Científico social de origen ayacuchano que desde diversas especialidades le dio un nuevo rumbo a la historia del Perú.
PRECARIO. El historiador sostiene que la precariedad del Estado se expresa en su escasa capacidad de inversión en educación y salud. Foto: Jorge Cerdán.
Redacción :Roberto Ochoa
Científico social de origen ayacuchano que desde diversas especialidades le dio un nuevo rumbo a la historia del Perú.
Es arqueólogo, antropólogo, educador e historiador, pero pocos días antes de la cuarentena se graduó de oráculo al presagiar, en una entrevista publicada en La República, ese abismo que separa al Estado peruano de la realidad de nuestro país. Una brecha que se agigantó en estos días de confinamiento: “Estamos funcionando con un Estado que no tiene nada que ver con nosotros. Somos un país con regiones muy diferentes, tenemos un sistema de vida en donde ser arequipeño es distinto a ser huancaíno o piurano. Pero actuamos como si todos fuésemos exactamente iguales y gobernamos con ese error de creer que todos somos iguales. ¡Mentira! No es cierto”, fue lo que dijo. La mortandad registrada en Iquitos, Lima, Lambayeque o Piura, en comparación con las regiones del sur altoandino, le dio la razón. Así como la incapacidad estatal por solucionar o entender el éxodo de ciudadanos que pugnaban por retornar a su tierra.
Esta pandemia reveló que tenemos un Estado fallido que desconoce la realidad nacional. ¿Por qué no funciona el Estado?
El Estado peruano falló desde su nacimiento. No corresponde a las condiciones sociales sobre las cuales se ha implantado. Esto fue advertido por Monteagudo y por San Martín en su momento. Ellos consideraban que no estaban en condiciones de establecer un Estado con una representación válida de los diversos sectores sociales que había en el Perú. Y consideraban que lo deseable era algo así como una monarquía constitucional. A lo largo de la República nosotros hemos reproducido, en la práctica, ese esquema. El Congreso siempre ha tenido un actitud muy poco efectiva. Casi siempre hemos sido gobernados por el Ejecutivo. Incluso en los llamados “golpe de Estado”, estas llamadas “revoluciones” por militares que asumían el control político del Estado como una especie de monarca de carácter militar. El eje básico del mando reproducía el mando del Ejército. Eso daba la razón a los opositores al esquema bolivariano, que introdujo aquí el modelo parlamentario. El problema es que en el Congreso solo está representado una parte básica del Perú.
Los recientes fenómenos de El Niño y otros desastres indujeron a nuevas investigaciones para historiadores y arqueólogos. ¿Esta pandemia influirá en una revisión de nuestra historia?
Ya está influyendo. Un desastre y una crisis de este tipo influyen en la generación de una serie de mecanismos para salir de esta crisis y poder reconstruir lo que nosotros pensábamos que estaba bien. Esa reconstrucción pasa por el clímax que se produce durante la crisis y en consecuencia cambia: trata de amoldar las cosas a la crisis y trata de corregir todo lo que la crisis ha mostrado que está mal. Eso es lo que pasó, esto es lo que está pasando.
¿Qué hemos aprendido con esta pandemia y esta cuarentena?
Esta pandemia es una lección impresionante de historia, de sociología y de la manera cómo hemos construido un país que tiene muchísimas dificultades para caminar. Esta cuarentena la tomamos un poco a la broma, pero es muy seria. Vamos a tener que adaptar la economía a estas nuevas condiciones. Vamos a tener que adaptar los mecanismos de intercambio en los mercados. Vamos a tener que cambiar la forma que tenemos al acudir a los servicios públicos. En fin, vamos a tener que cambiar. Y obviamente ese tener que cambiar va a generar nuevas costumbres.
¿Existen precedentes?
En el siglo VI de nuestra era, aproximadamente, se produjo una crisis ambiental posiblemente muy similar a la actual crisis. Esta crisis, que debe haber tenido períodos de friaje muy duros, debe haber cambiado el régimen de lluvias, el régimen de temperaturas, etc. Es una crisis que cambió el Perú enteramente. No porque influye en las personas sino porque las personas tuvieron que capturar los datos de esa crisis para reconstruir su propia existencia. Eso es lo que ocurrió, eso es lo que creo va a ocurrir, eso es lo que está ocurriendo. Algo similar ocurrió hace mil años, hace dos mil años, hace diez mil años. Y tenemos pruebas arqueológicas de que este no es el primer ni el único desastre que hemos tenido que resolver.
Estas enormes diferencias provocadas por la pandemia en las regiones ¿son una prueba de que el Estado ignora nuestra variedad regional?
Hay varios factores. Uno, en lugares donde la pandemia ha sido más fuerte son aquellas regiones donde hay mayor concentración urbana. También está el factor altitud que puede haber contribuido a detener los contagios.
Al comienzo pronosticaron que Cusco sería uno de los epicentros de la pandemia por la presencia de miles de turistas, pero hoy vemos que la pandemia siempre estuvo controlada.
Sí, en Ecuador fue igual. Guayaquil concentró toda la pandemia. Una de las cosas que no estamos tomando en cuenta es que la regionalidad es un factor que debe estar presente en todo, en educación, en salud, en todos los campos. Hay diferencias estructurales en cada una de las regiones. Para mí no es casual que ahora se hable de nor-Perú y sur-Perú, un poco lo que ocurrió a comienzos de la República y en toda la historia peruana en general. De modo que hay que tener presente la regionalidad y sus diversas variantes internas.
