La prostitución no constituye un delito punible, el suministrar drogas a las personas para dormirlas y robarles sus pertenencias sí debería ser castigado con firmeza.
Ilíctita actividad es una de las modalidades usadas por los criminales.
Los casos de parroquianos que urgidos de satisfacer sus deseos carnales buscaron placer en los brazos de meretrices u homosexuales, pero que luego resultaron dopados y despojados de sus bienes materiales y dinero, no son pocos en nuestra ciudad. Para nadie es un secreto que existen seudo hospedajes y hostales de baja estofa que hasta por cinco o diez nuevos soles alquilan sus habitaciones a casquivanas clandestinas y proxenetas que dan rienda suelta a sus más bajos instintos.
Incluso, la temible ‘cifra oscura’ demuestra que son incontables aquellos casos en los que los administradores o propietarios de estos ¿negocios? informales permiten el ingreso de menores de edad que ejercen la prostitución ilegal, a sabiendas de que ello está prohibido, pero aún así no les importa correr el riesgo de ser detenidos. Y es que, además de ganar ingentes cantidades de dinero sucio, ellos saben hasta la saciedad que la ineptitud de las autoridades es la mejor aliada del delito.
Incluso, el jefe de la Tercera Región Policial del Norte Áncash - La Libertad, general César Gentille Vargas, ha admitido que esta es una de las modalidades usadas por las organizaciones criminales para asaltar a los incautos y quitarles hasta el último centavo. Una forma de operar consiste en que los proxenetas (sujetos que brindad seguridad a las celestinas) se contacten con los dueños de los hospedajes informales, les ofrezcan cierta cantidad de dinero para llevar a una prostituta y su cliente a las instalaciones del hostal y los dopen para robarles todo.
Una vez perpetrado el delito, los cómplices huyen de la escena y abandonan a los parroquianos, sin ropa, dinero, joyas y otros bienes. Cuando la víctima se despierta, se percata de lo sucedido, pero en la recepción del alojamiento nadie les da razón de nada. Sin embargo, lo peor de todo no queda allí. Es indignante observar cómo decenas de obreros sexuales ofertan sus servicios clandestinos en pleno centro histórico y mercados de la ciudad, sin contar con carné de sanidad y exponiendo a los ciudadanos al contagio de enfermedades incurables como el VIH-Sida.
Por último, si bien la prostitución no constituye un delito punible, el suministrar drogas a las personas para dormirlas y robarles sus pertenencias sí debería ser castigado con firmeza. La responsabilidad de ello descansa en el municipio, Gerencia de Salud, Fiscalía y Policía Nacional. Lo malo es que los afectados no denuncian los hechos por vergüenza y los robos quedan impunes. En el pecado está la penitencia.(la industria)