viernes, 3 de junio de 2016

Sánchez Carrión: el padre de la democracia

Foto: Beto Mendoza

Por: Dionicio Mantilla León

En estos días en que la democracia está en peligro porque las fuerzas oscuras de la política se quieren imponer emerge señera la figura del adalid de la libertad y la democracia, el Dr. José Faustino Sánchez Carrión. Son 191 años de su desaparición física, pero su memoria y la estela de su límpido ejemplo se mantienen incólumes y vivos para ser seguidos por las nuevas generaciones.

La limpieza y trascendencia de su obra fue motivo para que un 11 de mayo del 2009 se iniciara una cruzada para valorarla con la construcción de un óvalo y la erección de un monumento los cuales fueran testimonio de su reconocimiento y gratitud. Óvalo y monumento que fueran hechos realidad durante la presente administración municipal a cargo de Elidio Espinoza Quispe, en la urbanización La Rinconada aunque todo fue dejado listo por el ex Alcalde Provincial, el Ing. César Acuña Peralta.

Lamentablemente a este hecho, de suma trascendencia, no se le dio la debida importancia siendo inaugurada, sin el ceremonial que la obra significaba, varios días antes del 13 de febrero de este año, aniversario de su nacimiento. Poniendo de esta manera a la luz, una vez más, el escaso nivel cultural y amor a lo nuestro de parte de algunas de nuestras autoridades locales y regionales.

Aun así, considero que la brillante figura de nuestro ilustre paisano, pro hombre de la historia peruana, quien nos legara la libertad y la democracia de las cuales hoy nos regocijamos, se levanta enhiesta como un coloso mítico para servir de faro en esta hora en que dos decenas de millones de peruanos nos acercamos al 5 de junio para decidir el destino de la Patria que con tanta pasión amó, Sánchez Carrión.

Una Patria a la que dedicó toda su fecunda existencia desde su inicio un 13 de febrero de 1787 en las heladas cumbres de Huamachuco y su culminación, a los escasos 38 años de edad, en las cálidas tierras de Lurín, en Lima, un 2 de junio de 1825.

José Faustino Sánchez Carrión, el gigante de los andes, el Tribuno sin par, el prístino gobernante peruano, escribió las más brillantes páginas de la historia patria forjando, en los turbulentos años de la independencia, las sólidas bases de la República con sus insustituibles pilares de los derechos humanos y la democracia, convencido de que sin ellas no puede subsistir. Y, como tampoco puede subsistir sin los indispensables poderes del Estado como son el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial fundó este último creando la Corte Suprema de Justicia, las Cortes Superiores y su respetiva legislación, en todos los Departamentos ya liberados de la Patria. Tres poderes del Estado cuya autonomía e independencia respetó porque un equilibrio de los mismos constituye la esencia de una auténtica democracia lo contrario se convierte en dictadura y tiranía y da paso a la corrupción. La democracia y la vigencia de los derechos humanos es la esencia de la República y la autocracia y la tiranía lo es de un Reinado que es el peligro que se cierne sobre el país.

Sánchez Carrión fue el forjador de una nueva doctrina en América, una doctrina basada en la libertad e independencia de los pueblos, en la justicia e igualdad entre los hombres, en un desarrollo sin tiranías ni dictaduras, en la lucha frontal contra la incapacidad y la corrupción, en la elección sin restricciones de sus gobernantes, ideas que estampara en la primera Constitución Política del Perú de la que fue su legítimo autor.

Sánchez Carrión fue el fundador de la República y padre de la Democracia y como tal debe ser reconocido. Hoy, que la Patria se debate en la disyuntiva de escoger entre dos caminos, entre la democracia y el autoritarismo, entre el equilibrio de los poderes del Estado y la concentración de dichos poderes en manos de un solo gobernante, los peruanos debemos recordarlo y actuar según ello.

Sánchez Carrión, hoy más que nunca, se yergue en el faro luminoso que señala el derrotero a seguir, un derrotero marcado por el ejemplo de capacidad y honestidad como político, por su ejemplo, para la juventud actual, de dedicación al estudio, en ejemplo de consecuencia y coraje en la defensa de sus ideales libertarios.

Hoy, que recordamos el 191 aniversario de su partida al infinito pongámonos de pie para rendirle homenaje y recordar con unción sus inmortales frases convertidas en candentes bofetadas para los politiqueros que se hunden hoy en el fango del narcotráfico y la más negra corrupción, pero que se presentan como nuestros más limpios salvadores pretendiendo ser nuestros futuros gobernantes:

¡LA LIBERTAD ES MI ÍDOLO Y LO ES DEL PUEBLO. SIN ELLA NO QUIERO NADA!