La entrega de bonos reveló que el Estado no conoce dónde viven y cómo ubicar a los peruanos.
Eso es total. Es algo que se arrastra con el Estado mismo. Nosotros hemos crecido dentro de una versión colonial del Estado. Nosotros nos consideramos peruanos, pero a los “otros” no los consideramos como tal. Es un olvido que afecta a la población peruana llamada “informal”, a todos los que viven en la marginalidad, a todos los que migraron hacia las ciudades a partir de la década del 60 en adelante.
Igual sucedió con la “sorpresa” del Estado cuando aparecieron miles de ciudadanos pugnando por retornar a su tierra.
Esa es la misma gente, Roberto, que festeja en Lima casi todas las fechas de su calendario festivo. Son los que tienen sus clubes provinciales, son los que conservan su música, su poesía, su comida y la reproducen aquí lo mejor que pueden. Obviamente ellos retornan cuando pueden. “El provinciano” es una canción que reproduce eso y en cada región existe una canción que evoca el retorno. De modo que una reacción de ese tipo es mucho más restringida de lo que imaginamos. Si yo hubiera imaginado esta situación hubiera pensado en migraciones masivas mayores. Solo que ahora muchos dejaron por años sus propiedades, las vendieron, las regalaron. Ya no tienen a dónde volver. Incluso muchos ya no tienen ni siquiera familiares allá.
Pero siempre existió una movilización de gente que se va trasladando de las ciudades costeras a la sierra y, si la cosa no va bien, bajan a la selva o vuelven a la ciudad.
No tomamos conciencia. Tan es así que nuestras representaciones en el Congreso son espurias si no están asociadas directamente a su realidad concreta. Los sectores mayoritarios de nuestras provincias no tienen cómo venir y se quedan allá. Los que vienen forman estos grupos marginales que son los que ahora están reclamando la atención del Estado, un Estado que nunca los tomó en cuenta.
Esta pandemia también nos recordó que en la Historia del Perú existieron graves epidemias que cambiaron al país.¿Debemos reescribir la historia del Perú?
Yo creo que la historia del Perú se tendrá que reescribir con un fundamento local. Nuestras historia ha sido escrita en función de los que llegaron. Nuestra historia comienza con las guerras civiles entre españoles, los líos entre Almagro y Pizarro. Luego viene la historia de los virreyes, luego la independencia... Se olvidaron de todas las poblaciones étnicamente poderosas como las de Chimú, Chancay, Chincha, Ica, etc. Se olvidaron pero siguieron existiendo. Qué se yo. Los chancas, por ejemplo, hasta ahora siguen hablando quechua, cambiaron su organización, adaptaron sus costumbres a las necesidades del momento, pero siguieron existiendo. No han muerto pero fueron excluidos de la historia.
Fuera de la historia oficial.
Es que esa historia la hemos escritos “nosotros”: los peruanos que no reconocemos a los otros sino a “nosotros” mismos como peruanos. Los que escribimos la primera Constitución y expulsamos del país a los quechuahablantes y otras etnias que subsisten debajo del telón que nos hemos puesto para separarnos de ellos. “Ellos” son los distintos. Nosotros no nos consideramos indios. Nos da mucha vergüenza que nos identifiquen con ellos.
¿Esta pandemia demuestra que el Estado peruano necesita un Pachacuti?
O un Pachacuti o un Che Guevara: lo primero que transformaron en Cuba fue la salud y la educación y ahora se dan el lujo de “exportar” médicos. Nosotros hacemos exactamente lo contrario. Hemos dejado de lado tanto el espacio de cultura, salud y educación que son los espacios sociales y de servicios. Esta pandemia tiene la virtud de habernos desnudado como país, nos ha quitado la ropa que teníamos para escondernos y nos está mostrando las cosas tremendas que hay en nuestra realidad concreta.
No hay mucho que celebrar para el 2021 y el Bicentenario.
No, claro que no, y eso que estamos en una etapa históricamente sustantiva. Yo estoy asustado, Roberto, porque en estos finales de mi vida -ya estoy en 84 años he visto bastante a lo largo de mi vida acá y la verdad es que nunca he visto una crisis tan violenta como esta que estamos pasando. Y lo digo no solo como persona natural, sino también como historiador. Creo que he recorrido la historia del Perú, la conozco desde hace diez mil años y la verdad es que esta crisis solo me recuerda, en sus términos brutales, en sus formas, a lo que ocurrió en el tránsito de la Colonia a la República. O del Tawantinsuyo a la Colonia. Son crisis muy fuertes que no afectan solamente lo que la gente necesita en su momento, afectan hasta adentro, va más allá del estómago y eso es realmente terrible porque tienen que cambiar -y ya están cambiando- muchas cosas que pensábamos de nosotros mismos. Es obvio que no vamos a ser los mismos. De aquí a cien días vamos a ser diferentes, querámoslo o no. Pero que van a cambiar las cosas, van a cambiar, y ya está ocurriendo. Y lamentablemente el sector pudiente de este país no entiende dónde está viviendo y eso va a generar formas de conflicto a las que les tengo miedo. (LA REPÚBLICA)