Hace varios años un grupo de amigos – el 14 de agosto por la noche – estábamos en un bar-restaurante que funcionó en el ex hotel Torres, esperando el estallido de los fuegos artificiales, en la víspera de la fiesta.
El local se llamaba “El Tornillo” o “La Tuerca”, no recuerdo bien, pero si el detalle que motiva este relato.
Uno de los amigos me dijo de pronto que el alcalde de Huamachuco (Vílchez) quería hablar conmigo (en esa época yo trabajaba en La República) y que estaba allí mismo en el local, compartiendo una mesa con otra persona.
Me acerqué a la mesa del alcalde, quien luego de presentarme a su acompañante (el fiscal de Huamachuco), me preguntó a boca de jarro lo que yo como periodista pensaba de él y de su gestión frente a la comuna.
“Estoy aquí hace apenas dos días – respondí – pero cada persona con la que he tocado el tema se expresa muy mal de usted en relación a malos manejos en la municipalidad, para lo cual incluso contaría con la protección de las autoridades judiciales”.
¿Y qué me aconsejaría hacer para remediar esta mala imagen?, me preguntó de inmediato.
- Lo primero – le dije – deje usted de exhibirse con el fiscal y abra las puertas de la municipalidad para que los huamachuquinos puedan expresar sus críticas abiertamente y sobre todo para que puedan obtener la información fidedigna sobre todas y cada una de las actividades que realiza.
- Por ejemplo, agregué, mañana mismo abra usted un libro de denuncias y un buzón en los cuales los huamachuquinos – identificándose o no – puedan expresar sus críticas y denuncias, las cuales usted responderá puntualmente.
- Anuncie – insistí – la creación de este libro y del buzón en la sesión solemne de mañana y, más aún, coloque un pizarrón en la puerta de la municipalidad sobre lo mismo, para que todos se enteren y no sólo los que van a la sesión.
Al día siguiente (15 de agosto) pasé por el local municipal y vi con sorpresa que allí estaba el pizarrón y una ánfora para las sugerencias y denuncias; y luego me enteré que el Alcalde hizo los anuncios del caso en su discurso de orden.
Por esos días, un amigo y vecino mío de la calle San Martín que por entonces era Subprefecto, me pidió que publique en La República una información sobre la presunta inconducta del Alcalde y yo acepté la posibilidad, siempre y cuando fuera él quien formulara las denuncias.
Un tanto incómodo me dijo que me buscaría para reunirnos.
En el almuerzo familiar del 15 se repitió la retahíla de ataques al Alcalde, así que pedí a quien encabezaba la artillería que precisara sus críticas y obtuve esta insólita respuesta.
- Por último es un cholo muy feo…
Antes de regresar a Lima fui a la Municipalidad y constaté que el libro de denuncias estaba en blanco y que el buzón estaba vacío.
Y el subprefecto nunca me buscó y más bien me esquivó.
¿Y a qué viene todo esto?
Pues a las críticas anticipadas que está recibiendo Luchín Rebaza, el flamante Alcalde, quien no ha terminado de acomodarse en el sillón municipal cuando ya está recibiendo el fuego graneado de la maledicencia.
Lo mismo – aunque con algunas diferencias – sucede con Guillermo Rebaza Jara, principal directivo de la Unidad Ejecutora de Marcahuamachuco, a quien atribuyen inconductas desmesuradas sobre inacción, sueldos, hojas de vida vacías, empleados fantasmas, etc.
Y entonces pregunto, sin que nadie me haya pedido sugerencia alguna :
¿Porqué La Unidad Ejecutora y la Municipalidad no abren un libro de denuncias y un buzón para que los huamachuquinos – identificándose o no – denuncien si quieren hacerlo y opinen sobre las respectivas gestiones?
¿Y porqué Luchín Rebaza y Guillermo Rebaza no colocan una pizarra en la puerta de sus locales con la información correspondiente a los gastos de sus instituciones?
Y lo mismo sobre los sueldos y salarios de los funcionarios, sobres sus hojas de vida y sobre las convocatorias para los proyectos y adquisiciones.
Por supuesto que estas informaciones también deben publicarse en la internet y no estaría demás que editen también un boletín de distribución gratuita.
