Por: Dionicio Mantilla León
¿Viajar a Lurín? ¿Porqué y para qué? Pero, el guerrero, el “héroe civil”, como lo llama su biógrafo, el historiador Larriva, necesitaba un descanso, un respiro. Meses atrás le había dicho a Bolívar “que ha de morir trabajando”. En esos días, encontrándose en Huamanga, había acabado de preparar con entusiasmo el triunfo de Ayacucho, y con ese mismo entusiasmo, lanzaba, el 7 de diciembre de 1824, la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá. Acciones realizadas con dedicación y patriotismo motivo por el cual fuera saludado por el Congreso declarándolo como Benemérito de la Patria en grado heroico y eminente y, Bolívar, como Vice Presidente del Consejo de Gobierno.
“Pero, Sánchez Carrión estaba muy enfermo y el 17 de marzo de 1825 no podía mover la mano parea firmar”, tal como así lo narra el historiador, Augusto Tamayo Vargas. Las continuas y agotadoras jornadas a caballo por caminos tortuosos trabajando indesmayablemente para organizar el ejército libertario, triunfador de Junín y Ayacucho, y recorriendo el país para construir la República había ido minando, poco a poco, el cuerpo del gran líder huamachuquino, contrayendo dolencias hepáticas.
Era la madrugada del 2 de junio de 1825 cuando resoplando, jadeante por el esfuerzo de la larga cabalgata, el caballo con su ilustre jinete ingresaron al inmenso y empedrado zaguán de la casa hacienda de San Felipe Neri, en Lurín. El Tribuno, al ser trasladado a la alcoba cayó en su cama cerrando los ojos. Como relampagueante película desfilaron entonces por su afiebrada mente las escenas vividas por este pro hombre de la historia peruana a lo largo de su fructífera existencia. Su nacimiento, un 13 de Febrero de 1787, en las heladas punas de Huamachuco, pueblo anidado amorosamente al pie del regazo del nevado Huaylillas.
Su paso por el cálido hogar de don Agustín Sánchez Carrión y doña Teresa Rodríguez. Su traslado a Trujillo y sus estudios en el Seminario San Carlos y San Marcelo. Su incorporación al Colegio Carolino y su contacto con las savias doctrinas de libertad, igualdad y fraternidad, de los enciclopedistas europeos, Rosseau, Montesquiu, Volteaire y Diderot y de sus caros maestros carolinos encabezados por Toribio Rodríguez Mendoza.
Por su joven vitalidad pasaron como escenas fotográficas su papel como líder juvenil, como periodista incisivo, su estadía en el apartado pueblo de Sayán, su justificada posición doctrinaria al escribir sus famosas “Cartas” y su elocuente participación como parlamentario en el Congreso Constituyente de 1822, sustentando con fervor sus ideas libertarias y democráticas de la República. Asimismo, su lúcida intervención como Ministro y Secretario del Libertador Simón Bolívar, su laboriosa entrega a la formación, en Huamachuco, del Ejército Libertador, pero, sobre todo, su responsable dedicación en la construcción del hermoso edificio de la República recorriendo para ello todo el territorio libre de la naciente Patria.
Todo ello en tan sólo 38 años de existencia. Una vida entregada al servicio de la Libertad, la democracia y la grandeza de la Nueva Patria tuvo que minarlo y es por eso que en la fría madrugada del 2 de junio de 1,824 el huamachuquino sin par, el héroe civil, tuvo que sentir los golpes de la enfermedad que venía soportando desde hace algunos años porque “quería morir trabajando” como le dijera al libertador Simón Bolívar. Más su destino ya estaba escrito y el ícaro con alas de cóndor luminoso que a decir de muchos quienes lo admiramos “tenía conciencia plena de de su destino de lumbre que se consume más a medida que más arde” apagó la llama votiva de su vida.
Junto a él emergió la misteriosa luminosidad de sus pensamientos que el eco de todos los confines de la Patria nos lo recuerdan eternamente: “! Quiera el árbitro de las naciones que un día mi Patria sea próspera, feliz y grande al abrigo de la libertad y la justicia y cuyas luces brillen siempre como las del padre de los Incas a la hora en que les aceptaba sus solemnes cultos! ¡El Perú es la Patria de la Humanidad y quien pise suelo peruano será querido y respetado como persona!!La libertad es mi ídolo y lo es del pueblo, sin ella no quiero nada!” Pensamientos que como retumbe de truenos horadan nuestro corazón para anidarse para siempre en él, porque Sánchez Carrión no ha muerto vive y vivirá siempre como nutrimento de la libertad, la igualdad y la fraternidad, como señero símbolo del ideólogo y el estadista que nos enseñó la senda de la humana grandeza.