QUÉ INFIERNO
Daniel Uceda Mostacero, de 27 años, es una de las siete personas que sobrevivieron a la tragedia del sábado en Otuzco. Estudiante de la ingeniería civil de la UCV, Uceda resultó con tres costillas rotas y una herida grave en el pulmón. Por ahora se encuentra internado en la clínica Peruano Americana, tratando de recuperarse, aunque el proceso avanza lento. Y no es para menos: estuvo dentro de un ómnibus que cayó a un abismo de 200 metros.
De acuerdo con lo relatado por el muchacho, abordó el carro a las 10:30 p.m. para venir a visitar a su madre. Trabajaba allá desde hacía dos años, pero su familia está aquí, en Trujillo, de modo que sus viajes eran frecuentes, por lo general cada dos semanas. Según dijo, el viaje transcurrió con cierta calma durante el primer tramo, lo que ocurrió después son solo imágenes sueltas que llegan a su memoria y le hacen revivir el infierno al que ha sobrevivido.
“Vine en el asiento 27. Lo único que puedo decir sobre lo que ha sucedido es que, al partir, me quedé dormido, pero desperté poco antes del accidente. Todo estaba oscuro y los demás pasajeros dormían porque aún eran las cuatro de la mañana. Entonces escuché que el chofer gritó y sentí que el carro se iba hacia abajo”, relató Uceda, aunque con dificultad por la herida en su pulmón.
Luego de tomar aire, continuó: “Tras desbordar la pista, el carro debe de haber avanzado unos 50 metros hacia lo profundo del abismo; luego de esos primeros 50 metros, se dio un par de vueltas y la gente salió disparada de sus asiento. Yo, en cambio, me había aferrado al mío en cuanto escuché el grito del piloto. Después de esas vueltas, seguimos cayendo en picada, y unos 20 metros más abajo, volví a sentir que dábamos otras vueltas, como de campana”.
Uceda recuerda también que mientras esto sucedía, sintió el peso de varias personas encima de él. A partir de ese instante, hay un espacio en blanco en su memoria, como si se tratase de una película a la que le han borrado la parte central de la historia. Despertó cuando ya el bus estaba en lo más hondo del precipicio, sobre las aguas del Moche.
“No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero al volver en mí, estaba entre los escombros del ómnibus, con medio cuerpo en el agua. Vi que otras cuatro personas habían sobrevivido. Traté de gritar, pedir auxilio, pero fue en vano: sentía un fuerte dolor en mi espalda. Al parecer me había golpeado con una piedra y mis pulmones ya estaban mal. No podía gritar. De modo que solo me quedó arrastrarme hacia la orilla, y lo hice, me arrastré”, contó.
Asimismo, dijo que fue auxiliado por sus compañeros de trabajo, a quienes llamó por celular.
“Había guardado el aparato en el bolsillo de mi casaca, por lo que al llegar a la orilla, me toqué el pecho, sentó el bulto y noté que no lo había perdido. De inmediato les marqué a mis amigos para contarles lo que había pasado, y la empresa para la cual trabajo envió dos camionetas para que me ayuden. Llegaron en poco tiempo y me ayudaron a salir del abismo”, añadió.
FALSA ALARMA
Tras el accidente, la madre de Uceda, Clemencia Mostacero, escuchó en los medios la lista de personas que habían abordado el ómnibus en Huamachuco, y entre los numerosos nombres reportados como fallecidos o desaparecidos, estaba el de su muchacho, por lo que rompió en lágrimas. En otras palabras, lo dio por muerto, pensó que se había ido para siempre y que nunca iba a volver a verlo. Sin embargo, horas después, sus parientes le dijeron que había sobrevivido. Entonces volvió a llorar, pero esta vez de felicidad.
Clemencia visitó luego a su hijo en la clínica, y lo abrazó como nunca antes lo había hecho; no era para menos: Daniel había vuelto a la vida para ella.
Por ahora, Daniel Uceda se recupera en la clínica. Su historia es una de las pocas que han terminado con una pequeña dosis de esperanza y alegría en medio de tanta tragedia.
NO LOS ABANDONEN
En tanto, no debemos olvidar que hay cuerpos que aún no han sido sacados de las aguas del río Moche. Uno de ellos es el del ingeniero industrial Jhonatan Pardo Bazán, de 25 años. Su padre, Segundo Pardo Vargas, lo busca incansablemente, y aunque está preparado para lo peor, aún guarda la esperanza de encontrarlo vivo.
