Por: Luis Peña Rebaza
Dentro de la evolución intelectual del ser humano, por desgracia no de todos, hay un trascendental proceso de paso de la conciencia ingenua a la conciencia crítica, la cual implica necesariamente adoptar una posición crítica hacia lo que observamos o ponemos bajo la mira de los hechos y de la conciencia
Para Paulo Freire, estar integrado críticamente en la realidad, o – lo que es lo mismo – colocarse en relación de organicidad con ella, siempre en relación con otros seres, es un proceso que implica el paso de un tipo de conciencia ingenua a lo que él llama: “conciencia crítica”. En tal sentido, la conciencia ingenua es la primera forma de conciencia que se manifiesta cuando los intereses del hombre están centrados en torno a formas de vida más vegetativas. Sus preocupaciones se dirigen más a lo que hay en él de vital, biológicamente hablando. Nace, crece, se reproduce y muere. Le falta historicidad, o más exactamente, tenor de vida en un plano más histórico. En esas circunstancias, su conciencia es intransitiva. Implica “casi la ausencia de compromiso entre el hombre y su existencia”. Un segundo momento es la conciencia transitiva pero ingenua, Aquí hay una fuerte dosis de espiritualidad, de historicidad, en esas preocupaciones con lo cual se “ensancha el horizonte de sus intereses”. No obstante, esta conciencia asume una crítica superficial en la comprensión de los problemas. De todas maneras, lo que más llama la atención de este ‘estadio’ es que en él los seres humanos quieren participar, quieren saber, se sienten impelidos a ver un mundo más amplio en el que es posible participar.
Finalmente, existe la posibilidad de confluir hacia la conciencia crítica: “La criticidad, implica la apropiación creciente por el hombre de sus limitaciones y carencias, no por la extinción de esas limitaciones y carencias, – porque eso sería imposible – sino por la conciencia de ellas”. Algunas de sus características son: Despojarse al máximo de prejuicios y profundizar en el análisis e interpretación de los problemas, sustitución de explicaciones mágicas por principios de causa y efecto, procurar poner a prueba los descubrimientos y estar siempre dispuesto a revisiones, eludir o negar la transferencia de la responsabilidad, demostrar seguridad en la argumentación y el gusto por el debate, una mayor dosis de racionalidad y. captación y receptividad a todo lo novedoso. Ahora, planteadas tales características, el actual modelo educativo peruano está formando ciudadanos con conciencia crítica?
Creo que, al respecto, la respuesta es negativa.
La Conciencia Crítica se considera como una de las fuentes de poder de la sociedad civil (otros son el poder de convocatoria, liderazgos sólidos, democracia interna, recurso humano capacitado etc. esa participación ciudadana busca crear una conciencia crítica en los nuevos actores. Y, la crucial Toma de Decisiones busca convertir a los ciudadanos en auténticos protagonistas. “El hombre es el arquitecto de su destino”, decía José Ingenieros. Es decir, convertirlos de simples receptores de políticas económicas y sociales a autores y protagonistas de sus propios destinos y los de sus comunidades. Aquel que no se limite a hacerse la trillada pregunta de ¿qué hace mi país por mi? sino, parafraseando a Kennedy, que haces tú por el desarrollo de tu pueblo.
Para Paulo Freire, estar integrado críticamente en la realidad, o – lo que es lo mismo – colocarse en relación de organicidad con ella, siempre en relación con otros seres, es un proceso que implica el paso de un tipo de conciencia ingenua a lo que él llama: “conciencia crítica”. En tal sentido, la conciencia ingenua es la primera forma de conciencia que se manifiesta cuando los intereses del hombre están centrados en torno a formas de vida más vegetativas. Sus preocupaciones se dirigen más a lo que hay en él de vital, biológicamente hablando. Nace, crece, se reproduce y muere. Le falta historicidad, o más exactamente, tenor de vida en un plano más histórico. En esas circunstancias, su conciencia es intransitiva. Implica “casi la ausencia de compromiso entre el hombre y su existencia”. Un segundo momento es la conciencia transitiva pero ingenua, Aquí hay una fuerte dosis de espiritualidad, de historicidad, en esas preocupaciones con lo cual se “ensancha el horizonte de sus intereses”. No obstante, esta conciencia asume una crítica superficial en la comprensión de los problemas. De todas maneras, lo que más llama la atención de este ‘estadio’ es que en él los seres humanos quieren participar, quieren saber, se sienten impelidos a ver un mundo más amplio en el que es posible participar.
Finalmente, existe la posibilidad de confluir hacia la conciencia crítica: “La criticidad, implica la apropiación creciente por el hombre de sus limitaciones y carencias, no por la extinción de esas limitaciones y carencias, – porque eso sería imposible – sino por la conciencia de ellas”. Algunas de sus características son: Despojarse al máximo de prejuicios y profundizar en el análisis e interpretación de los problemas, sustitución de explicaciones mágicas por principios de causa y efecto, procurar poner a prueba los descubrimientos y estar siempre dispuesto a revisiones, eludir o negar la transferencia de la responsabilidad, demostrar seguridad en la argumentación y el gusto por el debate, una mayor dosis de racionalidad y. captación y receptividad a todo lo novedoso. Ahora, planteadas tales características, el actual modelo educativo peruano está formando ciudadanos con conciencia crítica?
Creo que, al respecto, la respuesta es negativa.
La Conciencia Crítica se considera como una de las fuentes de poder de la sociedad civil (otros son el poder de convocatoria, liderazgos sólidos, democracia interna, recurso humano capacitado etc. esa participación ciudadana busca crear una conciencia crítica en los nuevos actores. Y, la crucial Toma de Decisiones busca convertir a los ciudadanos en auténticos protagonistas. “El hombre es el arquitecto de su destino”, decía José Ingenieros. Es decir, convertirlos de simples receptores de políticas económicas y sociales a autores y protagonistas de sus propios destinos y los de sus comunidades. Aquel que no se limite a hacerse la trillada pregunta de ¿qué hace mi país por mi? sino, parafraseando a Kennedy, que haces tú por el desarrollo de tu pueblo.