martes, 6 de noviembre de 2012

Fujimori no cambia


Por: César Lévano

Alberto Fujimori, el hombre que mandó asesinar inocentes en La Cantuta y en Barrios Altos, y que robó millones de dólares al país, no quiere pedir indulto. Se limita a adherirse al pedido suscrito por sus hijos con ese objeto.

Con esa tinterillada, el exdictador busca aparecer como limpiado de los crímenes que cometió y que la justicia peruana evaluó y sentenció. No quiere pedir perdón, aspira a un borrón y cuenta nueva.

Juristas de los más diversos credos políticos precisan que el pedido de indulto, firmado por el reo en cárcel, es un pedido de perdón por razones humanitarias.

César Nakazaki, el abogado de Fujimori, recurre a la diferencia entre el indulto común y el otorgado por razones humanitarias. Ninguno de esos instrumentos se justifica en este caso. Entre otras cosas, porque el enfermito goza de estable salud.

Ronald Gamarra y Enrique Bernales precisan que, al adherirse a la solicitud de indulto, Fujimori está pidiendo perdón por los crímenes que cometió durante su presidencia, y que han sido condenados por el Poder Judicial. Pero no lo hace personalmente, con valentía, virtud de la que carece. Lo hace por medio de sus hijos, cómplices y beneficiarios de sus delitos.

La triquiñuela Fujimorista apunta a reincorporar a la política un Fujimori limpio de polvo y paja, que bien podría alegar en lo futuro que deben ser olvidados los actos de barbarie que eliminaron nueve estudiantes de la Universidad de Educación e hicieron desaparecer a un profesor de ese centro de estudios.

En el campo de la moral y la justicia, el Fujimorismo no ha aprendido ni olvidado nada.

Si el Presidente Ollanta Humala incurriera en el acto “humanitario”, cometería no solo un error, sino también un pecado de impunidad. De ahí para adelante, más de un criminal o delincuente grave podría pedir a Humala la misma mano blanda. Y concederla sería de justicia.

Posdata
Reproduzco estas líneas que recibí ayer por correo electrónico. Provienen del notable ensayista y gran amigo Víctor Hurtado.

Querido César:

Me alegra enormemente saber que ya circula tu nuevo libro, Diálogos desde la historia; pronto irradiará aspectos de tu sabiduría que habían quedado ocultos por los años. Era necesario que retornasen a su tiempo: el presente.

Soy testigo de conversaciones celebradas en tu casa, años atrás, cuando algunos de tus alumnos y jóvenes colegas -como Carlos Bracamonte- narraban sus empeños en la búsqueda de las entrevistas, hojas impresas perdidas en los bosques de los archivos: hoy celebramos su éxito.

Por la distancia, lamento no haber estado presente en la presentación de tu libro, pero comparto la alegría de quienes te admiramos sin reservas, querido maestro.

Será hasta algún día.

Víctor Hurtado Oviedo.

(la primera)