2 mil mantos consagrados tiene la ´mamita otuzcana´
La devoción de los fieles y su fe a la Virgen de la Puerta ha traspasado fronteras por su imagen impregnada de calidez.
La Virgen de la Puerta de Otuzco tiene mantos suficientes para vestirla los próximos 25 años.
Dicen que la fe mueve montañas, y aunque la cita no ha podido ser textualmente corroborada, sin duda la devoción religiosa acelera los corazones de los fieles ansiosos de expresar su cariño por la divinidad.
Imbuido por aquellas enseñanzas espirituales, a menudo olvidadas por la rutina diaria, decidí no postergar más una visita a Otuzco para rendir homenaje a la Virgen de la Puerta.
La verdad es que mi último recuerdo de esa bella ciudad andina, data de mis ya muy lejanos años infantiles, cuando viajar al ande de La Libertad consistía, debido al pésimo estado de las vías, en iniciar una aventura sin retorno confirmado.
No obstante, saber del actual buen estado de la carretera que une Trujillo con Otuzco, además del corto trayecto estimado en solo dos horas, me impulsó a tomar la decisión. Así, abrigado y todavía soñoliento, partí a las seis de la mañana con la ilusión puesta en ofrecer una plegaria a la “mamita de Otuzco”.
Al llegar, el cielo azul andino me recibe con su natural cordialidad. Tras subir las calles estrechas y empinadas de la ciudad, me sorprendió comprobar los importantes trabajos de refacción ejecutados en la fachada de templo.
Justo al costado del templo, ingreso al museo religioso para admirar los más de 2 mil mantos consagrados para la bella imagen. Las prendas de todo diseño se muestran adornadas con bordados o aplicaciones y complementadas con vestidos, pelucas y hasta calzados.
La señora Angelina Mercedes Cortijo, quien trabaja en este recinto desde hace más de 20 años, comenta que cada manto donado por innumerables y agradecidos fieles, tiene un valor aproximado de 3 mil nuevos soles. El más antiguo es el de la coronación, regalado por el Papa Pio XII en 1943, nutrido con complementos de oro y joyas preciosas.
Es impresionante la cantidad de mantos ofrendados a la tierna imagen de la Virgen de la Puerta. Desde Ecuador, España o Japón han llegado coloridos atavíos que aseguran a la efigie una constante renovación de vestimenta para los próximos 25 años.
Recorro junto a doña Angelina los rincones del museo. Ella, con mucha paciencia y palpable amor por la madre de Cristo, me confía que al menos 80 personas llegan diariamente desde todas partes del mundo a visitar la muestra. Los domingos, esa cifra puede duplicarse sin problemas, como prueba latente de la fe indesmayable en la advocación mariana.
Antes de dejar a doña Angelina, le pregunto por la muy mentada bóveda en donde se guardan las joyas de la virgen. Con mirada solícita, me dice que la idea es proteger los atavíos de manos inescrupulosas y mantenerlos en buen estado para que se luzcan durante las fiestas de coronación en octubre y especialmente, en la celebración central del 15 de diciembre, cuando una muchedumbre de fieles acude a ponerse a los pies de la sagrada imagen.
Me dirijo al templo y observo con emoción a gente de toda edad y condición social llegar para implorar un favor, agradecer alguna gracia concedida o expiar sus culpas.
Al subir las escaleras, la devoción se impregna en cada uno de mis poros. Los fieles uno a uno, con velas en las manos, se colocan bajo un manto y elevan su emocionada oración en espera de ser escuchados.
Por: Davinton Castillo (RPP)