NUEVAMENTE EL PARLAMENTO VIENE SIENDO ESCENARIO DE ESCÁNDALOS QUE MOTIVAN NUESTRA VERGÜENZA COMO CIUDADANOS SIENDO MOMENTO DE DECIR ¡BASTA YA!.
Parlamento no debe ser escenario de broncas ni escándalos
Por: Dionicio Mantilla León
“Terrucos”,”rojos”, “comunistas”, ”perro de chacra”, “perro, ándate a la …”, “mal nacido”, “traidor”, “ladrones”, “cobardes”, “delincuentes”, “corruptos”, “hay que joderlos”, “chancarlos”, “matarlos”, “referéndum mamarrachenco”, “proyecto mamarracho”, “porquería”, “coimero”, ”subordinada”, “se pasó de conchán”, “Sus robos lo tienen en Andorra” ¿Son las broncas y vociferaciones nauseabundas de las peores barras bravas y bandas delincuenciales de los barracones del Callao?
No. Es el lenguaje casi diario utilizado por los llamados “padres y madres de la Patria” durante los debates en los ambientes del Congreso de la República o a través de “chats”. Congresistas que por un sueldo anual que sobrepasa los 300,000 soles los 32 millones de peruanos contratamos como nuestros empleados, para que durante cinco años nos representen, elaboren leyes en favor del pueblo y fiscalicen correctamente el manejo del dinero del Estado. Son los miembros del Congreso de la República del Perú que se suponen deben ser las personas más idóneas y ejemplo de capacidad, honestidad y civismo, pero ese es el vocabulario empleado para debatir.
A los actuales congresistas los elegimos no para que participen en escándalos, intrigas, contubernios o para comportarse como barras bravas sino para constituirse en ESTADISTAS, con todo lo que ello significa de excelsitud y para que actúen con una clara visión de país, región y provincia.
Un ideal que lamentablemente se topa con una realidad deprimente y repudiable que mancha la majestad de la primera ágora de la Democracia como es el Parlamento. Una deprimente realidad que motiva la vergüenza de los peruanos por el bajísimo nivel de producción legislativa y una atención fiscalizadora envuelta en intrigas que tiene como primera prioridad la defensa descarada de los actos de corrupción de los líderes de sus agrupaciones políticas. La mayoría de los actuales congresistas consideran que cuánto más intolerante, prepotente y grosero se exhiba alcanzará una mayor aceptación de su líder o lideresa y un mejor puesto en su partido olvidando que con quien tiene que quedar bien no es con ellos sino con el pueblo que los eligió.
Un criterio totalmente equivocado que ha propiciado que la credibilidad, respeto y majestad del Primer del Estado se encuentre en el 5% de aprobación ciudadana, que en escala vigesimal, sus integrantes están más que desaprobados con 0.05 de calificativo. Es así, pues, como hoy, el Congreso de la República, se encuentra en el ojo de una negra tormenta que lamentablemente tenemos que soportar hasta julio del 2021. Esa es la motivación que justifica el reclamo ciudadano permanente expresado en las calles: “¡Cierren el Congreso!”, “¡Qué se vayan todos¡”,”¡No a la reelección de congresistas!” y que con el libre juego democrático este 9 de diciembre ratificaremos cuando participemos en el referéndum popular.
Pero, en este censurable escenario, también están inmersos los congresistas de nuestra región con excepción de uno o dos. Cuánta decepción sentimos al recordar cuando depositamos nuestro voto por quienes creíamos iba a tener un buen desempeño como uno o una buena representante nuestra, aunque ya intuíamos su futuro mal desenvolvimiento al verlos postular por agrupaciones políticas ligadas a la corrupción y la intolerancia, cuyos líderes son investigados judicialmente e, ineludiblemente, serán condenados a prisión por corrupción. Congresistas liberteños que cuando en sus días de representación arriban a nuestra región no para mostrar algo bueno que hayan conseguido en favor de nuestra región sino sólo para, descaradamente, “disparar a diestra y siniestra” contra los errores de los funcionarios regionales o provinciales.
Fuimos ingenuos al inicio del presente gobierno cuando sugeríamos a los congresistas una agenda regional que busque salidas a los múltiples problemas que nos aqueja planteando para ello la conformación de una célula congresal liberteña que unitariamente luche por el desarrollo regional lamentablemente no fructificó y cada uno buscó su interés personal o de su partido poniendo a un lado la región.
Es hora de que los liberteños pidamos rendición de cuentas a nuestros congresistas: ¿Qué han hecho de bueno en favor de nuestra región? ¿Cuál ha sido su comportamiento y producción congresal? ¿Qué méritos de estadista pueden exhibir que motiven nuestro orgullo y no nuestra vergüenza con su participación en escándalos y sean motivo de la burla ciudadana? ¿Acaso hay alguno (a) que siga el ejemplo del ilustre parlamentario huamachuquino José Faustino Sánchez Carrión?
¡Debate
alturado, sí. Broncas y escándalos, no!
Congresistas deben defender al pueblo y no a sus líderes
políticos