“Hasta que no vea su cadáver, seguiré creyendo que no ha muerto; no puedo pensar de otra manera. Me aferro a la idea de que quizá está herido, perdido entre los matorrales, esperando a recibir ayuda”, comentó Pardo, para luego romper en lágrimas.
Pardo dijo además que su hija mayor se ha sumado también a la búsqueda, así como varios compañeros de estudios de Jhonatan. “Él era una persona muy querida, sobresaliente”, recordó, para luego añadir que el joven egresó de la UNT y actualmente elaboraba su tesis para titularse.
“Se capacitaba constantemente con diplomados, y viajaba a Huamachuco porque trabajaba asesorando externamente a Horna, por eso la empresa le daba pasajes de cortesía; además, iba para allá porque nos ayudaba a nosotros vendiendo algunos productos”, acotó.
De otro lado, criticó el que las autoridades hayan decidido abandonar las labores de rescate, por lo que las instó a no bajar los brazos.
“Ayer (domingo) hablé con el congresista José León Rivera y me ha prometido que hará todo lo posible para que todos los cuerpos sean encontrados; confío en su palabra, y no solo yo, sino también las otras familias que están en las misma situación, buscando a sus parientes fallecidos”, sostuvo.
JUNTOS PARA SIEMPRE
El caso de Jhonatan Pardo es similar al de Ana Beatriz Pirgo Peláez, estudiante de psicología de la UCV de 23 años que había viajado a Huamachuco para trabajar en su tesis, y cuyo cuerpo tampoco aparece.
“Ya había terminado, por lo que el viernes abordó el ómnibus de Horna para regresar definitivamente a la ciudad. Aquel era el último viaje que haría, pero ahora está muerta”, comentó su hermano.
En realidad Ana Beatriz había viajado con su enamorado, el también egresado de psicología Raúl Pacherres Ruiz, de 22 años. La tesis la estaban haciendo juntos, de manera que iban y venían constantemente. A decir de quienes conocieron a los jóvenes, el amor entre ambos era fuerte, “hacían una linda pareja”, comentaron sus amigos. Los dos perdieron la vida aquella madrugada del sábado.
Raúl, por su parte, era hermano de Luis Felipe Pacherres Ruiz, docente y trabajador del proyecto Markahuamachuco. Luis Felipe, de 32 años, fue otra de las víctimas. Allegados a la familia contaron que Luis Felipe había terminado su jornada de trabajo el miércoles, por lo que aprestó a venir ese mismo día a Trujillo, pero Raúl le dijo que lo espere hasta el viernes para que viajen juntos.
El viernes en la noche, Luis Felipe, Raúl y Ana se acomodaron en sus asientos sin saber que en unas pocas horas morirían. De los tres, solo Luis Felipe ha sido encontrado y sepultado. Ana y Raúl aún no aparecen. Sus familias viven un tormento.
EL ÚLTIMO ADIÓS
Vale precisar, por último, que ayer, en el Parque Eterno, fueron sepultadas varias de las víctimas. A las 11:15 a.m.. fue el sepelio de la enfermera Lita Mendoza Alfaro, de 32 años. Parientes de la joven comentaron que venía a Trujillo a clases de maestría. Trabajaba en el hospital Leoncio Prado de Huamachuco y el miércoles iba a cumplir 33 años. Además, dijeron que estaba próxima a casarse. Su novio, quien trabaja en la selva, no pudo llegar a tiempo para darle el último adiós.
Veinte minutos después, llegó al camposanto el féretro con los restos de Paola Mercado Díaz, otra enfermera fallecida. Al igual que Lita Mendoza, Paola también prestaba servicios en el hospital Leoncio Prado.
Después, a las 12:30, los docentes de la UNT le dieron el último adiós a su colega Eduardo Pajuelo Torres. Antes, el féretro fue llevado al paraninfo de la Universidad, donde se le rindió un homenaje póstumo al maestro.
Por la tarde, a las 3:00 p.m. fue el sepelio de la ingeniera Flor Ríos, de 25 años, y su padre, el empresario José Ríos. El dolor reinó ayer en el Parque Eterno, donde nadie podía explicarse aún el porqué de semejante tragedia.(satélite)