Angelina Valderrama tejía solo para ventas ocasionales, pero en 2020, cuando llegó la pandemia, se vio en tal necesidad de generar ingresos para su familia, que decidió entonces empezar con la venta de prendas de vestir y enseres tejidos. El negocio ha prosperado, hoy tiene ventas regulares y es parte de la Asociación de Artesanos de Chugay.
Los tiempos de adversidad pueden generar sentimientos de derrota y frustración en las personas, pero también pueden despertar talentos y convertirse en una oportunidad. Este es el caso de Angelina Valderrama Rodríguez, una madre usuaria del programa Juntos en el distrito de Chugay en La Libertad, quien, ante las dificultades de la pandemia, decidió convertirse en empresaria utilizando su talento y conocimientos ancestrales en tejido para apoyar a su familia. Ella ingresó al programa Juntos en el año 2007.
Junto a su esposo Juan y sus dos hijos menores -Jamer de 14 años y Jausin de 10 años- viven en el centro poblado Shalar. Sus dos hijos mayores ya concluyeron la secundaria y son independientes. Cuando Angelina era niña veía a su madre Paula como hilaba con una rueca la lana del carnero y ella iba aprendiendo solo con mirar, sin que le enseñaran. Veía, además, como su tía Tránsito tejía emparada utilizando la qallwa o telar de cintura con insumos tradicionales como la lana de carnero, tramero, paltoque y la illawa, entre otros elementos.
“Me gustaba hilar mi rueca, preparar los materiales para tejer mis alforjas, frazadas para tejer en palillo y a crochet Empecé a los 12 años, tejía para mis amistades o para mí misma porque no tenía negocio, solo eventualmente”. Angelina tuvo que trabajar desde niña, pero ante la adversidad no se amilanó, sino que supo sacarle partido y es en esas circunstancias que sigue aprendiendo a utilizar la qallwa. “Yo iba a trabajar en la casa de una vecina Eloísa, iba para lavar la ropa y a trabajar en su chacra botando piedras y ahí vi que ella tejía con la qallwa y ahí aprendí más”.
Angelina tejía solo para ventas ocasionales, pero en 2020, cuando llegó la pandemia, se vio en tal necesidad de generar ingresos para su familia, que decidió entonces empezar con la venta de prendas de vestir y enseres tejidos. El negocio ha prosperado, hoy tiene ventas regulares y es parte de la Asociación de Artesanos de Chugay con quienes participa en ferias para potenciar las ventas de su negocio. Fue a través de esta asociación que la convocaron para participar en la feria Ruraq Maki 2022 organizada por el Ministerio de Cultura, en la ciudad de Trujillo, donde obtuvo buenas ventas y pudo promocionar un poco más su negocio.
Marleni Araujo, presidenta de la asociación de artesanos de Chugay, conoció a Angelina cuando buscaba participantes para Ruraq Maki. “Buscaba una persona que vaya a representarnos y empecé a buscar compañeras artesanas y me sugirieron a Angelina, pero estaba un poco ocupada porque tenía un familiar enfermo. Yo la animé para ir. Así nos conocimos y ahora somos amigas inseparables a pesar que cada una vive en un caserío diferente”. Los productos más solicitados de Angelina son los gorritos y chullitos turísticos que llevan el nombre de su distrito Chugay y de su centro poblado Shalar, y también llaveros con sombreritos y chullitos tejidos de lana.
Ahora, Angelina ha diversificado su negocio confeccionando trajes típicos para danzas y otros a pedido. “En la pandemia no había cómo ganar un sol, no se podía salir y empecé a hacer mis gorros, chullos, chalinas y ofrecía a las amistades, hoy tengo mi taller y vendo en mi casa y en ferias”. Esta labor le permite tener tiempo para ocuparse de su casa y de su familia, en especial de sus hijos. “Durante el tiempo de pandemia, ellos estuvieron dos años sin ver a sus profesores y tenían muchas dificultades, no teníamos dinero para comprar celulares hasta que finalmente recibimos una tablet. Sufrimos mucho tanto los padres como los niños, por eso tuve que dedicarme a apoyarlos para que pudieran estudiar”.
Su esposo Juan se dedica a la agricultura, pues siembra trigo, maíz, chiclayos en una pequeña parcela ayudado por Angelina, quien también usa la picota y la barreta. “Antes de la pandemia solo apoyaba a mi esposo en la chacra, ahora ya puedo apoyar con mi negocio de tejidos y por eso mi esposo está agradecido”. La familia de Angelina es una familia de artesanos, los hijos de Angelina ya están aprendiendo a utilizar la qallwa y también Juan les ha enseñado el trabajo con arcilla.
“El centro poblado donde vivimos se llama Shalar por la tierra arcillosa que abunda en este lugar, con esta tierra Juan fabrica tejas y mi hijo Jamer ya hace floreros de barro. La fabricación de las tejas solo se da en tiempos sin lluvia, o sea en los meses de julio, agosto y setiembre”. Así también lo manifiesta su hijo Jamer, quien con 14 años ya ha aprendido a manejar el telar gracias a los conocimientos que Angelina le ha impartido como una forma de trasladar esta herencia ancestral a la siguiente generación.
“Yo primero aprendí a meter la qallwa, pasar la trama y chancarlo para afirmar la línea hasta llegar a hacer una frazada”, dice Jamer, que combina el arte del telar y sus trabajos en arcilla con sus estudios de tercero de secundaria mientras teje sueños de ingresar a estudiar en una universidad cuando termine el colegio. “A mi mamá la veo como una mujer emprendedora que le gusta hacer sus trabajos de tejidos en telar, en crochet, fajas, alforjas, frazadas ella es un ejemplo para mí”, asegura.
“Sus principales cualidades es que ella es decidida, cuando quiere hacer algo lo hace y no para hasta lograrlo por eso ahora ya tiene su negocio. Además, es una madre cariñosa, amable siempre me ha aconsejado que haga mis tareas y no falte al colegio, sino que asista puntualmente”, presume. Angelina es una mujer que ha sabido construir un emprendimiento en medio de la necesidad y la adversidad. Ella, junto con su esposo y sus hijos, se esfuerzan para salir adelante tejiendo telares, tejiendo lazos de amor y amistad.