Por: Dionicio Mantilla León
“Quien siembra lluvias cosecha tempestades” reza el viejo dicho popular y, al parecer, esto se viene cumpliendo al pie de la letra en el caso del partido Fuerza Popular liderado por Keiko Fujimori evidenciado en la debacle que viene sufriendo en estos últimos meses a raíz del juicio que se le sigue con una eventual prisión preventiva tanto de ella como de dirigentes de dicho partido, así como por la renuncia de varios de sus integrantes y los asquerosos “chats” descubiertos por IDL Reporteros, los que tienen como protagonistas a los más conspicuos miembros de la cúpula fujimorista con los que dan ejemplo de cómo hacer politiquería grosera y barata.
Un escenario político con características de sismo devastador en donde algunos de sus integrantes han pedido, incluso, que Keiko dé un paso al costado en la presidencia de Fuerza Popular; y, en medio de este cataclismo, la líder fujimorista viene levantando la bandera de la paz pidiendo “diálogo y reencuentro nacional” en clara señal de rendición en una guerra política declarada por ella, seguida y agudizada por ella y, terminada, con su propia derrota, por ella.
Luego del catastrófico fracaso en las últimas elecciones regionales y municipales en donde obtuvieron sólo la alcaldía de 3 provincias y ninguna gobernación, Fuerza Popular vive hoy su peor crisis al punto de que una de sus congresistas al intuir su desaparición política alude, en uno de los chats de “La Botica”, que urge luchar por la “supervivencia” política. Una supervivencia por la que viene luchando también su aliado el Apra castigado también con una catastrófica derrota electoral agobiado como está, al igual que el fujimorismo, por el cáncer de la corrupción y la autodestrucción partidaria.
Lo que viene sucediendo en esta agrupación política tiene su repercusión en la vida política de nuestro país y constituye una clara señal del facilismo como se han venido construyendo las agrupaciones políticas guiadas sólo por el caudillismo y en el caso del fujimorismo por el caudillismo familiar con sabor a sucesión dinástica como si nuestro país fuese un Reino. Una agrupación edificada sin ideología, ni doctrina y guiada sólo por el sentimiento nostálgico de un apellido cuya fama fue edificada falsamente (“por acabar con el terrorismo”) cuando se sabe que esto fue obra de los comandos policiales liderados por los Generales, Benedicto Jiménez y Ketin Vidal, quienes lo lograron sin contar con el apoyo del dictador a pesar de su reiterada petición.
El fujimorismo logró su hegemonía política en el Congreso debido a un extraño beneficio de la cifra repartidora fenómeno que hasta hoy es una incógnita y, a lo largo de estos años, ha llevado al extremo su rol fiscalizador descuidando su principal rol de legislar imponiendo un estilo autoritario, vejatorio, de impunidad a sus integrantes y de despilfarro presupuestal. Estilo que ha tenido que pasarle la factura asistiendo hoy a su debacle afrontando su dirigencia un proceso judicial por lavado de activos en el que esperamos que la Fiscalía y Poder Judicial asuman el rol que les corresponde.
Al margen de la eventualidad de que se imponga a la líder fujimorista y a los 11 miembros de su partido prisión preventiva y carcelería como lo pide el Fiscal es preciso señalar que lo acontecido con Fuerza Popular y el APRA debe servir de lección para efectuar toda una higienización y reforma radical de todos los grupos políticos. Todos ellos están en crisis y urge una reingeniería por el bien de nuestra joven democracia, la gobernabilidad y el bienestar de la población; sin embargo, para concretarlo se necesita una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución Política que lo norme y garantice.
Urge construir verdaderos partidos políticos con la forja de líderes y no caudillos, agrupaciones nutridas de doctrina y visión de país, que practiquen la democracia interna, que se consoliden con auténticos militantes y no con advenedizos electoreros que al terminar las elecciones se les acaba la euforia y huyen esperando las próximas elecciones para aparecer nuevamente en otras agrupaciones políticas como los redentores de nuestros pueblos.