Por: Frreddy Gálvez Delgado
“Aunque Cristo nazca mil o diez mil veces en Belén, de nada valdrá si no nace por lo menos una vez en tu corazón…” (Ángelo Silesio)
Llegó la Navidad.
“Aunque Cristo nazca mil o diez mil veces en Belén, de nada valdrá si no nace por lo menos una vez en tu corazón…” (Ángelo Silesio)
Llegó la Navidad.
Esta medianoche celebramos la fiesta más importante de la Cristiandad. El nacimiento de Jesús en Belén. Es la dulce y tradicional conmemoración de la humanidad compartida por millones de personas en el mundo entero.
En nuestro medio, para algunos la fecha es sinónimo de descanso y jolgorio. Por ejemplo hoy no laboran los empleados públicos y muchos otros trabajadores.
La gente se preparó desde hace varios días atrás para festejar. Empezando por los adornos y los regalos colocados al pie del árbol iluminado con luces parpadeantes de colores.
También comprando el panetón, la ropa elegante, abundante comida y mucho licor. Si no, que lo digan los comerciantes, quienes aseguran que en estos días rompen los récords de ventas.
Unos pocos, invirtiendo menos dinero, instalaron su nacimiento con el pesebre, el niño Dios, los pastores y unos animalitos alrededor. Ese modesto ambiente es la más clara evidencia de la humildad en la que nació el Redentor. Muy distinto al sentido que en la actualidad le otorgamos.
La Navidad está envuelta en un mágico, excelso, supremo marco de misticismo. Constituye el símbolo de la plenitud, del sacrificio, el amor, el perdón y la paz.
Cristo nació para redimirnos del pecado y el mal. Aquel que dos mil años después, de manera increíble, continúa formando parte en las distintas facetas de la controvertida existencia humana.
También para impartir sus sabias enseñanzas. Que las recordamos por un momento durante la misa, las olvidamos tan pronto salimos del templo y practicamos lo contrario más tarde.
Navidad es la invitación celestial para reflexionar en el Señor, quien nos regaló la vida y que nadie más que él, puede arrebatárnosla.
Así mismo, para resaltar que el trabajo dignifica al hombre y que los políticos honestos no deben pensar solo en enriquecerse, sino en hacer lo imposible por satisfacer los requerimientos del pueblo que los elige.
Navidad no es únicamente entregar o intercambiar obsequios, dar abrazos y desear parabienes.
Su proyección posee mayor amplitud. Tiene un significado profundo. Exige el compromiso de cambio en nosotros mismos.
Es la obligación de volver a la práctica de las virtudes abandonando los defectos que corroen a la sociedad actual como la violencia, el egoísmo, la corrupción y la ruina espiritual generalizada.
Gastar dinero esta noche en comer, beber y divertirnos hasta el cansancio, no tendrá la mínima trascendencia, si no renovamos la voluntad de modificar nuestras vidas.
Y tal como dice la frase del comienzo, Cristo puede nacer mil veces en Belén, pero de nada habrá servido si no nace de verdad, siquiera una vez, en nuestro corazón. ¡Feliz Navidad…!
En nuestro medio, para algunos la fecha es sinónimo de descanso y jolgorio. Por ejemplo hoy no laboran los empleados públicos y muchos otros trabajadores.
La gente se preparó desde hace varios días atrás para festejar. Empezando por los adornos y los regalos colocados al pie del árbol iluminado con luces parpadeantes de colores.
También comprando el panetón, la ropa elegante, abundante comida y mucho licor. Si no, que lo digan los comerciantes, quienes aseguran que en estos días rompen los récords de ventas.
Unos pocos, invirtiendo menos dinero, instalaron su nacimiento con el pesebre, el niño Dios, los pastores y unos animalitos alrededor. Ese modesto ambiente es la más clara evidencia de la humildad en la que nació el Redentor. Muy distinto al sentido que en la actualidad le otorgamos.
La Navidad está envuelta en un mágico, excelso, supremo marco de misticismo. Constituye el símbolo de la plenitud, del sacrificio, el amor, el perdón y la paz.
Cristo nació para redimirnos del pecado y el mal. Aquel que dos mil años después, de manera increíble, continúa formando parte en las distintas facetas de la controvertida existencia humana.
También para impartir sus sabias enseñanzas. Que las recordamos por un momento durante la misa, las olvidamos tan pronto salimos del templo y practicamos lo contrario más tarde.
Navidad es la invitación celestial para reflexionar en el Señor, quien nos regaló la vida y que nadie más que él, puede arrebatárnosla.
Así mismo, para resaltar que el trabajo dignifica al hombre y que los políticos honestos no deben pensar solo en enriquecerse, sino en hacer lo imposible por satisfacer los requerimientos del pueblo que los elige.
Navidad no es únicamente entregar o intercambiar obsequios, dar abrazos y desear parabienes.
Su proyección posee mayor amplitud. Tiene un significado profundo. Exige el compromiso de cambio en nosotros mismos.
Es la obligación de volver a la práctica de las virtudes abandonando los defectos que corroen a la sociedad actual como la violencia, el egoísmo, la corrupción y la ruina espiritual generalizada.
Gastar dinero esta noche en comer, beber y divertirnos hasta el cansancio, no tendrá la mínima trascendencia, si no renovamos la voluntad de modificar nuestras vidas.
Y tal como dice la frase del comienzo, Cristo puede nacer mil veces en Belén, pero de nada habrá servido si no nace de verdad, siquiera una vez, en nuestro corazón. ¡Feliz Navidad…!