Contagiado por el juvenil entusiasmo de mis alumnos universitarios de la carrera de turismo, decidí emprender con ellos una nueva aventura hacia Huamachuco en estos días de invierno andino.
Cruzar las cinco regiones transversales: costa, yunga, quechua, suni y puna fue una experiencia muy aleccionadora; apreciando los paisajes naturales, el escarpado ascenso de la carretera, el ichu, las alpacas en la puna así como jugar con el granizo sobre los cuatro mil metros de altitud.
La ciudad de Huamachuco conserva las razones para llamarla “El edén andino en el corazón de La Libertad”. Su bien cuidada Plaza de Armas, sus monumentos históricos como el Campanario, la capilla de san José, la Casa de Arcos, la de José Faustino Sánchez Carrión corroboran mi afirmación. La hospitalidad de su gente y la amabilidad de los funcionarios de la Municipalidad Provincial complementaron la grata impresión que tuvieron mis alumnos que por primera vez llegaban a tan interesante provincia. Aunque algunos de los servicios turísticos requieren de capacitación a su personal, otros hacen gala de una buena atención al visitante. No dudamos que la labor municipal jugará un rol protagónico para superar estos inconvenientes.
Los días siguientes fueron de emoción y adrenalina para mis juveniles acompañantes. Es que, en esta parte del Perú se puede gozar de experiencias inolvidables como sentir el frio, el calor y la lluvia a la vez; pasear en bote en la laguna Sausacocha o convertirse en “náufragos” por no saber conducir los pedalones que son unas embarcaciones al servicio del turista. Degustar truchas fritas o una buena pachamanca signoificó hacer honor a la gastronomía huamachuquina. Recorrer el Capac Ñam al ingreso de Wiracochapampa o escuchar la interesante historia de la provincia también fueron momentos gratos.
La adrenalina estaba reservada para el momento de cruzar el siempre inolvidable paso del Potrerillo que yo he considerado como uno de los lugares que en La Libertad hay que visitar antes de morir. Este es un abra en el camino hacia Yanasara constituido por un profundo abismo de cerca de dos kilómetros de largo y más de quinientos metros de profundidad, donde un puente de maderos une la quebrada. Luego de conocer los caminos de nuestra serranía, quienes antes de llegar al Potrerillo afirmaban que nada los asustaba tuvieron que rectificar sus palabras. No creo equivocarme si el cruzar este paso ha de constituir una de las experiencias inolvidables de las muchas que acumularon mis hoy valientes acompañantes.
El último día lo reservamos para conocer el ícono turístico de la serranía liberteña: Markahuamachuco. Esta impresionante ciudadela de piedra sobre los 3,750 metros de altitud generó en mis alumnos el orgullo de ser liberteño. Su paso por las Torres, los Corrales Nichados, la Plaza Central y el Castillo sólo fueron la antesala para llegar, pese a su lejanía, a la Portada Oeste y luego al palacio de Las Monjas donde culminó nuestra grata experiencia de viajeros.
Por. Iván La Riva Vegazzo
docente
ivanlariva@hotmail
Cruzar las cinco regiones transversales: costa, yunga, quechua, suni y puna fue una experiencia muy aleccionadora; apreciando los paisajes naturales, el escarpado ascenso de la carretera, el ichu, las alpacas en la puna así como jugar con el granizo sobre los cuatro mil metros de altitud.
La ciudad de Huamachuco conserva las razones para llamarla “El edén andino en el corazón de La Libertad”. Su bien cuidada Plaza de Armas, sus monumentos históricos como el Campanario, la capilla de san José, la Casa de Arcos, la de José Faustino Sánchez Carrión corroboran mi afirmación. La hospitalidad de su gente y la amabilidad de los funcionarios de la Municipalidad Provincial complementaron la grata impresión que tuvieron mis alumnos que por primera vez llegaban a tan interesante provincia. Aunque algunos de los servicios turísticos requieren de capacitación a su personal, otros hacen gala de una buena atención al visitante. No dudamos que la labor municipal jugará un rol protagónico para superar estos inconvenientes.
Los días siguientes fueron de emoción y adrenalina para mis juveniles acompañantes. Es que, en esta parte del Perú se puede gozar de experiencias inolvidables como sentir el frio, el calor y la lluvia a la vez; pasear en bote en la laguna Sausacocha o convertirse en “náufragos” por no saber conducir los pedalones que son unas embarcaciones al servicio del turista. Degustar truchas fritas o una buena pachamanca signoificó hacer honor a la gastronomía huamachuquina. Recorrer el Capac Ñam al ingreso de Wiracochapampa o escuchar la interesante historia de la provincia también fueron momentos gratos.
La adrenalina estaba reservada para el momento de cruzar el siempre inolvidable paso del Potrerillo que yo he considerado como uno de los lugares que en La Libertad hay que visitar antes de morir. Este es un abra en el camino hacia Yanasara constituido por un profundo abismo de cerca de dos kilómetros de largo y más de quinientos metros de profundidad, donde un puente de maderos une la quebrada. Luego de conocer los caminos de nuestra serranía, quienes antes de llegar al Potrerillo afirmaban que nada los asustaba tuvieron que rectificar sus palabras. No creo equivocarme si el cruzar este paso ha de constituir una de las experiencias inolvidables de las muchas que acumularon mis hoy valientes acompañantes.
El último día lo reservamos para conocer el ícono turístico de la serranía liberteña: Markahuamachuco. Esta impresionante ciudadela de piedra sobre los 3,750 metros de altitud generó en mis alumnos el orgullo de ser liberteño. Su paso por las Torres, los Corrales Nichados, la Plaza Central y el Castillo sólo fueron la antesala para llegar, pese a su lejanía, a la Portada Oeste y luego al palacio de Las Monjas donde culminó nuestra grata experiencia de viajeros.
Por. Iván La Riva Vegazzo
docente
ivanlariva@hotmail
(la industria)