Existen árbitros que dejan jugar, y otros que pitan hasta el roce o caricia más imperceptible. Bascuñan no es —convenientemente— ninguno de los dos.
En política no hay coincidencias, dicen frecuentemente los periodistas de actualidad. Aquel que ha pasado buen tiempo en el laberinto del fútbol y sus pasiones, coincidirá —permítaseme la redundancia— que en el fútbol tampoco. Es una verdad tan longeva como la FIFA, y que puede corroborarse trasladándonos a lo ocurrido en la noche del martes 13 de octubre en el Estadio Nacional de Lima, durante el partido entre Perú y Brasil válido por las clasificatorias para el mundial Qatar 2022.
Cuestión de orden. Julio Alberto Bascuñan Gonzáles es el réferi designado por Conmebol para el encuentro. Bascuñan ha sido nombrado por la comisión de árbitros de Conmebol que preside el ex juez Wilson Seneme. Seneme, a la sazón, es de Brasil. Seneme no contesta los teléfonos de los medios de prensa que le quieren preguntar por qué programa a un árbitro de la misma nacionalidad de la selección a la que uno de los equipos de este partido enfrentará en la siguiente fecha. Uno que podría ser sospechosamente generoso con las amonestaciones y sanciones.
Pero vayamos al partido. Existen árbitros que dejan jugar, y otros que pitan hasta el roce o caricia más imperceptible. Bascuñan no es —convenientemente— ninguno de los dos. Cuando el encontrón o la pelota dividida perjudica a los peruanos, insta con voz jovial: “¡juegue, juegue!”. Cuando, por otro lado, se produce un contacto mínimo contra un jugador de camiseta amarilla que solo la repetición de televisión puede advertir, Bascuñan chifla su pito de reglamento con autoridad casi militar.
El VAR es un nuevo protagonista de estos tiempos, y no puede estar ausente esta noche de funestas coincidencias. El delantero brasileño Richarlison hace sangrar a Miguel Trauco con un codazo cuya intencionalidad nunca queda clara en la repetición: “¡Siga, siga!”, aúlla Bascuñan, pues no hace falta VAR. Sobre el final, con el partido ya desencuadernado por los pitazos destemplados del referí chileno, a Carlos Zambrano, irresponsable serial, se le sueltan todas las cadenas y le presenta su codo izquierdo —el cual todavía conserva el aroma del cuello del paraguayo Miguel Almirón— al propio Richarlison. Bascuñan saca tarjeta amarilla, y luego corre solicito al VAR, atendiendo al coro de árbitros refugiados en la caseta equipada con más monitores que una estación de serenazgo. Ahora sí, la tecnología al servicio de la justicia. Es roja para Zambrano.
Era la primera vez en el partido que Bascuñan acudía a la pantallita delatora. Antes, cuando Perú sorprendía a toda Sudamérica venciendo parcialmente con un golazo de Carrillo —siga usted entre las dunas de la península arábiga, querido André, que le sientan muy bien— pitó apuradísimo en una jugada inocua un leve jalón de camiseta de Yotún a Neymar Junior, sin percatarse que previamente la pelota había tocado la mano del histrión delantero del PSG.
Luego, con el partido empatado, veinte minutos por jugar y el pulso enloquecido, un periodista argentino me escribe al whatsapp: “¡Parece un Perú vs Brasil de los setentas!”. A pesar del robo en progreso, todavía resiste este entrañable equipo de Ricardo Gareca. Nunca antes Perú le había hecho más de un gol a Brasil por eliminatorias. Hace 63 años no habíamos estado en ventaja frente a ellos. Y ahí está Bascuñan. Corre —hasta podríamos decir con entusiasmo— acompañando un contragolpe brasileño que termina en un contacto entre Zambrano y Neymar cuando el balón ya era despejado por Advíncula. Suena el pito fácil y alborozado que cobra otra vez penal y que, oh sorpresa, no necesita ser revisado por el VAR. Diego La Torre, espectador imparcial, tuitea: “Insoportable. Al árbitro principal le digitan todo”. Bascuñan —¿o Conmebol?, ¿o Wilson Seneme?— ha echado a perder un gran partido de fútbol. En el fútbol, como en la política, no hay coincidencias.
En la historia de la infamia del fútbol peruano, permítanme la licencia borgiana, están los nombres de muchos árbitros. Desde 1969 y el venezolano Sergio Chechelev, pasando por el también chileno Gastón Castro, el ecuatoriano Byron Moreno, o el boliviano Raúl Orozco. En ese oscuro panteón está ahora también grabado el nombre del árbitro del Perú versus Brasil en este aciago martes 13. Bienvenido, Julio Bascuñan. (RPP NOTICIAS)