Vallejo da inicio a la poesía contemporánea desde una cárcel de Trujillo a la que había sido llevado injustamente.
“El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética”, le escribió César Vallejo Mendoza a Antenor Orrego, al comentar sobre su libro “Trilce”, un poemario que, en efecto, había pasado desapercibido por la crítica peruana.
El poeta liberteño entendía que su nueva obra era compleja y arriesgada. Su poemario previo, “Los Heraldo Negros”, había sido recibido con mayor calidez, pero “Trilce” desconcertaba a los lectores por sus innovaciones lingüísticas, la ruptura de las normas, por esa especie de reinvención del idioma. Luis Alberto Sánchez, uno de los pocos que comentó el libro, tampoco entendía bien de qué iba “Trilce”: “Y he aquí, ahora, a un poeta brujo. A un poeta con cuyo libro lucho en vano, pues cada línea me desorienta más, cada página aumenta mi asombro. ¿Por qué ha escrito Trilce, Vallejo?”.
100 años después
“Trilce” se publicó en el año 1922, pero no fue sino hasta el 1930 que, reeditado en España, sería rescatado del olvido. A partir de ahí empezaría a ser revalorado por su audacia y su originalidad. Hoy, 100 años después de la publicación original en el Perú, sigue desafiando a los críticos y lectores del mundo, pero creciendo en resonancia. La celebración del centenario de “Trilce” es la mayor prueba de ello.
Desde la cárcel
Los primeros poemas de “Trilce” los escribió Vallejo en la cárcel, la etapa más dura que vivió el poeta y que lo llevó a abandonar para siempre el país. De hecho, el poema I de “Trilce” es interpretado como el abyecto acto de defecar dentro de la prisión (“Quién hace tanta bulla, y ni deja / testar las islas que van quedando”).
Vallejo da inicio a la poesía contemporánea desde una cárcel de Trujillo a la que había sido llevado injustamente, acusado falsamente de agitador e incendiario.
El vate santiaguino purgó prisión durante 112 días, entre los años 1920 y 1921. Publicó “Trilce” en el año 1922. Luego, cuando se reabrió el caso que lo había llevado a prisión, ante la posibilidad de volver a la cárcel, decidió embarcarse hacia Europa, ayudado por su amigo Antenor Orrego.
“Trilce” rompió con los esquemas, en el sentido estricto del término. Sus poemas abordan lo sexual (“Pienso en tu sexo / Simplificado el corazón, pienso en tu sexo / ante el hijar maduro del día”); la nostalgia por la vida en familia y la soledad (“He almorzado solo ahora, y no he tenido / madre ni súplica, ni sírvete, ni agua, / ni padre que, en el facundo ofertorio / de los choclos, pregunte para su tardanza / de imagen, por los broches mayores del sonido”); expresiones onomatopéyicas e hipertextuales (“999 calorías / Rumbbb... Trrraprrr rrach... chaz / Serpentínica u del bizcochero / engirafada al tímpano”); entre otras innovaciones.
Lo que hizo nuestro más grande poeta fue abrir una puerta para todo lo que vendría en la literatura. Fue un adelantado a su época. “Trilce” fue la versión en poesía de lo que hizo Joyce con “Ulises”, publicado el mismo 1922. Fue, ante todo, un acto de libertad creativa, genuina y total. El mismo Vallejo lo dijo en aquella carta que le envió a Orrego: “Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás”. (CORREO)