Por: César Lévano
Recibí ayer un libro de título llamativo y enjundioso contenido: Perú hoy. La gran continuidad. Es una edición de Desco. No voy a comentar la veintena de textos que contiene, puesto que apenas lo he hojeado. Me detendré, sin embargo, en un aspecto del ensayo. La gran transformación de la prensa de dos jóvenes estudiantes de periodismo, ensayo que me llamó la atención por razones obvias.
Es curioso, pero la tesis central de los autores de este escrito parece la reencarnación de las ideas que predicó y aplicó Pedro Beltrán, director de La Prensa, allá por los años 50 y 60 del siglo pasado.
Beltrán capitaneaba al sector agrario, sobre todo la rama capitalista de los barones del algodón y del azúcar. En política fue un derechista sin pausa, un enemigo de la izquierda nacional e internacional. Era un apasionado del periodismo en su función informativa y política. Había seguido la actividad de The New York Times, en cuyas oficinas a veces dormía. También fue economista y uno de los introductores del neoliberalismo. Presidió en una etapa el Banco Central de Reserva. Famosa se hizo su crítica al uso de la “maquinita”, es decir a la impresión de billetes sin el debido respaldo.
Volvamos a nuestro tema. Beltrán implantó en su diario la idea de que el periodista no debe opinar, sino sólo dar cuenta de los hechos. A eso llamaba objetividad. La opinión del periódico se expresa únicamente en la página editorial, sostenía.
La tesis de la objetividad la había asimilado Beltrán en los Estados Unidos, en una época en que esa tesis entraba en crisis. Como escribió un notable periodista estadounidense, el crash de la Bolsa de Valores de Nueva York dio origen a una nueva visión del periodismo. No bastaba dar cuenta de lo que ocurría, porque millones de personas lo sabían y padecían. La gente quería información sobre el origen de la tragedia y lo que vendría en lo futuro.
La bancarrota puso en cuidados intensivos a la objetividad.
Walter Lippman, el gran columnista, había advertido a comienzos de los años 20, en su libro Opinión Pública: “la noticia que es sólo noticia no es noticia”.
José Carlos Mariátegui, con su lucidez usual, señalaba que para él el dato era sólo dato, lo que buscaba era arribar a la interpretación. En mi libro Últimas noticias del periodismo peruano he ubicado esa tenaz doctrina mariateguiana.
Ahora resulta que dos jóvenes esgrimen la tesis de la “imparcialidad”. ¿Se puede ser imparcial respecto al asesino y la víctima, al magistrado corrupto y los defensores de la justicia?
Según los autores del ensayo comentado, “no es el periodista el llamado a juzgar que “está bien”, o que “no está bien””.
Don Pedro Beltrán, el “señor de los mil agros”, como le llamó Napoleón Tello, hubiera sonreído en su cueva de Baquíjano.(la primera)