A escasos seis
meses de las elecciones generales del 2021 el pasado 30 de septiembre se dio
inicio a la maratónica carrera electoral para ganar el honroso cargo de una
curul en el Congreso o la Presidencia de la República. Una carrera que como ha
ocurrido en estos últimos tiempos tiene la peculiaridad de ser multitudinaria,
agitada, demagógica y populista, pero que en esta oportunidad tendrá el
agregado de estar rodeada de los últimos adelantos de la tecnología, esto es,
empleando la virtualidad: el internet y las redes sociales, en las campañas
electorales, pues, ya no se usarán las plazas públicas para los famosos
mítines, los que, cuando eran multitudinarios y con un orador persuasivo eran indicadores de triunfo.
Y la razón para esta singular
manera de llegar a persuadir al elector es el
ambiente de zozobra y tragedia que vivimos desde hace varios meses como
resultado de la pandemia del Covid 19 que va dejando un reguero de más de 800
mil contagiados y más de 30 mil fallecidos. Un saldo desolador, pero si bien la
curva indicadora se encuentra en descenso no deja de provocar dudas por la
amenaza de un posible rebrote.
Como ya estamos acostumbrados en
esta ocasión nuevamente se presentarán en la palestra electoral una gran
cantidad de candidatos calculando que serán hasta veinticuatro candidatos a la
Presidencia de la República y hasta 3,120 candidatos a congresistas que
representarán a las 24 regiones; sin embargo, a estas abrumadoras cantidades se
añadirán, ahora, los candidatos para cubrir dos curules más de parlamentarios
que representarán a los peruanos residentes en el extranjero; pero, la
particularidad más resaltante es la dación de la norma que permite que hasta el
30 de septiembre puedan inscribirse como militantes en las agrupaciones
políticas los ciudadanos que aspiren a ser candidatos en el presente proceso
electoral poniendo así en el tacho de la basura aquello de la permanencia de
tres años en una agrupación política como era antes dando pase hoy a los
advenedizos y vividores de la política proliferando así los “vientres de
alquiler”.
Una permanencia mínima de tres años
que debía ser de formación doctrinaria, capacitación en el manejo de la gestión
pública y activismo político. Algo más, el presente Congreso de la República no
ha tocado, adrede, temas trascendentes para el fortalecimiento de nuestro
sistema político como es la eliminación del voto preferencial propiciando así
la prostitución electoral y permitiendo la elección de candidatos por su poder
económico y no por la calidad de su hoja de vida y sus propuestas que respondan
a las auténticas necesidades de la comunidad local, regional y nacional,
propuestas las que obligadamente deben tener una base doctrinaria como garantía de una correcta
conducción de los destinos del país.
Tampoco se ha tocado en su
integridad la calidad moral, solvencia de estadista, certificación de salud
mental, ni la capacidad ocupacional o profesional de los candidatos de tal
manera que, en esta ocasión, sin ánimo
de ser fatalista, este Congreso y hasta la Presidencia de la República no será
“más de lo mismo”, sino “peor de lo mismo”. Pero qué se podría esperar de los
actuales legisladores en donde, como ayer, muchos de ellos tienen denuncias por
violencia familiar, enriquecimiento ilícito y hasta han purgado carcelería como
el sujeto de UPP que pidió la pena de muerte para el Presidente Vizcarra por el
caso de los audios, un individuo que ha purgado carcelería durante 8 años
en Huancavelica. Y la última, el
Congreso impulsa la eliminación de las multas por inasistencia al acto
electoral. ¿?
Este es el panorama electoral que se viene graficando en estos últimos días el cual incrementará aún más el nivel de tensión que vivimos a causa de la pandemia. Un panorama desalentador por el gran número de candidatos cuya idoneidad es una incógnita pues no han pasado por el filtro de una auténtica y justa reforma política y electoral.