Con esto dejarían a salvo sus honras (si son honrados, claro está) y podrían trabajar más tranquilamente, al margen del chisme que – admitámoslo – también nos caracteriza.
(pedro ortiz)
El local se llamaba “El Tornillo” o “La Tuerca”, no recuerdo bien, pero si el detalle que motiva este relato.
Uno de los amigos me dijo de pronto que el alcalde de Huamachuco (Vílchez) quería hablar conmigo (en esa época yo trabajaba en La República) y que estaba allí mismo en el local, compartiendo una mesa con otra persona.
Me acerqué a la mesa del alcalde, quien luego de presentarme a su acompañante (el fiscal de Huamachuco), me preguntó a boca de jarro lo que yo como periodista pensaba de él y de su gestión frente a la comuna.
“Estoy aquí hace apenas dos días – respondí – pero cada persona con la que he tocado el tema se expresa muy mal de usted en relación a malos manejos en la municipalidad, para lo cual incluso contaría con la protección de las autoridades judiciales”.
¿Y qué me aconsejaría hacer para remediar esta mala imagen?, me preguntó de inmediato.
- Lo primero – le dije – deje usted de exhibirse con el fiscal y abra las puertas de la municipalidad para que los huamachuquinos puedan expresar sus críticas abiertamente y sobre todo para que puedan obtener la información fidedigna sobre todas y cada una de las actividades que realiza.
- Por ejemplo, agregué, mañana mismo abra usted un libro de denuncias y un buzón en los cuales los huamachuquinos – identificándose o no – puedan expresar sus críticas y denuncias, las cuales usted responderá puntualmente.
- Anuncie – insistí – la creación de este libro y del buzón en la sesión solemne de mañana y, más aún, coloque un pizarrón en la puerta de la municipalidad sobre lo mismo, para que todos se enteren y no sólo los que van a la sesión.
Al día siguiente (15 de agosto) pasé por el local municipal y vi con sorpresa que allí estaba el pizarrón y una ánfora para las sugerencias y denuncias; y luego me enteré que el Alcalde hizo los anuncios del caso en su discurso de orden.
Por esos días, un amigo y vecino mío de la calle San Martín que por entonces era Subprefecto, me pidió que publique en La República una información sobre la presunta inconducta del Alcalde y yo acepté la posibilidad, siempre y cuando fuera él quien formulara las denuncias.
Un tanto incómodo me dijo que me buscaría para reunirnos.
En el almuerzo familiar del 15 se repitió la retahíla de ataques al Alcalde, así que pedí a quien encabezaba la artillería que precisara sus críticas y obtuve esta insólita respuesta.
- Por último es un cholo muy feo…
Antes de regresar a Lima fui a la Municipalidad y constaté que el libro de denuncias estaba en blanco y que el buzón estaba vacío.
Y el subprefecto nunca me buscó y más bien me esquivó.
¿Y a qué viene todo esto?
Pues a las críticas anticipadas que está recibiendo Luchín Rebaza, el flamante Alcalde, quien no ha terminado de acomodarse en el sillón municipal cuando ya está recibiendo el fuego graneado de la maledicencia.
Lo mismo – aunque con algunas diferencias – sucede con Guillermo Rebaza Jara, principal directivo de la Unidad Ejecutora de Marcahuamachuco, a quien atribuyen inconductas desmesuradas sobre inacción, sueldos, hojas de vida vacías, empleados fantasmas, etc.
Y entonces pregunto, sin que nadie me haya pedido sugerencia alguna :
¿Porqué La Unidad Ejecutora y la Municipalidad no abren un libro de denuncias y un buzón para que los huamachuquinos – identificándose o no – denuncien si quieren hacerlo y opinen sobre las respectivas gestiones?
¿Y porqué Luchín Rebaza y Guillermo Rebaza no colocan una pizarra en la puerta de sus locales con la información correspondiente a los gastos de sus instituciones?
Y lo mismo sobre los sueldos y salarios de los funcionarios, sobres sus hojas de vida y sobre las convocatorias para los proyectos y adquisiciones.
Por supuesto que estas informaciones también deben publicarse en la internet y no estaría demás que editen también un boletín de distribución gratuita.
Con esto dejarían a salvo sus honras (si son honrados, claro está) y podrían trabajar más tranquilamente, al margen del chisme que – admitámoslo – también nos caracteriza.
(pedro ortiz)