sólo tienen derechos y no
tienen deberes? ¿Porqué se niegan a asumir obligaciones las que podría evitarles
exponerse al peligro y a la muerte, y , de paso ser la causa del dolor de sus
familiares y la preocupación de la sociedad?
Una preocupación que nos
debe llevar a reflexionar: ¿Los adultos cumplimos nuestro deber de forjadores
del futuro de los jóvenes? ¿Les brindamos alternativas que tengan que ver con
el buen ejemplo, el desempeño capaz y honesto de nuestros deberes como padres,
maestros, comunicadores sociales y autoridades? Un tema que nos obliga a
replantear nuestro actual enfoque de la educación: En el hogar educando a los
hijos con amor y disciplina, preparándoles, con el ejemplo, en el cultivo y
práctica de valores y concientizándolos en el usufructo de derechos y el
cumplimiento de deberes desde la infancia.
Y en la Escuela, fortaleciendo dichos
valores desarrollando un currículum que gire realmente en torno al interés del
niño y joven; los medios de comunicación, brindando programas artísticos,
culturales y deportivos positivos que inculquen valores morales y promuevan la
superación. En cuanto a nuestras autoridades, erigiéndose en modelo de
responsabilidad y honestidad ejecutando obras que mejoren su calidad de vida y
ofrezcan alternativas de sano entretenimiento, así como, elaborando leyes y
normas a ser acatadas primero por ellos imponiendo sanciones drásticas a
quienes las infrinjan.
La tragedia ocurrida
el sábado 22 en el distrito de Los olivos en Lima es sólo un botón de muestra
de lo que ocurre en el país en estos tiempos del COVID 19 en donde el desacato
a la ley y a la autoridad “es pan de cada día”. Una desobediencia que indigna,
esperando que los organizadores del evento social clandestino sean sancionados
con todo el peso de la ley. Un desacato de la ley, que aunque no lo acepten los
críticos del Gobierno, de Martín Vizcarra es la causa principal para el avance
de la pandemia a pesar del esfuerzo que el Ministerio de Salud viene realizando
por mejorar la pésima realidad sanitaria del país heredada de gobiernos
anteriores.
Urge pues, no sólo coadyuvar a la contención del Covid 19 sino preocuparnos, también, por la correcta formación integral de nuestra niñez y juventud.