Por: Dionicio Mantilla León
Gigantescos incendios que vienen asolando miles de hectáreas de tierras y, consecuentemente, produciendo ingentes pérdidas económicas, por la destrucción de viviendas, ganado, refugios silvestres, y toda clase de especies de la flora y la fauna viene aconteciendo, como apocalíptica maldición, en las alturas de hasta once regiones del país. De acuerdo al Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) las regiones afectadas son: La Libertad, Piura, Lambayeque, Ancash, Cajamarca, Lima, Ayacucho, Huancavelica, Pasco, Amazonas y Puno.
El pavoroso desastre ecológico, nunca antes visto en tal magnitud en el Perú, viene poniendo en peligro, también, la vida de cientos de campesinos y, sobre todo, de los seres humanos más indefensos como son los niños y niñas por la inhalación del aire contaminado producido por las densas humaredas motivo por el cual el gobierno central ha procedido a su reubicación hacia lugares apropiados.
Sin embargo, lo que es aun mayormente terrible es que los dantescos incendios incrementan el calentamiento global con las consecuencias fatales de desequilibrio climatológico en esta parte del planeta como son sequía, friaje y el deshielo de un buen número de nevados.
Según se conoce las causas de estos incendios masivos, que mantienen en vilo a la comunidad peruana, serían de orden natural por el aumento de las temperaturas que afectan directamente la sequedad de los pastizales, pero, también, y estos es lo más criticable, son las negativas prácticas de campesinos equivocados que llevados por sus absurdas creencias ancestrales realizan la quema de pastizales para así devolver, según ellos, la fertilidad a sus tierras y, en consecuencia, convertirlas en aptas para el cultivo.
En lo tocante a nuestra región los incendios se vienen produciendo en el área rural de las provincias de Gran Chimú, Bolívar, Pataz, Julcán, y Sánchez Carrión conociéndose que el de Gran Chimú ya habría sido controlado.
En cuanto a nuestra Provincia de público conocimiento es que la quema de los pastizales son provocados, en su gran mayoría, por los mismos agricultores impulsados por la idea de lograr con ello el surgimiento de nuevos pastos, así como la fertilización de sus tierras sin reparar en el inmenso daño que ocasionan en el medio ambiente ya que en dichos campos también habitan otros seres, animales silvestres de gran valía y, peor aún, sin considerar que la poca extensión de pasto que quemen en el terreno de su propiedad pues, sencillamente, no tendrá límite pues con la fuerza de los vientos se expandirán de manera incontenible hacia otras propiedades poniendo en riesgo sus casas, animales domésticos y sus propias vidas. Este escalofriante escenario lo hemos podido visualizar repetidas veces, por ejemplo, en los alrededores de la ciudad de Huamachuco en las faldas de los cerros circundantes ofreciendo un espectáculo dantesco durante las noches.
Lamentablemente, nuestro país no está preparado para controlar o evitar incendios de estas magnitudes tal como así lo reconoce el actual Ministro de Agricultura lo cual incrementa la angustia de los pueblos andinos ante la inseguridad a la que estamos expuestos lo cual no puede significar, de manera alguna, un cruzarse de brazos y ya, razón por la cual resulta urgente tomar las medidas de auxilio que sea menester para aliviar los efectos de estos desastres ecológicos, así como elaborar políticas de prevención a través de la concientización de las comunidades campesinas en general labor en la cual deben intervenir los sectores mayormente vinculados al problema entre ellos Agricultura y Educación.
En este sentido, también, un rol importante le toca desempeñar a las dirigencias de las rondas campesinas a través de conversatorios de concientización; asimismo, a los medios de comunicación a través de la edición de spot educativos todos orientados al cuidado del medio ambiente eliminando las absurdas creencias de quemar pastizales lo cual constituye un censurable delito y debe ser penado con toda la fuerza de la ley.