Por: Dionicio Mantilla León
“Yo quisiera haber nacido/ un primero de mayo, rojo sangre, / con el poder que da el hambre/ y el ¡Hasta cuando Dios mío!, de los pobres. Yo quisiera haber nacido/ un primero de mayo/con las banderas de la unidad y del combate/y dar la mano a mis hermanos/los obreros, campesinos y artesanos/y cantar con ellos,/ el himno rojo del trabajo.
De esta manera, el poeta lanza a los cuatro vientos su grito de ira e impotencia, y, proclama su anhelo de conquistar, junto a sus hermanos, la solución plena de los problemas y necesidades de los trabajadores que, como él, aún luchan por alcanzar la justicia social de la que tanto pregonan los políticos y que nunca cumplen.
Ha llegado ya el primero de mayo y encuentra a la clase trabajadora peruana sumida en la angustia y desesperación porque no encuentra equidad en el reparto de la economía del país. Porqué siente que la Patria peruana, su patria, aún no es de todos los peruanos. Porque impotente observa como la patria, poco a poco, se desangra con el reclamo de justicia de los pueblos. Porque siente como la Patria ya no es suya pues se entrega, poco a poco, a las compañías extranjeras a cambio de migajas.
Ha llegado ya el primero de mayo y encuentra a los trabajadores siendo testigos directos de cómo el país se va cubriendo con el negro manto del terror que da la inseguridad y el imperio de la delincuencia y criminalidad; de cómo se va dibujando sobre la patria el tenebroso panorama de la corrupción cuyos protagonistas, los malos gobernantes de ayer y hoy y de todas las instancias, nos asfixian cada día, cada hora, protegidos por el manto de la impunidad.
Añejo es el reclamo, antigua es la lucha, pero la injusticia es de siempre. En este primero de mayo día del trabajo, día del trabajador, es hora de la reflexión, es hora del encuentro de voluntades para hacer realidad las inquietudes laborales, es hora de la reafirmación de la conciencia de los derechos que nos asiste como trabajadores, pero también como cumplidores responsables de los deberes que tenemos como motores de la economía familiar o empresarial.
Es hora de poner sobre el tapete del análisis la necesidad del respeto a las conquistas laborales ganadas con el esfuerzo y la sangre por las heroicas masas de millones de trabajadores que a lo largo de la historia han escrito páginas de gloria por la jornada de las 8 horas, por un sueldo justo, por condiciones laborales más humanas. Es hora de urgir la dación de la Ley General del Trabajo, es hora de urgir el incremento del sueldo mínimo vital a 1,500 soles. Es hora de hacer realidad un Sistema Único de Remuneraciones, es hora de urgir la inmediata reorganización de la Seguridad Social o ESSALUD.
En este día de reflexión oportuno es rendir nuestro fraterno y cálido homenaje a los mártires y héroes legendarios que por la defensa de los derechos humanos y los derechos laborales de los trabajadores hicieron su inmaculada bandera. Nuestra sincera y eterna gratitud para todos ellos y todas ellas, así como la renovación de nuestro compromiso por seguir buscando la senda de un mejor porvenir con justicia y bienestar para los dignos trabajadores del Perú y del mundo.
En este primero de Mayo recordemos, finalmente, los sentidos versos del poeta:
“Yo quisiera, en fin, /morir/un primero de mayo,/de un año santo y noble,/santo por las inocentes risas de los niños,/noble por las esperanzas alcanzadas/ de los pobres.”
“Yo quisiera, en fin,/morir,/con la mesa puesta y colmada y ver llorar en ella./de alegría a los ancianos/y ver, en la pupila del infante,/reflejarse el verde/de un mañana/de un mañana que será suyo”.