José Luis Ayala
Si el Congreso de la República censura o no al ministro de Educación, Jaime Saavedra, es absolutamente intrascendente, no pasa nada. No cambiará el colonial sistema educativo peruano, ni el informe vergonzante informe PISA contribuirá a mejorar la calidad educativa. Jaime Saavedra, no conoce nada de educación, por más esfuerzo que haga, no tiene la formación académica necesaria, no es un ideólogo como José Antonio Encinas, un líder como Horacio Zevallos, ni un auténtico maestro peruano como Telésforo Catacora, José Portugal Catacora, Carlos Castillo Ríos, etc., etc. Sin embargo, no tiene culpa que fuera designado otra vez Ministro de Educación. Durante el gobierno de Ollanta Humala, demostró que no estaba capacitado para liderar uno de los ministerios más importantes.
¿Fue un error político de parte de P.P.K. que Jaime Saavedra se quedara? Sí. Pero sucede que ni el mismo P.P.K. entiende nada de educación. Está convencido que no es necesario hacer ninguna reforma. En resumen, un lobista mayor confió en otro lobista tecnócrata para que nada se modificara. Todas las horas perdidas en el debate del Congreso Nacional, debió servir para establecer conceptos básicos para la creación de un sistema educativo peruano. Sin embargo, es mucho pedir a Jaime Saavedra, al mismo P.P.K y al Congreso Nacional, plagado de ignorantes en política educativa, no se puede exigir se ocupe acerca de la importancia de la educación peruana.
¿Quiénes diseñan y supervisan el sistema colonial educativo? Los tecnócratas que trabajan para organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, la UNESCO y la CEPAL. El Banco Mundial se encarga de diseñar el sistema educativo, de acuerdo a los intereses del neoliberalismo, de modo que la educación peruana resulta un experimento que ha fracasado en otros ámbitos. Ese es el tema de fondo que debió haberse encarado en el Congreso Nacional. Pero no, es imposible pedir que la gran mayoría de congresistas conozcan elementales principios de educación. No van a discutir un tema que ignoran.
El Banco Mundial impone un criterio “educativo” de acuerdo a los intereses de las empresas transnacionales, sobre todo en relación al desarrollo de la economía mundial. Exige, determina criterios en relación a la globalización sesgada. Tanto P.P.K. como Jaime Saavedra, saben que se trata de mantener el modelo colonial, la mayoría fujimorista, hace la pantomima de interesarse por la salud de la educación, cuando es una farsa.
En el letal e impuesto proceso educativo de doctrina neoliberal de mercado, es imposible formar nuevas generaciones con identidad plural, valores humanos y conciencia crítica. Si a un docente peruano se le ocurre discrepar, discutir y señalar las deficiencias en la formación humana de los alumnos, se le margina y finalmente elimina. De modo que resulta peligroso pensar, reflexionar, analizar y escribir textos referidos a la educación peruana.
El diseño de la desastrosa educación peruana, no prevé la necesidad de una sistemática asimilación de la tecnología actual y menos del conocimiento científico avanzado. No establece una sistemática asimilación de cambios esenciales que se producen en países evidentemente desarrollados. Entonces, la idea consiste en mantener la coloniedad educativa y desinformación en referencia a la necesidad, por ejemplo de transformar las materias primas y exportarlas con valor agregado. Una primera determinación educativa y económica, debería consistir por ejemplo, encargar a la Universidad Nacional de Ingeniería, la transformación de materias primas en condiciones de material para armar vehículos pesados.
¿Qué sucedería si a las universidades nacionales y privadas se les exigiera hacer estudios de suelos, riqueza hídrica, ganadera, minería, etc., etc.? Tendrían que cambiar la currícula y formación profesional de los estudiantes. De modo que no solo tengan información teórica, sino experiencia para asumir futuras responsabilidades. Ese hecho significaría reorientar la formación de los alumnos en la primaria y secundaria.
Pero para crear un sistema educativo peruano que responda a la nueva realidad nacional, habría que empezar por modificar la Constitución Política y necesariamente la función de la económica.
