sábado, 22 de diciembre de 2012

La Navidad: 2012 años después


Por: Dionicio Mantilla León 

Cuando la Humanidad desfallecía, cuando por no tener un estímulo que le permitiera seguir viviendo, cuando se debatía en el dolor y la angustia como fruto de sus propias debilidades y pecados emergió la luz, la verdad y la esperanza de vida eterna. Nació Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador y nuestro único intercesor. Nació allá, trasmontando los mares del oriente, en el humilde pueblo de Belén, del lejano Israel. De esto hacen ya 2012 años.

Nació un día en que dividió la historia del mundo en 2, en un antes y en un después. Un antes, con un mundo en tinieblas y desasosiegos, y , un después, con un mañana colmado de ilusiones y esperanzas. Nació un día en el que los cristianos católicos afirman haber sido un 25 de diciembre, fecha que el libro Santo, la Biblia, no precisa, pero que por tradición se ha aceptado y algunos grupos religiosos lo niegan. Nació, para que se cumpliera lo dicho por Isaías:”Por tanto el Señor mismo os dará una señal: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y se llamará Emanuel (Dios con nosotros)” (Isaías-6:14).

Nació un día señalado en el pasaje bíblico: “Y María dio a luz un hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en el mesón”. (Lucas. 2: 7) Sí, el Hijo de Dios naciendo en un humilde pesebre para dar señal de austeridad en la grandeza. El Hijo de Dios naciendo de manera humilde sin ninguna ostentación ni opulencia pero lleno de magnificencia:”Y de repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y decían: Gloria a Dios en las alturas y en la Tierra paz entre los hombres de buena voluntad” (Lucas 2:13 y 14)

Ha llegado el 25 de diciembre y con él, el torrente bendito de normas que guían a la Humanidad por la senda del bien y lo correcto porque Jesús es el Maestro de Maestros: ”Yo soy la resurrección y la vida quien viene a mi no perecerá más tendrá vida eterna” (San Juan_11:25). “Yo la luz, vine al mundo para que todo aquel que cree en mi no permanezca en tinieblas” (San Juan_12:46).

2012 años han transcurrido desde aquel magno acontecimiento histórico y estas normas no han sido cumplidas a cabalidad: Un mundo viviendo el torbellino de una sociedad si bien dotada de modernidad y avance tecnológico se halla vacía de espiritualidad y bienes morales, un mundo sumido y agobiado por una aguda brecha social y económica. Un incomprensible mundo en donde la corrupción y la injusticia son sus peores estigmas. Una sociedad que ha sembrado mal para ahora cosechar un clima de terror e inseguridad en donde emergen negativas y exsecrables ocupaciones: la extorsión y el crimen que por 100 soles se mata sin piedad sembrando de luto y horfandad a las familias. Y, como fruto de la angustia y el temor aparecen negros vaticinios de la llegada del apocalipsis y del fin del mundo fijando fechas, fijando plazos que no se cumplen. Un Apocalipsis que el mismo ser humano va fabricando al destruir poco a poco este hogar, este planeta, que el Divino Hacedor en su infinita bondad nos prestara hace miles de años.

Y así, en medio de este ambiente de angustia y terror renace la esperanza y la luz. Nuevamente, luego de 2012 años, se anuncia el nacimiento del Hijo de Dios, trayendo su mensaje de de paz y esperanza. Es Navidad y es hora de la reflexión y el arrepentimiento, es hora de la reorientación de nuestra manera de vivir y convivir con los demás. Es hora de retomar los valores humanos como únicas banderas que nos servirán de bálsamo en esta hora difícil por la que atraviesa la Humanidad.

Llegó Navidad y es la hora del reencuentro con el hogar y la familia. Es hora del trocar de la puñalada artera del odio y la venganza, de las balas asesinas sin sentido, por el elixir de la vida y el perdón, del néctar del amor y la paz.

¡Feliz Navidad y que la luz de la paz y la esperanza ingrese a nuestros hogares!