Por: César Lévano
El gobierno de Ollanta Humala no quiere escuchar la voz del pueblo. Para acallarle acude una vez más a las balas. Ayer, una marcha de protesta contra el proyecto minero Tía María fue atacada a balazos, con el resultado de un agricultor muerto y una veintena de heridos.
El muerto es Victoriano Huayna, de 61 años de edad. La necropsia practicada en el cadáver indica que el impacto de la bala que lo mató sería compatible con un fusil AKM. Esto desmiente la afirmación del jefe de la Policía de Arequipa, general Enrique Blanco, quién había afirmado que en el enfrentamiento, ayer, de los pobladores de Islay con la fuerza pública esta no empleó balas ni perdigones.
En fuentes oficiales se había asegurado que el premier Pedro Cateriano había ordenado que los policías no emplearan armas de fuego. Si esto es cierto, quiere decir que alguien, ubicado en el mismo foco del poder, da contraórdenes, que ellas sí se cumplen.
La desatención del gobierno central y la desinformación policial añaden leña al fuego. En Arequipa y Mollendo se han producido ya masivas marchas de protesta. La ira popular se extiende a otras zonas del sur, particularmente a Puno.
El jueves 16 de abril publiqué mi columna con el título de: “Con Arequipa no se juega” a propósito del conflicto provocado por la Southern para defender su proyecto minero que tanto daño puede causar al medio ambiente y a la agricultura mistiana. Si Palacio busca encubrir el crimen de Islay y desatender el reclamo contra Tía María me temo que escribiré otra columna, titulada “Con el sur no se juega”.
La tragedia del miércoles 22 en Islay tiene sus raíces en la ceguera neoliberal del régimen, que cree que el arte de gobernar consiste en ser atento y seguro servidor de la gran empresa, nacional o extranjera.
Esa línea de conducta puede conducir a una exasperación del descontento y la cólera ciudadana.
Cuando solo falta poco más de un año para que Humala abandone el sillón presidencial, el carácter derechista de su gobierno se acentúa. Creciente es la ola de despidos en la industria, estimulada por el Ministerio de Trabajo. La empresa textil Topy Top despidió hace pocas semanas a Amed Albújar, secretario de Defensa del sindicato. Ahora acaba de despedir a 12 trabajadores más, varios de ellos con más de 15 años de trabajo en ese emporio de confecciones y de exportación.
Señor Presidente de la República: con balas y despidos no se resuelven los problemas. Además, recuerde: las balas no son argumento. No convencen.(diario uno)