Por: César Lévano
En vísperas de las fiestas de fin de año, el panetón es un producto de gran consumo en el Perú. Se ha vuelto tan nacional, que en Huancayo lo preparan con harina de papa. Hace algunos años, vi en el Puente del Ejército, en Lima, una carretilla repleta de panetones presididos por un cartel: Panettone Quispe.
La revista Made in Italy que se edita en el Perú, acoge en su edición de diciembre una historia del producto en la cual se recuerda que una versión clásica es que éste nació en Milán horneado por el amor. Con razón.
Y dice así: Hacia 1490, el joven aristócrata Ughetto Atellani de Futi se enamoró de Adelgisa, bella hija de un pastelero. Para convencerla de su amor se hizo pasar por aprendiz de pastelero e inventó un pan con forma de cúpula con fruta confitada y aroma de limón y naranja. Los milaneses acudieron en masa a comprar ese pan de Toni. Se supone que Adelgisa dio su brazo a torcer.
Otro relato dice que el duque de Milán, Ludovico El Moro, celebraba una fastuosa cena de Navidad. Después de la suculenta minuta (menú, siguiendo el galicismo), llegó la hora del postre. Pero éste se había quemado. El chef (otro galicismo) se tocó de nervios. Ocurre, según la historia, que el lavaplatos Toni presentó una masa de harina que había reservado con el fin de llevar a su casa para la Nochebuena. Le había puesto miel y pasas y frutas. Hornearon el mejunje, y resultó un postre exquisito. Ante la delicia y el aplauso general, el duque decidió bautizar el postre como “Pan de Toni”.
A mediados del siglo pasado, el panetón llegó al Perú, en alas de una competencia mundial por el mercado de los panes dulces. Los rivales eran Angelo Motta y Gino Alemagne. Hacia 1960, la familia D’Onofrio, de origen italiano, que arraigó su empuje industrial en el Perú, decidió introducir acá el panetón, con la receta de Alemagne.
Hoy existen en el Perú múltiples versiones del clásico producto. Forma parte de la influencia italiana en nuestra cultura, en nuestros hogares.
Por supuesto que la influencia es mutua. Si de Italia nos llegaron las múltiples pastas, de acá se exportó el tomate, ingrediente básico de muchos platos itálicos.
El rol del panetón me recuerda el del pavo. Si la memoria no me es infiel, esa ave ingresó en las nochebuenas de nosotros los plebeyos también allá por los años 50 del siglo XX. Antes era una exclusividad de las familias ricas.
Un diplomático estadounidense me contó que cuando los ingleses llegaron por primera vez a América fueron agasajados por los indígenas con un manjar a base de pavo, presa por ellos desconocida. Los recién bajados peregrinos saborearon con deleite ese plato novedoso.
“¡Y mira cómo les pagamos!”, comentó mi amigo gringo.(la primera)