Por: César Lévano
En los últimos días, a propósito de la ley de empleo juvenil, el presidente Ollanta Humala ha demostrado por qué la derecha aprueba su gobierno. El jefe del Estado lo ha hecho con firmeza e insistencia, sin la timidez que le atribuye el sociólogo Sinesio López.
Notable es que en ese empeño Humala traiciona sus promesas de la campaña presidencial y asume una postura caduca del Banco Mundial, en iniciativa que no le pertenece, sino que corresponde al exfuncionario del FMI y del Banco de Crédito Alonso Segura, ministro de Economía.
Por eso mismo no creo que la derecha tema la aparición de otro Humala. ¿Para qué, si ya tiene el hombre adecuado en Palacio, y cuenta con piezas de repuesto como Keiko Fujimori y Alan García?
En la actual coyuntura se ha acentuado un rasgo de la psicología de los gobernantes peruanos: el cinismo y la desmemoria.
García, el jefe aprista, olvida que legisló con medidas parecidas a las que hoy se dan contra los jóvenes, solo que en relación con la pequeña empresa, a la que hizo entrar, a la fuerza, a la mediana empresa, privando de derechos a cientos de miles de trabajadores de todas las edades.
Conocido es su ensayo “El síndrome del perro del hortelano”, en el que proponía fomentar la gran inversión permitiéndole saquear a la selva, envenenar el ambiente y extirpar las comunidades nativas. En el primer capítulo de esa serie, publicado el 28 de octubre del 2007 en El Comercio, escribió:
“El trabajo informal que es mayoritario, es un trabajo no incorporado a la economía ni a la legalidad; no tiene seguridad social porque no cotiza, no tiene pensión porque no aporta a ningún sistema, para darle valor a ese trabajo en beneficio a la persona, lo lógico sería un avance progresivo para que los empleados de la microempresa, que son millones, tengan en primer lugar los derechos fundamentales mínimos, seguro de salud, pensión y 8 horas. Es más de lo que hoy tienen”.
Esta última frase la asume Humala ahora, al decir que la ley Segura busca darles algo a los que nada tienen. Como bien saben los jóvenes, el gobierno quiere darles empleo sin tiempo de servicios, sin gratificaciones, sin vacaciones de 30 días, con salarios de hambre y contratos precarios de meses o, máximo, tres años.
Hay quienes quieren aplicar al presidente el dicho “a la policía se le respeta”. Hace veinte años, el politólogo italiano Giovanni Sartori expresó en su libro Qué es la democracia:
“El poder, como tal, es un hecho de fuerza sostenido por sanciones; es una fuerza que se impone desde arriba sobre quien la sufre. En cambio, la autoridad emerge de una investidura espontánea y recaba su fuerza del reconocimiento: es un poder de prestigio que recibe de él su legitimación y su eficacia”.(diario uno)