Es decir, desechar las recetas, injerencia y determinación de organismos internacionales, que hasta ahora han logrado desarticular, divorciar el conocimiento académico de la realidad. Esa es la razón por la cual los niños que terminan primaria y empiezan secundaria están desorientados. Quienes culminan la secundaria, no saben hacer nada, no tienen un oficio para subsistir. Si ingresan a una universidad, se dan cuenta que no les ha servido mucho diez de años de estudios.
Algunas universidades insisten en la especialización de estudiantes. Se trata de una exigencia del mercado y no de un interés académico. Cuanto más sepa un profesional rendirá más para la empresa, en la medida que sea eficaz para la producción y acumulación del capital. En ese círculo cerrado, quienes no tengan una mínima preparación técnica no entran al circuito de rendimiento. Así, los salarios se deprimen más y solo subsisten quienes de alguna manera adquieren conocimientos elementales.
¿A qué congresista le hemos escuchado hablar sobre estos temas? A ninguno y menos al Ministro de Educación Jaime Saavedra. El problema no es la compra de computadoras y discutir si hay o no actos de corrupción en el Ministerio de Educación. Se trata de hechos evidentes que vienen del gobierno de Humala. Pero no por eso deberían dejar de ser sancionados. A quienes nos interesa la educación del Perú, hemos sufrido una amarga decepción al escuchar a tantos congresistas con un lamentable coeficiente intelectual.
No obstante, es innegable que la Ley Universitaria, tuvo una marcada presencia fantasmal más allá de las palabras. Los congresistas vinculados a las universidades privadas, se pusieron muy nerviosos: Es que hay el peligro de ser supervisadas y en consecuencia auditadas. La realidad ha demostrado que cuantas más universidades privadas fueron creadas, la formación académica es ahora deplorable. No se necesitaba más universidades, sino centros superiores de alta formación académica.
Un país que no tiene un sistema educativo propio, que carece de un presupuesto coherente para educar a sus sucesivas generaciones, está destinado a convertirse en un paria y colonia. No hay en el mundo ningún país que haya alcanzado bienestar económico ni cultural colectivo, con las recetas de organismos económicos mundiales. Singapur es un ejemplo de lo que se puede lograr, cuando hay una clase política que no acepta imposiciones ni órdenes impositivas coercitivas. ¿Qué pasaría si el ministro Jaime Saavedra es censurado? Nada. Sin embargo, P.P.K. se vería más debilitado de lo que ya está y Keiko Fujimori, demostraría que a partir de ahora el tablero político está dominado por ella. No obstante y pese a la coyuntura política, ha quedado pendiente el debate de fondo: La educación peruana. Ese es un desafío que no se puede eludir. Es un tema que atañe y compromete no solo a maestros peruanos de todos los niveles, sino a la sociedad organizada, a los entes que conforman el corpus cultural de la Nación Peruana.
Las palabras crisis en la educación han recorrido durante más de cien años todas las funciones anti educativas de sucesivos gobiernos, sin que hasta ahora se haya formulado una solución coherente. Aseverar que los maestros peruanos son los peores pagados de América latina, no es una exageración. ¿Cuánto gana un maestro jubilado? La miseria de mil soles, promedio. ¿Puede sobrevivir una familia con esa cantidad? No. A Jaime Saavedra no le interesa el dolor humano de quienes entregaron toda la vida para formar nuevas generaciones. Menos a los congresistas que conforman la mayoría fujimorista.
¿A qué se debe que docentes de todos los niveles no hayan escrito últimamente libros de ensayo sobre educación peruana? La respuesta es simple. No hubo una experiencia pedagógica colectiva ni particular para demostrar cómo se debe educar en el Perú? La estandarización de criterios, la ciega obediencia y sumisión ideológica ha hecho mucho daño. Sin embargo, un pueblo que toma conciencia del valor de una educación propia, libertaria, descolonizante y humanista, nunca pierde la esperanza de que esa realidad pueda alguna vez ser revertida.