Por: Dionicio Mantilla León
“¡Tenía que ser chi-_le_ no!”. Llevando a las canchas de fútbol la animadversión y la envidia histórica que los vecinos del sur nos tienen a los peruanos el árbitro chileno Julio Buscañán logró lo que Brasil quería: ganarle al Perú por cuatro a dos aunque, a la verdad, conociendo la calidad futbolística colectiva del equipo brasileño no necesitaba de ninguna ayuda o de pensar en el pago de una coima a dicho mal árbitro; sin embargo, no descartamos que podrían existir otras motivaciones entre ellas sacar adrede al Perú de las clasificatorias rumbo a Qatar.
Penales y fouls malintencionados fueron
mal arbitrados por este impresentable que no usó, como es de reglamento, el
famoso VAR el cual ese día, por misteriosa coincidencia, fue dirigida por otro
chileno. ¿Acaso el árbitro no vio el offside clarísimo del brasileño? ¿Una
falta que le dio ventaja para meter el gol sorprendiendo a André Gallese? ¿Acaso
no se dio cuenta de las “actitudes teatrales” de Neymar para buscar los penales
y que al final lo consiguió por ejemplo el “fabricado” contra Zambrano provocando
así el penal y la expulsión del segundo que, eso si, cobró Buscañán? ¿Tampoco
vio el tremendo golpe malintencionado_ ese si_
que con el brazo le asestó un jugador brasileño a Miguel Trauco, a
consecuencia de lo cual le produjo la rotura de una ceja a tal punto que tuvieron
que sacar del campo para su atención médica?
Sin lugar a dudas el encuentro del martes
13, fecha que, para muchos supersticiosos tuvo que ver con los resultados de
ese día, es para recordar y escribirlo en la historia negra del libro del
fútbol sudamericano siendo oportuno plantear una sugerencia para evitar
acontecimientos censurables como el ocurrido ese día y protagonizado por este indeseable árbitro y
es que la FIFA decrete una norma que establezca que los partidos de los equipos
sudamericanos sean dirigidos por
árbitros europeos o asiáticos y los encuentros europeos, arbitrados por
profesionales sudamericanos.
Nuestros compatriotas dejaron el alma y el
corazón en la cancha, le jugaron de igual a igual al tetra campeón del mundo,
jugaron con pasión y con gran amor a la blanquiroja, sentimientos que se vieron
reflejados no sólo en la cancha sino en los gestos entre ellos, en la
entonación de nuestro himno nacional que es uno de los mejores del mundo,
entonado a todo pulmón y por la totalidad de jugadores, gesto que no se vio en los
jugadores brasileños muchos de los cuales ni siquiera abrieron la boca para entonar su himno.
Una vez más Neymar hizo gala de su
violencia y sus acostumbradas actitudes teatrales contra los jugadores peruanos
actitudes que lo ponen muy lejos de dos estrellas mundiales como Lionel Messi y
Cristiano Ronaldo, que sí son figuras de renombre y merecen respeto por jugar
con decencia.
El patriotismo no sólo se testimonia en acontecimientos
bélicos sino en todo momento, actividad u oportunidad en donde se tenga que hacer
brillar y defender la imagen nacional o construir la grandeza del país que nos
vio nacer. Eso es patriotismo y el deporte es una de esas oportunidades para defender
los colores blanco y rojo de nuestra amada bandera, símbolo de nuestra
identidad nacional, defensa que tiene que hacerse con garra, con pasión,
habilidad y capacidad. Eso lo comprende la mayoría de peruanos es por eso que
se armó la hinchada blanquiroja considerada la mejor del mundo, pero que hoy,
por la pandemia del Covid 19, no ha salido a la luz.