Por: Arturo Belaunde Guzmán
Una nueva semana de conflictos ha vivido el país, principalmente por las huelgas de profesores y de médicos del Ministerio de salud, en demanda de largamente postergados y justos aumentos de sueldos que esos sectores esperan y exigen con creciente impaciencia que han expresado en las calles.
Esos y otros conflictos han tenido como característica que un nuevo protagonista, formalmente ajeno a los sectores involucrados, es cada vez más mencionado por los dirigentes sociales, y se trata nada menos que del ministro de Economía, a quien señalan como responsable de la desatención de sus reclamos y de la prolongación de los conflictos.
Tanto los dirigentes de los dos gremios citados como los representantes de militares y Policías retirados, coinciden en señalar al titular de esa cartera como un rígido funcionario que se niega a “soltar” los fondos necesarios no solo para aumentar sueldos, sino también para mejorar la infraestructura y la calidad de los vitales sectores de salud y Educación.
El hecho ha merecido una crítica al ministro, formulada por la Vicepresidenta de la República, que ha deplorado lo que considera insensibilidad de quienes llamó genéricamente funcionarios que creen haber ganado las elecciones y asumen actitudes de desdén a los reclamos de los trabajadores y los pueblos del Perú.
La respuesta del ministro ha sido reiterar que las mejoras de sueldos deben estar ligadas a reformas que mejoren los servicios públicos, pero los críticos del manejo de la economía advierten que las primeras son de urgencia angustiosa y no pueden esperar por las segundas.
Coincidentemente, esta semana se han dado nuevas cifras positivas sobre las proyecciones del crecimiento económico, cuyos beneficios deben llegar a todos, según la política de crecimiento con inclusión que ofrece el gobierno y que parece no conmover al portafolio de Economía. Además, un reporte oficial señala que el país tiene reservas por más de 60,000 millones de dólares.
Pero, contradictoriamente, los conflictos se suceden sin que las arcas estatales se utilicen para atender las demandas que los motivan, por lo que muchos se preguntan si el objetivo del Ministerio de Economía es hacer una especie de tarea impecable, consistente en no gastar la riqueza acumulada, como si esta pudiera ser solo un monumento a la poco convincente eficacia de los funcionarios responsables.
Tal situación plantea un círculo vicioso que deteriora socialmente al país y que puede tener consecuencias políticas poco convenientes, por lo que debe romperse. Nadie quiere populismos ni derroche, pero de ninguna manera debe continuar el fundamentalismo de quienes creen que lo social es un gasto prescindible, cuando en realidad es una inversión vital para el futuro del país.(la primera)