sábado, 18 de octubre de 2014

El Diezmo


Eduardo Dargent

Por: Eduardo Dargent

Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP. 

Usted debe haber escuchado una y otra vez que en el Perú hay una institucionalidad débil. Hay algo cierto en esta afirmación: en muchos países en desarrollo, incluido el Perú, las instituciones formales y las organizaciones que las aplican son débiles. Todos conocemos eso de “la ley está escrita en la pared” o “hecha la ley, hecha la trampa”. A eso se refieren muchos cuando con razón apuntan a una débil institucionalidad como fuente de muchos de nuestros problemas.

Pero hay también una gran mentira en esa frase. En estos países también hay instituciones fuertes, soloque no son las que están escritas. Son reglas conocidas por todos, que permiten saber a las personas las expectativas sobre su comportamiento. Entramos al complejo mundo de eso que algunos han llamado instituciones informales, que terminan a veces siendo más reales que las formales. Desconocer esta realidad es ingenuo, pues sin saber de dónde vienen esas instituciones, el poder en que se sostienen, es difícil pensar en cambios que lleven a una institucionalidad formal sólida.

Los politólogos Bratton y Van de Walle señalan, por ejemplo, que es falso que en la mayoría de países africanos no exista institucionalidad y todo esté determinado por los caprichos de los gobernantes. Existen instituciones, pero no las busquemos en sus constituciones. Es una institucionalidad patrimonialista, marcada por una alta concentración en el Poder Ejecutivo y por un clientelismo y corrupción que determinan las interacciones económicas, sociales y políticas. Actores económicos, políticos y el público en general saben bien cómo deben actuar para funcionar en el sistema. Y mientras la distribución de poder y la estructura de la economía se mantengan igual, será muy difícil que esas reglas formales sean una realidad.

En el Perú y América Latina, instituciones informales también conviven con las formales. Sería exagerado concluir que en nuestro país el mundo formal no tiene peso. Más bien hay distintas maneras en que este mundo formal se imbrica o se opone a reglas informales. Pero es claro que todavía en muchos ámbitos vale más aquello que es claramente contrario a las reglas formales que buscan un mejor uso de recursos o evitar la corrupción.

Un ejemplo. Si usted ha seguido el caso del alcalde de Chiclayo habrá escuchado hablar del “diezmo”, un impuesto informal del 10% que se paga a muchas autoridades corruptas del país. Los proveedores y constructores saben que hay que cumplir con él para ganar licitaciones. Y las autoridades corruptas buscan el puesto sabiendo que viene con ganancia, especialmente en tiempos de bonanza. Tan generalizado está que incluso un amigo me comentó que le llegó una consulta de un funcionario pidiéndole la base legal del diezmo. Con una inversión pública desperdigada y con recursos millonarios, escapa al control del SNIP, la Fiscalía o la Contraloría.

No debería sorprendernos que en el diezmo sea uno de los principales incentivos para elevar la fragmentación local y regional. El diezmo ayuda a entender también la predilección de las autoridades por obras de fierro y cemento. Cuando vea una de esas esculturas semisoviéticas, banquitas con techo y manubrios, paseos peatonales con glorietas cada quince metros, no despotrique del mal gusto: probablemente el diezmo esté detrás de tan particulares creaciones. La obsesión por talar árboles o palmeras para reemplazarlas por cemento también. Como en muchos ámbitos de nuestra sociedad, la regla no escrita pesa más que cualquier otra.(la república)