Los nuevos miembros del directorio del BCR parecen no tener quien los aconseje.
La elección que hizo dos semanas atrás el Congreso de los tres nuevos miembros del directorio del BCR estuvo rodeada de controversia. El procedimiento fue sin duda conforme a ley, pero en más de un caso se objetó la idoneidad del candidato elegido.
Como se sabe, la norma que establece los atributos que deberían reunir quienes accedan a tan importante institución menciona una “reconocida solvencia moral” y una “amplia competencia y experiencia en economía y finanzas”. Y con base en esos requisitos, se observó la inconveniencia de los nombramientos de los señores José Chlimper y Rafael Rey. En el caso del primer candidato, porque está pendiente todavía la aclaración de cuál fue exactamente su participación en el ‘affaire’ del audio adulterado durante la campaña electoral; y en el caso del segundo, porque su trayectoria académica y laboral no da la impresión de calzar con el perfil profesional requerido.
El tercero de los elegidos, el economista Elmer Cuba, generó un mayor consenso en la opinión pública, aunque no faltaron comentarios sobre su involucramiento en la campaña fujimorista de la segunda vuelta y los problemas que semejante ingrediente político podría ocasionar en el desempeño de una labor eminentemente técnica.
A la larga, sin embargo, ha sido esa última consideración –la de la ‘politización’ de los flamantes directores del BCR– la que ha terminado dándole fundamento a las dudas sobre la designación de todos ellos, pues lo que en Cuba es solo una pátina reciente, en Chlimper y Rey es una marca antigua y pronunciada. Recordemos que el primero, aparte de ser secretario general del partido naranja, acompañó a Keiko Fujimori en la fórmula presidencial de las elecciones de este año, mientras que el segundo lo hizo en la del 2011. Y fue, esencialmente, con los votos de la bancada de Fuerza Popular que se colocó en el directorio del banco a los tres personajes en cuestión.
Es llamativa, en ese sentido, la actitud de cada uno de ellos a raíz de la reaparición de la líder de Fuerza Popular en la inauguración del nuevo local de su agrupación, la semana pasada. En gesto más político que técnico, Cuba asistió al evento. Pero eso, finalmente, puede ser considerado la discreta profesión de fe de un converso. Chlimper y Rey, en cambio, se irritaron públicamente con quienes criticaron el discurso de la ex candidata presidencial o no le prestaron la cobertura mediática que, a su entender, merecía.
En su cuenta de Twitter, el primero de ellos pasó de mensajes como: “Cumpliendo el encargo del Congreso y respetando la cultura y tradición institucional del BCR, no haré declaraciones políticas por este medio” (28 de octubre), a tratar de dictarle la pauta a la prensa independiente. “Sr. Hugo Delgado, Pdte de RPP, por favor avísele[s] a sus periodistas que KEIKO está declarando”, escribió, por ejemplo, el 10 de noviembre. Y también: “Clara Elvira Ospina, de Canal N, sigue prefiriendo la transmisión del Cmdte. Humala, antes que la inauguración del local de FUERZA POPULAR”.
Rey, por su parte, en el programa que conduce en la televisión por cable, cargó el domingo 13 contra el editor central de Política de este Diario, por una columna en la que “todo el artículo está criticando a Keiko” y lo calificó de “mentiroso” por haber afirmado que, en su discurso, esta “dejó claro que considera perdedores a quienes padecen una enfermedad como la depresión”. “O son unos ignorantes en política, o el veneno y el hígado los come”, remató, haciendo extensivo su comentario a la redacción del Diario.
Comentarios todos ellos a los que –a pesar de que, en el segundo caso, la presunta mentira no se distinga– ambos, en tanto ciudadanos, por supuesto tienen derecho. La pregunta, sin embargo, es si, en tanto directores de una institución técnica como el BCR, esa pintura de guerra política les conviene.
Acaso lo que les falte sea la orientación de un buen director técnico y nada más.(el comercio)