Han pasado cien años desde la publicación del libro de Vallejo, y los paradigmas han cambiado radicalmente.
Cuando Vallejo escribió Trilce, la segunda revolución industrial fenecía en occidente. La fuerza de trabajo estaba en las máquinas y en los obreros. La primera guerra mundial había construido sobre las ruinas un nuevo orden. Las vanguardias cuestionaban desde sus lenguajes su propio quehacer, como ocurrió con la literatura y las artes, desde la pintura hasta el incipiente cine.
En ese mundo, Trilce se convirtió en una máquina verbal, donde cada poema buscaba su propio universo y una nueva forma de lectura fuera del canon existente, y cuyos poemas funcionaban “como una máquina de amor, una máquina de guerra, una máquina revolucionaria y una máquina abstracta”, como afirmaba Deleuze sobre algunos textos. En cada generación, Trilce ha sido interpretado de diversas formas, como si fuese un poema laberíntico y de infinitos mecanismos.
Han pasado cien años desde la publicación del libro de Vallejo, y los paradigmas han cambiado radicalmente. La big data y la IA están configurando una nueva manera de interrelacionarnos, entre nosotros mismos y el entorno. En este universo de datos, las prácticas humanas se han convertido en patrones, que podrían ser reproducidos por las máquinas y generar nuevos textos, canciones y cuadros, mediante desarrollos de IA, de aprendizaje profundo.
¿Deberíamos leer a Vallejo o reinterpretarlo desde las posibilidades que nos brindan los nuevos medios, para ampliar la experiencia y comprensión de nuestros propios afectos y afecciones? No es descabellado, ni banaliza la poesía y la creatividad humana, sino que amplía otras formas de inteligencia y percepción, como escribe la investigadora y artista Joanna Zylinska sobre la IA, el reconocer nuestra relación entre criaturas y máquinas, reconociendo la capacidad humana para contar historias, tener visiones y soñar.
Tal vez, nuestro mundo nos ha abierto, como este libro, infinitas posibilidades.( CORREO)