Por: Dionicio Mantilla León
Llegó la Navidad y un nuevo año se acerca. Y, con la brillantez de estos 2 acontecimientos, aparece la ilusión de una esperanza, de regocijo por un cambio en el mundo que nos permita participar de un futuro mejor, de mejores días colmados de justicia, de igualdad de oportunidades de paz y felicidad alejadas de las angustias causadas por la inseguridad y la corrupción.
Llegó la Navidad y es la hora de las peticiones. Pedir que la Humanidad, envuelta en conflictos permanentes, se plantee una tregua en sus guerras fratricidas, que silencien sus cañones y sus mortíferos estallidos de muerte y desolación, que se plantee un ambiente de paz en donde se eliminen el odio y la mezquindad y que, en su oscura madriguera, se guarden el bueno y el mal ladrón. Ha llegado Navidad y es la hora de la concordia y la hermandad, del compartir de los llantos de alegría, de las buenas acciones, de los gestos solidarios y la gratitud.
Ha nacido el Hijo de Dios y con Él, ha nacido el cambio. Porque Jesús fue, es y seguirá siendo el modelo de cambio, de transformación, de revolución. Porque Jesús es el referente revolucionario por antonomasia, esencia de vida nueva, nutriente de justicia, de paz y libertad. Ha nacido el Hijo de Dios y nuestro corazón se llena de contento, por ser Él, el núcleo y derrotero de nuestra familia y nuestra comunidad.
Se despide lenta y penosamente el año viejo y, con velocidad inusitada, se aproxima el nuevo año. Se va el 2016 y con él, el sabor de la amargura, de la ira contenida, porque nuestro país no es el que merecemos, porque los peruanos no tenemos líderes idóneos a quienes admirar, porque carecemos de un timonel para este amado barco llamado Perú. Porque contamos sólo con caudillos hambrientos de poder y de riqueza, porque contamos con un gobernante mitad peruano, mitad extranjero, débil, sin visión de país y sin dotes de Estadista. Porque estamos a merced de pirañas de la política, insaciables y engañadores.
Cada año que pasa nuestro país ya no es nuestro. Casi nada nos pertenece. Cada día que pasa cielo, mar y territorio de nuestro país se va concesionando al extranjero depredador y los pobres siguen siendo pobres y los ricos siguen haciéndose más ricos. Aun así, abrigamos la esperanza de que este año que viene debe ser mejor, que, unidos y con esfuerzo indesmayable, los peruanos construiremos una familia progresista y feliz base de una Patria grande y desarrollada.
En estos días de reflexión y reencuentro con nosotros mismos evaluemos nuestro comportamiento. Asumamos el reto de afrontar la solución de nuestros propios problemas, a dar, con decisión, los pasos que signifiquen nuestra superación personal y familiar, de brindar nuestro aporte generoso para sacar adelante a nuestro hermoso pueblo de Huamachuco y nuestra querida provincia, de unirnos en pos de lograr una Patria desarrollada y sin pobres y en donde, por fin, podamos ver “llorar de alegría a los niños y ancianos”.
¡FELIZ NAVIDAD Y UN PRÓSPERO AÑO NUEVO!