miércoles, 14 de diciembre de 2016

Saavedra, “el mejor” ¿para quién?

OPINIÓN. El autor plantea su punto de vista sobre el ministro de Educación y sostiene que hay una disputa entre dos bandos empresariales por controlar el negocio de la educación.

César Barrera Bazán
Otra Mirada

A un mes de la repetida designación como ministro de Educación de Saavedra, advertimos: “Ministro continuista a la vista”. Tuvimos completa razón. No era para menos: a Saavedra, hace ya más de 4 años, lo impusieron los organismos multilaterales internacionales (para los que siempre ha trabajado), y los empresarios de la educación ligados a la CONFIEP, con la misión de acelerar y “modernizar” el proceso de privatización neoliberal, afirmando la primacía de lo privado sobre lo público, imponiendo la gestión “público–privada”, es decir, engordar mucho más rápido las arcas de los empresarios de la educación con fondos fiscales y persistir en los pagos por este derecho aun en los centros públicos de todos los niveles.

Parte de esta “reforma” que aquí se vende como novedad y que en otros países es un rotundo fracaso para sus naciones, mas no para los comerciantes de la educación, es la continuidad de la precarización en extensión y contenido de las currículas, la deformación tramposa de la propuesta original de “recuperación de la jornada escolar completa”, el maltrato sostenido y burlón a los docentes y trabajadores de la educación de todos los niveles en sus demandas laborales y salariales. Es decir, continúa la crisis de nuestra educación y ella no es únicamente de un sector, como la maquinaria publicitaria privatista nos vende a diario; es integral, no está centrada únicamente en la Ley Universitaria, ni en la falsa polarización a la que nos quieren arrastrar los dos conglomerados empresariales que hoy se disputan el negocio universitario y educativo en general: unos, alineados tras los comerciantes chicha y lúmpenes abanderados por el fujiaprismo y, los otros, los “reformadores modernos” que escudan sus negocios tras la Defensa de Saavedra.

No perdamos la memoria. No es la primera vez que los empresarios de la CONFIEP y CADE, particularmente todos, sin distinción, ligados a la construcción y al negocio educativo, lo proclaman insustituible y lo convierten en ministro estrella. Ellos lo impusieron hace ya casi cinco años y lo ofertaron por igual a los dos candidatos presidenciales en la segunda vuelta.

No es, pues, “el amor al chancho, sino a los chicharrones”, por los cuales, de remate, no pagan ni un céntimo de impuestos, merced a la Constitución fujimorista del 93 y su D.S. 882 que entregan la educación al mercado salvaje neoliberal.

La disputa entre estos dos grupos empresariales y sus marionetas políticas, como sus voceros mediáticos, tiene ese trasfondo. Es la pelea por la primacía hegemónica del negocio y punto. Están peleando la hegemonía de ese mercado, en el que el ser humano es visto como un cliente, en tanto la educación, convertida en mercancía, hay que pagarla directa o indirectamente, porque dejó de ser un derecho y ha sido convertida en un vulgar servicio.

En esta pugna, una suerte de piratas versus corsarios (ambos asaltantes) es lógico que cada cual aproveche los errores del contrario, no para cambiar el fondo del tema, la “reforma” neoliberal” en curso, sino para tener el control hegemónico del negocio, bajo sus propios métodos, estilos y vicios.

PPK-Saavedra le regalan terreno y conceden la iniciativa al fujiaprismo mediocre y matón y terminan dependiendo de él; están enredados en tremendos casos de corrupción y dilapidación del presupuesto en consultorías, clientelaje y publicidad, que ponen a la defensiva a sus “reformadores” políticos y empresariales; de paso se niegan a reformar la Ley Universitaria con el afán enfermizo de controlar burocráticamente a este sector.

Sin embargo, su estrategia está centrada en la focalización absoluta del tema de la educación en el asunto universitario y la defensa cerrada y en paquete de su ley universitaria. Ello es igualmente tramposo y manipulador y en el que algunos, por desinformación y otros, por interés económico, clientelaje o por prebendas son arrastrados a marchar tras la enseña de defender la “reforma educativa neoliberal”, la Ley Universitaria a rajatabla y a su ministro estrella Saavedra, ni más ni menos.

Los soldados de la reforma neoliberal educativa, los comedidos que retozan bajo la bien remunerada sombra del PNUD y USAID, los “consultores” y la burocracia parasitaria de turno, al igual que sus escuderos políticos y mediáticos, buscan acuñar una falsa polarización, entre ellos los “reformadores modernos” incluidos sus empresarios que medran del presupuesto del sector, versus el fujiaprismo corrupto, con sus empresarios lumpen, chicha. Por lo que habría que alinearse con los asaltantes más “decentes y modernos”, consecuentemente convertirnos en escuderos acérrimos de Saavedra y sus muchachos.

Ni piratas, ni corsarios; ambos son asaltantes y ninguno defiende la recuperación de la Educación Pública como un Derecho Humano para todos, sino que, los dos, la consideran y manejan como una mercancía y objeto de negocio; los dos, en suma, están 100% de acuerdo en mantener la continuidad del modelo neoliberal.

Se pretende hacernos creer que si la lumpenería fujiaprista censura a Saavedra, llegará el diluvio. Ello es simple maniobra manipuladora y chantaje. Los que se alinean abierta o disimuladamente tras las banderas de la defensa de Saavedra “para cerrarle el paso al fujiaprismo”, no ven, o no quieren ver, el fondo del problema de la educación hoy en crisis, su agravamiento por la continuidad del modelo que encarna el ministro.

Se quedan en la disputa de las formas y estilos. Ni siquiera observan que el modelo une a ambos bandos y que el fujimorismo ya está compartiendo poder político a fuerza de chantaje y gruñidos, y se resisten a reconocer que en esta disputa subyace la lucha entre dos bandos empresariales de la educación en pugna por conservar y/o ampliar el manejo hegemónico del sector.

Saavedra ha debido renunciar, si es que no quería someterse al manoseo lumpesco del fujiaprismo y, en su lugar, debe ingresar a esa tan importante cartera, alguien que conozca de educación, un profesional en la materia, no un controlador macroeconómico del gasto y guardián de los intereses empresariales de los negociantes de la educación. Debió (y debe) nominarse a quien fuera capaz de impulsar el empolvado Proyecto Nacional de Educación (actualizado), encabezar una verdadera reforma educativa integral, democrática, patriótica y descentralista en el marco de un Proyecto Nacional de Desarrollo.

Lamentablemente estos temas no están presentes en el “debate” interpelatorio, como tampoco lo están los casi cinco años de gestión de Saavedra, mucho menos siquiera una ligera mención a la Constitución del 93 y el D.S. 882 que arrojaron la Educación a la voracidad del mercado salvaje neoliberal y la convirtieron en la vulgar mercancía.

En este panorama, ¿resulta correcto que necesariamente haya que escoger entre piratas y corsarios y que en el Congreso obligadamente se tenga que optar por el hambre o la necesidad?

En mi modesta opinión como maestro y político de izquierda convicto y confeso, votar en estas condiciones por la abstención es una alternativa correcta, necesaria y decente, siempre y cuando sea fundamentada con firmeza y convicción exponiendo razones consistentes y argumentando propuestas generales y concretas para la educación.(diario uno)