viernes, 2 de marzo de 2012

GRANDES MANIOBRAS


Por: César Lévano

El ataque masivo contra el programa Gestores forma parte de un esfuerzo mayor: el borrar, hasta quemar el último cuartucho, todo vestigio del equipo con que Ollanta Humala logró llegar a la presidencia de la República.

El plan es claro: rodear primero; luego aislar y someter.

Un gobernante solitario en Palacio queda prisionero de tecnócratas y asesores, que obedecen a un juego de los grandes poderes nacionales y extranjeros.

Recuerdo con toda claridad una escena en una recepción de cierta embajada europea. Alberto Fujimori era en ese momento presidente electo. De pronto, el embajador estaba rodeado por la flor y nata de la derecha peruana. Por azar, yo estaba en la cercanía de ese grupo. Escuché cuando el diplomático decía a sus amigos locales: “Fujimori no tiene partido, no tiene técnicos, no tiene equipo. Hay que rodearlo, para conducirlo por el camino correcto”.

Enseguida vino el viaje a Japón, con escala en Washington, donde Michel Camdessus, entonces director del Fondo Monetario Internacional, se enteró del cambiazo del mandatario electo, y se regocijó: “Sus palabras”, dijo, “me han sonado a Música celestial”.

El hombre que en la campaña electoral había jurado que no impondría el “paquetazo” económico del FMI, estaba ya comprometido con el imperio de las finanzas mundiales. A poco de instalado en Palacio, aplicó el programa que hizo sufrir a millones de peruanos.

Era el transfuguismo de alto nivel, de clase A, el de los jefes de Estado que cambian de programa, de rumbo y expectativas, y con eso alteran el destino no sólo de un pueblo, sino del país mismo, cuya existencia como entidad libre e independiente y con destino histórico resulta amenazada.

No hay que engañarse, entonces, respecto del debate sobre Gestores. La prueba de que no se trata sólo de un plan de aniquilamiento contra Daniel Abugattás, ni de repulsa a un proyecto errado, es que un programa muy parecido, casi igual, fue concebido y puesto en práctica por el gobierno reciente del APRA.

La oficina instalada bajo la presidencia de Javier Velásquez Quesquén tenía, en esencia, las mismas funciones que Gestores: apoyo a la mesa directiva del Congreso, enlace con los gobiernos regionales y locales, coordinación entre el Congreso y los demás poderes del Estado.

El APRA consideraba en esos días que el programa era necesario. Tanto es así, que el mismísimo Velásquez Quesquén autorizó la contratación de cientos de funcionarios. Todos ellos apristas (qué casualidad).

Un aspecto notable en la ofensiva contra Gestores es la cuasi unanimidad adversa de los medios de comunicación. Llamamos la atención, una vez más, sobre este hecho grave. En algún lugar del poder hay un aparato totalitario, que sueña con un periodismo orquestado, subvencionado y sumiso en su totalidad.(la primera)